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Mucho 'noir' y pocas nueces

Acción/Criminal/Thriller, EEUU, 2013, 110 min. Dirección: Niels Arden Oplev. Guión: J.H. Wyman. Fotografía: Paul Cameron. Música: Jacob Groth. Montaje: Frédéric Thoraval, Timothy A. Good. Intérpretes: Colin Farrell, Noomi Rapace, Terrence Howard, Dominic Cooper, Isabelle Huppert, Luis Da Silva Jr, Franky G, Declan Mulvey, John Cenatiempo. Kinépolis y Serrallo Plaza.

Al descubrir que su vecino es un asesino una mujer halla la solución al odio, el rencor y la amargura que le impiden olvidar su tragedia y vivir una vida más o menos normal: la venganza, matar al hombre que arruinó su vida y su rostro. El vecino, a su vez, tampoco está libre de problemas profesionales y personales. Así el sombrío Colin Farrell y una estupenda Noomi Rapace (con Isabelle Huppert como madre sorda) que escupe odio por los ojos y realmente parece una furia mitológica desencadenada, trenzan sus vidas en busca de esa imposible redención que sólo puede procurarles el asesinato.

Niels Arden Oplev -realizador danés al que su versión de Los hombres que no amaban a las mujeres ha catapultado a Hollywood- cuenta esta historia improbable con ese tono extremadamente violento, oscuro y herrumbroso que hoy sirve como etiqueta de calidad y autenticidad al cine violento. En lugar de aportar intensidad realista esta imagen oxidada contribuye a irrealizar el guión, más ingenioso que inteligente, situando la acción en un mundo a medio camino entre la llamada novela gráfica y el videojuego, en el que los matones se mueven (y sobre todo se disparan) por las calles con una naturalidad aún mayor que los gánsteres en el Chicago de los años 20. Eso sí, con un toque como de entre Superman y Spiderman que permite al taciturno Farrell descolgarse desde un quinto piso por una cuerda, utilizando a un ahorcado para tensarla y de paso volándole a un tipo la cabeza. ¿A qué tanto realismo de herrumbre, sordidez, sadismo y violencia desatada para después acabar con estas poco verosímiles acrobacias? Los momentos de intimidad o de reflexión sobre el sentido de la vida, el toque de distinción europeo que propone a la película como algo más que tiros, carecen de intensidad dramática y de verdad humana. En el viaje de Dinamarca a Hollywood Niels Arden Oplev se dejó olvidado un siglo de cine nórdico.

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