Artes escénicas | viejos lenguajes y técnicas nuevas

Títeres: Como obra de arte total

  • La programación de festivales como el que este mes de septiembre estrena Granada van consiguiendo superar la asociación de este lenguaje a la infancia

En las artes escénicas nuca ha existido la idea del títere como obra menor o destinada a un público infantil. Sin embargo, en muchos espectadores, incluso en aquellos que presumen de no tener prejuicios, anida todavía esta idea que se empieza a desterrar poco a poco. Ha ello sin duda han contribuido los numerosos festivales que se celebran en Europa y en España, como la Feria Internacional de Títere de Sevilla que este año ha celebrado su 37º edición, a los que este mes de septiembre se sumará el Festival de Títeres de Granada Quiquiriquí.

Pero una cosa son los títeres en sí, que el diccionario de la Real Academia define como "muñeco que se mueve por medio de hilos u otro procedimiento" y otra muy distinta el teatro de títeres, en el que se combinan diversas disciplinas artísticas: escultura, pintura, danza, literatura, música, canto o vídeos. El titiritero por lo general es una persona con ese perfil pluridisciplinar, y mezcla con su obra dispersos saberes y artesanías.

El títere

La creación contemporánea internacional en el campo de los títeres es de una riqueza y variedad extraordinarias. "Esta disciplina se encuentra en un momento de apogeo, no solo por la excelencia artística alcanzada, con una gran cantidad de compañías trabajando a muy alto nivel, sino también por la creciente visibilidad en medios de comunicación y por el respaldo de instituciones que cada vez más aprecian el poder de este arte", cuenta Yanisbel Victoria Martínez, directora adjunta de la compañía de títeres Etcétera, responsable del festival granadino. Para ella, "aquella imagen rancia del títere como algo menor, como una mera diversión para niños, un producto hecho sin rigor ni conexión con los lenguajes escénicos contemporáneos es una idea afortunadamente superada" .

A lo largo de la historia, el títere ha desarrollado una rica variedad de modelos, tipos y técnicas, desde las más primitivas en antiguas civilizaciones de Oriente y Occidente, hasta las nuevas fórmulas y estéticas aparecidas en la segunda mitad del siglo XX, algunas de ellas con un progresivo uso de la tecnología.

En Cantabria, en la Cueva del Castillo, se conserva una estalagmita que cuando se ilumina proyecta la sombra de un hombre bisonte. Este hombre bisonte está también pintado, grabado y tallado sobre la base de la formación calcárea. "Su sombra proyectada podría ser una de las primeras pruebas de esa fascinación por la representación con sombras", explica Martínez sobre los milenarios orígenes de este lenguaje.

Una de las primeras menciones en documentales oficiales que aparecen en la península se remonta al reinado de Alfonso X, quien ya en el año 1275 hizo una distinción entre los diferentes oficios de los juglares y entre ellos distinguió a los cazurros, que eran "la clase más vil de representantes ambulantes, los que hacían saltar a monos, machos cabríos o perro y hacían juegos de títeres."

El propio Cervantes escribió una de las primeras referencias a los títeres en la literatura española Don Quijote de la Mancha, en el conocido pasaje de Maese Pedro, en los capítulos 25, 26 y 27 de la segunda parte, publicada en 1615.

Las vanguardias artísticas del siglo XX conocieron numerosos casos de loables colaboraciones entre artistas en espectáculos vinculados de alguna forma al teatro de figuras: Parade (París, 1917) de los Ballets Rusos, con música de Erik Satie, argumento de Jean Cocteau y escenografía y vestuarios (que se pueden considerar artilugios titiriteros) de Pablo Picasso; o La boîte à joujoux (Zurich, 1918) con texto de André Hellé, música de Claude Debussy y títeres de Otto Morach; o Los ballets plásticos (Roma, 1918) de Fortunato Depero, para el Teatro dei Piccolli de Vittorio Podrecca, o los diferentes experimentos del taller teatral de la Bauhaus, entre 1922 y 1924.

A día de hoy, los títeres están presentes en los más grandes teatros y festivales internacionales. Como ejemplo de la buena salud de la que gozan en otros países, Yanisbel Martínez pone el ejemplo de Francia: "El teatro de títeres ha recibido un espaldarazo extraordinario en 2017 en Francia, donde el Ministerio de Cultura ha creado una etiqueta especial para defender el género, que incluye el reconocimiento de los títeres en tanto que arte específico, un significativo aumento de presupuestos y la protección de sus creadores mediante un marco legal propio".

En España, sin embargo, después del esplendor de las vanguardias de principios del XX, el títere ha vivido momentos más oscuros asimilado al régimen franquista.

La reunión en Madrid de artistas e intelectuales de toda España rescató del olvido al títere durante las primeras décadas del siglo XX. Se considera como uno de los estimulantes de esa renovación del género la experiencia propuesta por Jacinto Benavente con Teatro fantástico, texto fundacional del teatro modernista en España. En ese en marco se estrenó en 1910 la Farsa infantil de la cabeza del dragón de Ramón del Valle Inclán, y más tarde el Teatro Pinocho dirigido por Magda Donato y Salvador Bartolozzi.

Ya en los años 20, la literatura del títere español alcanzaría su momento más brillante con Valle-Incláncon su Tablado de marionetas para la educación de príncipes (1926) y los "dramas para marionetas" incluidos en su Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte.

En 1923 en el centro de Granada, Manuel de Falla, Federico García Lorca y Hermenegildo Lanz realizaron la representación de Títeres de cachiporra, que sin duda fue una de las grandes aportaciones de nuestro país al movimiento de vanguardia titiritera que acontecía por toda Europa. En esta ciudad también escribió Falla su Retablo de Maese Pedro,ópera maestra para títeres, síntesis de músicas tradicionales españolas y de vanguardia. En esta misma ciudad realizó Lanz las marionetas para el estreno de esta obra en París y luego en Sevilla, y de su mano nació el "teatro planista". Y aquí también se interesó Federico García Lorca por los títeres desde pequeño, a ellos les dedicó varias de sus obras y persiguió el deseo de verlos en escena.

"Lo que hicieron Lorca y Lanz fue sumarse a un movimiento que había en Europa y en Estados Unidos en una época en la que se empezó a hablar de teatro plástico frente al teatro de actores. A partir de ahí, la evolución fue distinta en cada país y el problema de España -según Enrique Lanz, director de la Compañía Etcétera y uno de los mayores expertos en títeres del mundo- es que el régimen utilizó el títere y creó unos personajes que se extendieron por toda la nación para transmitir los ideales nuevos, la nueva moral. El demonio, por ejemplo, era rojo, amarillo y morado". "Esto fue así hasta que poco antes de la Democracia, cuando el teatro independiente y el teatro de calle empezaron a fijarse en los títeres. Surgieron cosas como Comediants que lo hicieron resurgir como elemento artístico. Y así hasta hoy, porque se siguen haciendo cosas muy interesantes", resume Lanz sobre la decadencia, mala prensa y renacimiento de este arte injustamente relegado en este país hasta hace pocos años.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios