"La poesía me ha enseñado que la verdad no es un punto de partida"
Luis garcía Montero. Poeta
El escritor granadino presenta 'Un invierno propio', un nuevo poemario que constituye "un equipaje ético" para dar respuestas a las incógnitas que plantea la crisis
Cultiva la poesía y riega con generosidad la amistad. Mientras contesta a la entrevista está esperando en su casa madrileña al también poeta Tomás Segovia, a quien le esperan una sonrisa cómplice y la famosa tortilla de patatas de Almudena Grandes. "Pero yo la hago estupenda también", aclara García Montero defendiendo su espacio culinario. El escritor granadino presenta esta tarde en la Fundación Euroárabe su nuevo poemario, Un invierno propio, en un acto organizado por el Ateneo de Granada. Hace una semanas leyó algunos de estos poemas en el Palacio de los Condes de Gabia junto a Joaquín Sabina, que le miraba con la baba mojando zaguanes. "Cuando escribimos un libro somos duros entre nosotros, pero una vez que está en la calle los amigos cierran filas y dan calor", dice.
-¿Cómo es su invierno propio?
-El título hace alusión a la crisis, a la realidad en la que vivimos. No la siento solo como una crisis económica, hay también una crisis de valores, una crisis en el interior de la cultura democrática contemporánea muy fuerte. El invierno es también el tiempo de la meditación, del pensamiento. Yo califico como propio el invierno porque el libro quiere ser un equipaje ético que me sirva para dar respuestas a las preguntas que me plantea la realidad en crisis. El libro empieza desde la propia indagación personal, no basta con echar la culpa a los otros si se trata de reconsiderar los valores que se han perdido.
-¿Además de burbuja inmobiliaria había también una burbuja literaria, de ideas y de valores?
-Estoy convencido. Los recortes que estamos sufriendo no son solo económicos, son también recortes éticos. Creo que hay una falta de solidaridad muy fuerte, han triunfado unas ideas que tienen mucho que ver con el egoísmo personal, con el sálvese quien pueda. Se está perdiendo una idea de comunidad en la que los unos somos responsables de los otros, y por eso muchas de las conquistas del estado del bienestar y la socialdemocracia se están perdiendo. Si alguien se atreve a reivindicar algunos de los valores fundamentales de la sociedad se arriesga a ser considerado como un extremista. Pero es que la democracia surge por la soberanía de los ciudadanos que eligen políticos que los representen y estamos viendo que sucede todo lo contrario, los políticos representan a los mercados financieros y a los intereses especulativos.
-¿Uno de los síntomas es que la derecha se haya apropiado de la palabra libertad? ¿Le inquieta?
-Es muy inquietante. Eso se debe también a los errores de la izquierda, que ha renunciado a defender la palabra libertad. La izquierda ha caído en eso de que el fin justifica los medios y ha intentado justificar algunas dictaduras en nombre de los derechos sociales futuros que prometían. Es un gravísimo error porque se ha olvidado la dimensión social de la palabra libertad. Ahora, cuando se habla de libertad, se habla de individualismo, que cada uno haga lo que quiera, un poco la ley de las más fuerte que impone el neoliberalismo en la economía y en la vida. Yo creo en una libertad de expresión que no se base solo en que cada uno pueda decir lo que quiera sino que aseguremos marcos sociales en los que sea posible informar con veracidad. Pero hemos renunciado a eso. No es lo mismo la libertad de expresión que la expresión en libertad ni tampoco la libertad de educación con la educación en libertad.
-¿'Un invierno propio' ha surgido de las tripas, es su libro más visceral?
-Es un libro que quiere mirar al porvenir y sale en buena parte de la indignación. El anterior libro que publiqué, Vista cansada, lo escribí al cumplir 50 años. Quería hacer un inventario de mi experiencia histórica y mi experiencia biográfica. Lo que pretendo ahora es mirar al porvenir y necesito un equipaje que me acompañe, y ese equipaje no puede ser más que una reivindicación de la conciencia crítica porque las cosas están muy mal, las democracias se están quedando huecas por dentro, los ciudadanos están perdiendo la soberanía, hay una imposición de una ética basada en el egoísmo donde cualquier equilibrio social interrumpe al mercado y a los que más tienen. A eso hay que darle respuesta y yo quiero dársela a través de la poesía porque es mi territorio y porque estoy convencido de que además de un debate de ideas hay que reivindicar también los sentimientos.
