Crisis de acogida

Los ojos del Open Arms en la misión 82

  • El fotoperiodista Carlos Gil estuvo a bordo del barco de la oenegé catalana durante 40 días para documentar con su cámara lo ocurrido en el Mediterráneo y ayudar en el rescate de 219 personas

Una imagen de Carlos Gil en el Open Arms

Una imagen de Carlos Gil en el Open Arms / Carlos Gil

Miles de personas han perdido la vida intentando cruzar el mar Mediterráneo en busca de un porvenir mejor. Las cifras son escalofriantes: entre 2015 y 2019 murieron ahogados allí 15.600 seres humanos. La mayoría huía de la guerra en su país de origen, del hambre o de la pobreza extrema. En 2017 había 13 barcos humanitarios en la zona. Ahora sólo operan cuatro: la nave Sea Watch 3, de la oenegé alemana homónima; el Ocean Viking de SOS Méditerranée; el Aita Mari de la ONG guipuzcoana Salvamento Marítimo Humanitario; y el Open Arms de la oenegé catalana con el mismo nombre

Carlos Gil (Almoradí, 1988) ha sido durante 40 días los ojos del Open Arms. El fotoperiodista, afincado en Granada desde hace nueve años, estuvo a bordo del barco durante 40 días para documentar con su cámara lo ocurrido en el Mediterráneo y ayudar en el rescate de 219 personas. Lo llamaron el 12 de marzo y zarparon dos días después. Llevaba esperando esta oportunidad cuatro años. Se hizo una PCR, compró un billete Málaga-Barcelona y se plantó allí. "Cuando surge una ocasión así no dudas ni un segundo", asegura.

La experiencia le ha permitido documentar el movimiento de las personas. "Es importante fotografiarlo porque forma parte de la historia. Es importante fotografiarlo todo. Igual que fotografiar los muertos de la pandemia. En Andalucía no nos dejaron. La Junta ha sido muy opaca. Lo que no se ve, no se sabe. Cualquier cosa tiene derecho a ser mostrada. En el caso del Mediterráneo, actualmente es algo que debe seguir mostrándose hasta que pare", defiende. Eso mismo hizo durante seis semanas a bordo del barco de rescate.

Una imagen del Open Arms Una imagen del Open Arms

Una imagen del Open Arms / G. H.

"Allí en medio te puedes encontrar cualquier cosa. En el mar nunca se sabe. Es una lotería", advierte. La travesía consta de varios periodos. "Durante el primero vamos a la zona SAR, la zona de rescate donde normalmente suceden los naufragios. En la zona SAR de cada país. Nos movemos entre la zona SAR de Malta y de Libia. Todo ese trayecto se trata de adaptarse al barco. Haces lo que te dicen los marineros, curras con las personas del barco, te implicas un montón", relata. De seis a nueve de la mañana y de la noche, el fotoperiodista tenía guardia en el puente durante la navegación. "El resto del día te centras en las tareas del barco: limpieza, ayudar en cocina. Luego tienes un día libre", explica. También hacían simulacros constantemente para entrenar. Entre las cosas a destacar "ahí un montón que no tienen nada que ver con la misión: la convivencia con la tripulación y las personas rescatadas". También le ha gustado mucho trabajar con la reportera Monica G. Prieto. "Ha sido un máster. Hizo unas piezas para la Cadena Ser súper bonitas", recalca.

Su misión fue "tranquila". "Todo lo tranquilo que es sacar a 200 personas del mar, 15 o 20 niños, menores que iban solos", admite. En la aplicación Alarm Phone acceden a las coordenadas de las embarcaciones. "De pronto empiezan a aparecer alertas y te diriges a la más cercana. Avisas a la guardia maltesa. Si no responde, vamos. Cuando estamos a menos de veinte millas del barco en cuestión, lanzamos las lanchas y vamos a por ellos. He visto barcas de madera bastante grandes. Una especie de cayucos con motores. Suelen estar sobrecargadas, fuera de rumbo y les falta agua. Hay una posibilidad de fracaso del 90%", cuenta. Después, proceden a asegurar a la gente: les dan chalecos, se avisa al Open Arms, les comunican quienes son y les dicen que los van a llevar a un puerto seguro.

"Muchos tienen miedo a que sea la guardia libia porque si los cogen, los devuelven. Si te coge la maltesa llaman a la guardia libia y se procede a una devolución en caliente. Hay una cantidad de irregularidades en el mar", denuncia el profesional que reconoce que el Open Arms suple, en muchos casos, los deberes de la UE en el mar. "Al principio pensaba que rescatar suponía subir al barco. Si el proceso funcionara, tú deberías comunicarte con un Gobierno y en menos de 24 horas ellos deberían venir a por ellos y llevarlos a puerto seguro. Si ellos no pueden hacerse cargo, lo llevaríamos nosotros. Ahora todo son trabas para que los barcos de rescate no operen en el Mediterráneo", reprocha.

Una imagen del Puerto de Motril tras llegar una patera Una imagen del Puerto de Motril tras llegar una patera

Una imagen del Puerto de Motril tras llegar una patera / Carlos Gil

El fotoperiodista lleva desde 2016 interesado en documentar estos temas. Ese mismo año se desplazó hasta Austria para fotografiar unos campos de refugiados. "A partir de ahí empecé a desarrollar el interés por las rutas migratorias de África hasta Europa. Por otros trabajos, sólo he podido desarrollar los temas que sucedían en tierra, lo que pasa después del mar. Tienes todo el rato la inquietud de fotografiar lo que sucede en el mar", declara. También ha hecho increíbles fotografías de las personas que llegan rescatadas al Puerto de Motril.

Sobre Salvini: "Impedir que se salven vidas en el Mediterráneo es transigir con la muerte"

Sobre la gestión de la Unión Europea respecto a la crisis migratoria, Gil habla abiertamente de "una crisis de gestión y de acogida". "Piensa que Open Arms ha salvado más de 62.000 personas. Esas personas no son nada en comparación con el flujo de personas que llegan al Aeropuerto de Mallorca. Deben proporcionar los recursos necesarios para asegurar los que vienen de países en conflicto tenga derecho a desarrollar su vida en paz. Es una mala gestión", insiste. También se acuerdo de Salvini, al que le desea "que pague lo suyo”. "Si tienes una responsabilidad y haces una omisión de socorro, tienes que pagar. Impedir que se salven vidas en el Mediterráneo es transigir con la muerte", zanja.

El fotógrafo, colaborador asiduo en la agencia internacional Getty Images, se despide con una interesante reflexión: "La gente invierte la vida por salvarla. Los héroes son ellos por tratar de pelear por lo que les pertenece como seres humanos: el derecho a vivir tranquilos, a tener una vida digna". Unos héroes que, gracias a Carlos Gil, han dejado de ser números para convertirse en rostros humanos. Los rostros de la tragedia en el mar Mediterráneo.

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