Nueva exposición de Chema Cobo | Crítica

Esa iconografía de imposibles

  • El Palacio de la Madraza acogerá hasta el 26 de enero la nueva exposición del pintor de Tarifa, titulada 'El clamor de las moscas'

Uno de los visitantes observa uno de los 'joker' de Chema Cobo.

Uno de los visitantes observa uno de los 'joker' de Chema Cobo. / UGR

Hacía tiempo que no asistíamos a una muestra de Chema Cobo. Su anuncio en el Palacio de la Madraza, ya, constituyó todo un auténtico motivo de expectación. El pintor de Tarifa, protagonista de la nueva figuración española que comenzó en Madrid en los años 70 y que estaba destinada a renovar los, todavía, viciados -por antiguos y desfasados- paraje del arte español, es uno de los pintores con un lenguaje más personal y con un concepto pictórico más acorde a aquellas ideas renovadoras que la cultura del país experimentaba en aquellos tiempos de inquietantes actuaciones, anhelos compartidos y salidas hacia horizontes menos sombríos.

La significación de Cobo en el panorama artístico español quedó reflejada, para siempre, en el gran cuadro colectivo 'Grupo de personas en un atrio o Alegoría del Arte y de la Vida o del Presente y del Futuro', realizada en 1975 en acrílico sobre tres lienzos, por Guillermo Pérez Villalta, que retrataba perfectamente aquellos personajes que llenaron toda una época de inusitada trascendencia.

El autor de la exposición 'El clamor de las moscas' posa junto a una de sus obras. El autor de la exposición 'El clamor de las moscas' posa junto a una de sus obras.

El autor de la exposición 'El clamor de las moscas' posa junto a una de sus obras. / UGR

En aquella obra aparecen junto al propio autor Luis Gordillo, Carlos Alcolea, Juan Antonio Aguirre, Luis Pérez-Mínguez, Carlos Franco, Juan Manuel Bonet, Javier Utray, Manolo Quejido, Rafael Pérez-Mínguez, Marisol García, Luciano Martín, Herminio Molero, María del Mar Garrido, Ana Raya, Mercedes Buades, Nano Durán, Gloria Kirby, José Luis Bola Barrionuevo, Juan Pérez de Ayala, Fernando Huici y el propio Cobo. Desde aquellos años, la cultura en general y el arte en particular dieron pasos agigantados y la normalidad habitó en una escena actual que, no obstante, ahora, se echa en falta algo de aquel espíritu, hoy, totalmente atemperado, cuando no, desaparecido.

Chema Cobo creó una escenografía personal e intransferible y dio vida artística a un universo donde lo real y lo imaginario, lo dual, el tú y el yo, lo íntimo y lo general perdían sus espacios y componían relatos con muchos desarrollos y abiertos presupuestos. La importancia artística del creador y la gran significación de Granada en el aspecto cultural no se han visto del todo correspondida -todo lo contrario-. Esta exposición va a servir para poner en sintonía la especial obra del autor gaditano y esa ciudad tan abierta a lo mejor del arte moderno.

La muestra nos conduce por un amplio espacio creativo de Cobo, con obras de los años 80 que se continúan hasta pinturas mucho más inmediatas en el tiempo; también con obras inéditas que reproducen claramente ese apasionado y apasionante universo artístico que descubre un imaginario poblado de esquemas y registros donde lo real se llena de asuntos esquivos que suspenden el discurso lineal de una historia con muchos más matices de los que la mirada presupone.

En los espacios de la antigua universidad árabe granadina, Chema Cobo nos deja retazos de esa iconografía de posibles imposibles que caracteriza su obra. Iconos de una historia que va conformando elementos contradictorios y que, sin embargo, presuponen gestos donde lo mediato y lo inmediato asumen, de manera cómplice, sus particulares circunstancias. La obra del artista, particularmente personal, nos sitúa en un estamento descriptivo que requiere el guiño interesado del espectador para suscribir una realidad a contracorriente donde todo puede -o no- ser susceptible de manifestar sus interesadas posiciones.

Una mujer observa las piezas de Chema Cobo. Una mujer observa las piezas de Chema Cobo.

Una mujer observa las piezas de Chema Cobo. / UGR

El joker, ese elemento constante en su obra, las ranas, los rocambolescos personajes trasuntos de nada, hacen participar al espectador de una escenografía especial lleno de magia, gestos, matices y hasta planteamientos existenciales controvertidos que hacen recelar de lo más cercano para buscar y encontrar nuevos horizontes.

Los que llevamos muchos años cercanos a la obra de Cobo, quizás, encontremos en esta muestra muchas situaciones conocidas y previsibles en el discurrir del artista. Sin embargo, en una ciudad donde no se ha prodigado excesivamente, el concepto artístico del pintor de Tarifa va a suponer todo un feliz acontecimiento, el encuentro afortunado con una pintura única, con registros personalísimos y realidades que descubren el lenguaje intransferible de un artista que ha llenado de intensidad una amplia parcela de nuestra historia artística reciente.

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