-Precisamente tiene un verso que dice: "Yo quiero un respeto de cristal". Pese a este discurso social hay también en su invierno propio mucho de 'Habitaciones separadas'.
-Yo creo que este libro tiene que ver mucho con Habitaciones separadas porque lo escribí en un momento de crisis, las ilusiones colectivas me habían defraudado y algunas banderas en las que había creído las consideraba fracasadas. Yo expulsé a los sueños de mi casa. Pero enseguida tuve miedo de convertirme en un cínico, el gran peligro de la sociedad contemporánea. No creemos en nada, lo relativizamos todo, no hay valores ni jerarquía ética, y temí convertirme en un cínico. Pero llegué a un pacto conmigo mismo, no echar a los sueños de mi casa pero dormir en habitaciones separadas para cuando me ponga muy cínico los sueños me llamen la atención y cuando se ponen ellos muy ingenuos yo les llamo la atención. Y esa es la perspectiva que yo desarrollo ahora en Un invierno propio. Cogí el título de un verso de Meléndez Valdés que decía: "El invierno es el tiempo de la meditación".
-Uno de los poemas comienza así: "Mi nombre es Luis/ soy español/vivo en Madrid/ número 1, calle Larra". ¿Con la crispación qje hay en el ambiente es conveniente dar tantos detalles?
-El libro necesitaba plantearse desde el principio como una indagación en la propia identidad, cuestionarme la educación que he recibido, las responsabilidades que tengo en mi comportamiento para a partir de ahí ir planteando algunas de las cosas que me ha enseñado la poesía y que me ayudan a dar respuestas al mundo. Este es un poema que al principio juega con las frases que todos aprendemos al estudiar idiomas, esas frases que repetimos de me llamo tal, tengo tantos años, vivo en tal sitio...
-Tres de sus grandes maestros son sin duda Rafael Alberti, Francisco Ayala y Ángel González, maestros que además fueron íntimos amigos. Cada uno de ellos adoptó una postura distinta ante sus crisis respectivas. ¿Qué ha escogido usted de ellos para afrontar su invierno propio?
-Hay un poema en el libro que se titula Tan peligroso como un joven sin memoria es un viejo cascarrabias y es un poema que le dedico a mis maestros. Yo siempre he buscado a los mayores. Siempre he dicho que el autor aprende mucho cuando se pone en la piel del lector y que el lector descubre su propio rostro cuando hace suyos los argumentos de un autor. El amor de un poema no tiene sentido si el lector no lo convierte en su propio amor. Cuando yo me acerqué a mis maestros me enseñaron mucho de Historia y de Literatura, pero sobre todo me enseñaron a respetar a los jóvenes y al futuro. Yo no me daba cuenta pero gente muy mayor trataba con mucho respeto a un jovencito que estaba empezando y con eso me estaban enseñando a tratar con respeto al futuro. Yo aprendo mucho entre los poetas jóvenes, les observo con mucha atención. De Francisco Ayala aprendí la dignidad y la conciencia, el saber que no hay ningún tipo de ideología por encima de una conciencia individual y que por mucho que nos identifiquemos con un partido político no puede haber una consigna superior a nuestra propia conciencia. Por mucho que nos identifiquemos con una tierra no puede haber una consigna patriótica por encima de nuestra conciencia. Rafael Alberti me enseñó a no ser sectario, era un poeta que le gustaba tanto la poesía más pura como la comprometida, la poesía más radical de vanguardia y la tradicional, disfrutaba tanto de San Juan de la Cruz como de Mayakovski. Ángel González, entre otras muchas cosas, me enseñó que la conciencia crítica no puede confundirse con el panfleto, que un poema debe ser un acto de conciencia y una experiencia estética, que los buenos contenidos no justifican una obra de arte porque no se puede perder la posibilidad de matiz, de emoción y de sutileza por culpa de una consigna.
