Un millar de cuerpos verdes tiñen de arte un olivar de Granada para la última gran instalación de Spencer Tunick
El artista neoyorquino reunió este sábado a mil voluntarios en una finca del entorno del pantano de Cubillas para su primera instalación en Andalucía
Spencer Tunick: "Esta fotografía es un regalo para los participantes y para los ciudadanos de Granada que quieran unirse"
Granada volvió a convertirse este sábado en el epicentro internacional del arte contemporáneo con la llegada de Spencer Tunick. El fotógrafo neoyorquino, conocido mundialmente por sus instalaciones con multitudes de personas desnudas en espacios públicos, eligió esta vez un olivar joven cercano al Pantano de Cubillas para desplegar un ejército humano teñido de verde. Se trata de su primera acción en Andalucía y, a juzgar por la respuesta ciudadana y la potencia visual de la escena, un acontecimiento que quedará en la memoria cultural de la ciudad.
La intervención, realizada con motivo del aniversario de Cervezas Alhambra, formará parte de su serie de icónicas instalaciones. Emmanuel Pouey, director general de Márketing de Mahou San Miguel, subrayó que la sesión contaba con un plan B e incluso un plan C en caso de que las inclemencias meteorológicas impidieran llevarla a cabo, aunque finalmente el sol permitió que la fotografía se realizara tal y como estaba previsto.
Un millar de voluntarios habían madrugado para tomar los autobuses dispuestos en la zona del ferial. Entre la expectación, los nervios y las bromas, se fueron concentrando en la finca en la que se desarrollaría la sesión de fotos. En paralelo, una veintena de periodistas fueron recibidos con un desayuno antes de ascender a cuatro grúas habilitadas para seguir la acción desde las alturas. Desde abajo, el ambiente tenía algo de ritual: la espera bajo el sol, los megáfonos marcando el ritmo y un ejército verde que emergía en orden en el olivar desde la parte baja cercana al río en la que se había habilitado un espacio para guardar sus pertenencias, pintarse y coger las chanclas color oliva.
“Muchas gracias por haber venido, lo agradezco muchísimo. No me siento muy importante, lo importante son la gente y el trabajo de arte”, explicó Tunick, quien minutos antes de ponerse a dar órdenes a las milicias verdes reconoció ante la prensa sentirse como un tipo tímido.
Un olivar como escenario
La elección de la localización no fue casual. El artista relató que, viajando de Madrid a Granada, quedó fascinado por la geometría de los olivares que conducen a la ciudad. “Parecían personas en fila marchando. Pensé que colocar a la gente entre los olivos sería fantástico”. Aunque había buscado escenarios urbanos, habituales en su obra, el contraste entre los cuerpos y el campo le sedujo: “No creo que el cuerpo desnudo sea naturaleza. Para mí, es ciudad. Así que llevarlo al campo es como trasladar la urbanidad a un terreno distinto. Ese contraste es lo que me interesa”.
La marea verde obedecía con disciplina a las órdenes que Tunick y su equipo lanzaban en inglés y español. “Hay que ponerse sobre las chanclas, manos en las caderas, la cabeza abajo, mano derecha en el corazón”, se escuchaba por los megáfonos. El silencio de la finca solo se rompía por el chancleteo de los voluntarios sobre la tierra y el eco de las instrucciones que pedían rellenar huecos o variar posturas. El ejército humano no podía traspasar una higuera que hacía de límite natural en la composición y una líena discretamente trazada sobre el territorio.
El color de Granada
El verde botella no fue un capricho. Tunick llevaba tiempo pensando en esta tonalidad. “Quería trabajar con este color desde 2012, y aquí confluyó todo: los azulejos de la Alhambra, los toldos de la ciudad y también el apoyo de Cerveza Alhambra, que entendió que este era su color”. El proyecto, recordó, se había gestado durante nueve meses, durante los cuales había visitado en varias ocasiones Granada. “Los verdes de los olivos me parecieron absolutamente hermosos y pensé que era el lugar perfecto”, aseguró.
La respuesta ciudadana superó sus expectativas. “Cuando comencé en Nueva York tenía que repartir 2.000 folletos para conseguir que acudieran 500 personas. Aquí han venido cientos sin necesidad de tanto esfuerzo, desde jóvenes de 20 años hasta dos participantes de 85, incluso llegados de Finlandia. Es increíble encontrar esa respuesta”, admitió emocionado.
Silencio, calor y disciplina
El desarrollo de la sesión estuvo marcado por el silencio y la disciplina. La imagen de miles de cuerpos verdes avanzando como un ejército de soldados de juguetes bajo el sol resultaba hipnótica. “Este proyecto tiene que ver con la relación con el sol. Cuando hay nubes no tenemos prisa, pero con sol la gente se cansa más y mi primera preocupación es la seguridad de los participantes. Luego viene el arte”, aclaró Tunick, que durante la sesión tuvo que hacer frente al mareo de varios voluntarios, afectados por las altas temperaturas. Incluso fue necesaria la intervención de los equipos de emergencia, que esperaban órdenes para poder acercarse a los que caídos del batallón esmeralda. A pesar de los cuidados, hubo tres mareos leves que fueron atendidos sin consecuencias aunque entre los voluntarios dio pie a bromas.
Las posiciones cambiaban según las órdenes: primero erguidos de brazos caídos, luego de espaldas, más tarde con las manos levantadas como en una oración colectiva. Cada gesto componía una nueva imagen coral que Tunick iba ajustando con precisión. “Ha quedado fantástico”, comentó satisfecho antes de trasladar al grupo hacia el río, donde la sesión continuó.
La limpieza y la provocación
Tras esa primera sesión, algunos voluntarios se preguntaban cómo se limpiaría la pintura. Tunick había sido claro un poco antes de coger las cámaras ante las preguntas de los periodistas : “En una primera ducha, con agua templada y jabón, se elimina el 99,9%. Puede quedar algo en las uñas o en las orejas, pero en la segunda o tercera desaparece por completo. Lo he probado durante dos meses con ocho personas distintas”.
El artista también fue preguntado por el carácter provocador de sus instalaciones. “Puede que haya una sorpresa en cuanto a un elemento de provocación, pero esto es positivo para el cuerpo y la libertad”, subrayó.
Un día para la memoria cultural de Granada
La acción de Tunick en Granada quedará como un acontecimiento cultural único. No solo por el despliegue logístico y la participación masiva, sino por el simbolismo que encierra: un ejército pacífico de cuerpos pintados, enraizado entre los olivos que conducen a la ciudad, transformando un paisaje cotidiano en una imagen universal.
“Me siento muy honrado de que tanta gente haya participado. Sin ustedes no habría un mundo de color”, concluyó el artista, antes de marcharse a seguir haciendo fotos.
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