La posiciones inestables de una buena escultura

Las formas esféricas de este escultor desentrañan arbitrarias formas a partir de las circunferencias en las que se han dividido, cortado o sesgado

Bernardo Palomo

29 de septiembre 2014 - 05:00

La historia de la Galería Arrabal y Cia es absolutamente interesante. Desde su fundación por Pepe Arrabal y Alejandro Gorafe se convirtió en un espacio artístico totalmente diferente y con un especialísimo sello propio, dimanado en su mayoría por la convincente capacidad de actuación, distinta y llena de entusiasmo a contracorriente, de sus dos principales valedores. No ha sido, ni mucho menos, la típica galería al uso, esa que ya ha demostrado con creces que sus planteamientos están, al menos y por no ser excesivamente cruel, cuestionados. Las actuaciones llevadas a cabo en las salas del granadino Callejón del Señor siempre han tenido unos objetivos no tan prosaicos como los que eran habituales en el comercio de lo artístico. Sus procesos expositivos han estado aderezados con una mayor atención, con una acusada emotividad, con un especial tratamiento hacia los autores, amigos y cómplices de la galería, de Pepe y de Alejandro, de los habituales a un espacio que era casi como de todos.

El pasado invierno fallecía, de forma repentina, Pepe Arrabal. El hueco humano dejado era inmenso. Cubrir la pérdida se hace imposible. Pero Arrabal y Cia tenía -debía- que seguir adelante. El mundo de lo artístico granadino se movilizó y muchísimos han sido los que han contribuido con una cantidad simbólica -cinco euros al mes- a que la galería siga manteniendo su especialísima filosofía. La galería no obtiene beneficios por la ventas de las obras, con lo cual el sistema repercutirá en los propios artistas y en los posibles compradores. Habrá, por tanto, una humanización, racionalidad y sensatez del comercio artístico; algo que era totalmente necesario, por la excesiva frialdad, elitismo, divismo y, si se me apura, hasta tontería que existía en muchos de los galeristas habituales.

Después del merecidísimo homenaje a Pepe Arrabal y a su obra, última exposición de la temporada anterior, la presente, primera de esta nueva época, comienza con la obra del escultor José María Leyun cuyo trabajo se encuentra poseído de los postulados de una escultura que siendo nueva, sostiene con fuerza los planteamientos del trabajo escultórico de siempre. Una colección de obras realizadas con variados soportes nos descubren a un escultor escultor; algo que, en los tiempos que corren, es bastante difícil de encontrar. La obra de este artista nos sitúa en los esquemas de, en primer lugar, un sabio conocedor de la materia, un manipulador de la forma a la que quiere extraer todas sus máximas posibilidades; en segundo lugar, de un diseñador de los espacios; porque José María Leyun, además de las propias superficies que la obra posee, busca, desde ellas, generar áreas nuevas que interactúen sobre la propia escultura y sobre la mirada expectante e inquisidora del que la observa.

La escultura de este artista se fomenta desde un juego sistemático de la estructura geométrica y la descomposición que ella puede provocar; sobre todo desde las infinitas posibilidades que se pueden conseguir mediante el establecimiento de un sistema modular que genera interminable posiciones. Las formas esféricas desentrañan arbitrarias formas a partir de las circunferencias en las que se han dividido, cortado, sesgado y hasta desprendido, haciendo que el resultado formule, a veces, inestables superficies que redundan abiertamente en un nuevo desenlace formal.

La obra que se expone en la galería del Realejo granadino responde a los intereses que siempre animaron la existencia de este espacio donde el adocenamiento y los registros repetidos que tanto abundan en nuestro arte, están totalmente superados. La escultura de José María Leyun, desde la suprema formalidad de los materiales utilizados, el vidrio, el acero inoxidable, el mármol o el espejo, nos sitúan en los estamentos de una gran escultura donde cada pieza, con sus reflejos, su inestables posiciones, sus diferentes puntos de vista, sus huecos que provocan presencias, sus transparencias que atrapan, a su vez, los límites del entorno, abre los horizontes de la mirada y desentraña nuevas realidades físicas.

Mucho acierto el de Alejandro Gorafe, al haber elegido la obra de este artista para inaugurar un nueva temporada de una galería a la que, desde todos los sectores, le tenemos un especial cariño y una absoluta confianza.

stats