-Hablando del respeto a los jóvenes, menciona continuamente en su blog a su hija Elisa, mirando continuamente a través de sus ojos.
-Creo en el diálogo y cada vez soy más partidario de tener en cuenta que la idea de comunidad no se va sostener si no hay una conciencia clara del diálogo entre generaciones. Yo intento en la medida de lo posible dialogar con mi hija para comprender cuál es su mundo y al mismo tiempo comunicarle mis inquietudes. Tengo claro que la realidad que vive mi hija es completamente diferente a la mía. Yo viví en una Granada todavía muy provinciana en un país todavía subdesarrollado que cargaba los trenes de emigrantes. Mi hija vive ahora en un país instalado en el capitalismo desarrollado. No solo ha habido un cambio político al pasar de una dictadura a una democracia sino también una cambio antropológico porque nos han cambiado los sentimientos. Yo sería un estúpido si considerara que mi hija debe responder al mundo con los valores que yo aprendí porque mi mundo era un mundo distinto. Pero al mismo tiempo sigue siendo necesaria una respuesta ética. Me considero en la necesidad de transmitirle mis inquietudes y los ojos con los que yo miro la realidad.
-En cuando a los títulos de los poemas tiene algunos que son instrucciones de viaje, como un GPS vital: 'La verdad no es punto de partida', ''La poesía solo existe como una forma de orgullo'...
-Como se trataba de componer un equipaje ético los títulos tienen voluntad de aforismos. La poesía me ha enseñado que la verdad no es un punto de partida y eso es muy útil para combatir a los dogmáticos que quieren imponer sus señas de identidad. Si uno quiere ser dueño de su propia opinión debe hacer un ejercicio de distanciamiento de los lugares comunes, de quitarnos las gafas que nos han obligado a ver el mundo de una mirada determinada. Al final, la verdad se convierte en una conquista, en un punto de llegada.
-Se ha convertido en uno de los blancos preferidos de los medios de comunicación de la derecha . ¿Cómo se toma esta animadversión?
-Leo los comentarios de lo que escribo en internet y soy muy consciente de que hay gente que está convirtiendo internet en un vertedero. De pronto la gente opina lo primero que se le ocurre y opina con una calumnia. La gente se acomoda a pensar de una manera determinada y le resulta más fácil responder con un exabrupto que entrando en un debate de ideas. La extrema derecha me llama de todo pero también hay una izquierda dogmática que me llama de todo por no atenerme a sus consignas. Muchas veces se le da demasiada importancia a eso porque si uno escribe un artículo a lo mejor hay 15 comentarios que son barbaridades, pero otros te comentan razonablemente lo que les ha parecido. Pero la labor del intelectual no es ser simpático sino defender lo que uno cree, y eso molesta a muchas personas. Internet tiene mucho que ver a veces con la ética del triunfo.
-Siendo optimistas, ¿llegará 'Una primavera propia'?
-Pues en este libro hay mucho de celebración. Uno de los poemas se titula En cada invierno hay un calor hecho a nuestra medida. Me parece que hay ámbitos por los que se debe apostar. La reivindicación del amor es importantísima porque el amor, más que cerrarnos los ojos, nos hace conscientes del otro. Por una parte aprendemos a saber lo que somos pero por otro lado aprendemos a reconocernos en el otro. El ámbito de la amistad y de los maestros literarios también son importantes, son ámbitos de celebración que acompañan mi soledad para seguir creyendo en las cosas. Espero que haya una primavera y que no sea como la de Praga, que no acabe invadida por lo tanques.
-¿Echa de menos a sus alumnos en la UGR?
-Pues claro que sí. En la Universidad de Granada he pasado los mejores años de mi vida y quiero mucho amis alumnos, con los que sigo teniendo contacto. Pero estoy en excedencia porque cuando hay lugares que huelen mal porque se han convertido en un vertedero es mejor mantenerse a distancia. Cuando las cosas vuelvan a ser razonables nada me hará más ilusión que volver a las clases.
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