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El presente de las tertulias lorquianas

  • Muchos de los locales en los que se reunían los jóvenes poetas del 27 se mantienen en la actualidad, otros han desaparecido

Aún hoy se pueden seguir los pasos de la prolija Generación del 27 en las calles de Granada. Esta ciudad que fue cuna y féretro de uno de los poetas más relevantes de este grupo literario, como Federico García Lorca, acogió las tertulias y reuniones cotidianas de estos genios de las letras y las artes. Su huella sigue impresa y algunos de los locales que frecuentaban siguen conservando su función y aspecto de principios del siglo XX, aunque otros han cambiado totalmente.

La tradición de las tertulias literarias granadinas tuvo su momento de auge en el romanticismo. La literatura se cocinaba en los cafés, los periódicos, los cármenes del Albaicín y las rutas naturales alrededor de la Alhambra. Joaquín Afán de Ribera, Ángel Ganivet o Luis Seco de Lucena fueron algunos de los intelectuales finiseculares que formaron parte de la llamada Cofradía del Avellano que impulsó la vida cultural granadina. Afán de Ribera también era conocido por sus tertulias literarias en la Academia del Carmen de las Tres Estrellas, de su propiedad.

Estos fueron maestros y promotores en muchas ocasiones de los jóvenes del 27 que también frecuentaban estos lugares de reunión. El restaurante Sevilla, justo al lado de la Catedral, era el centro de avituallamiento de los jóvenes, tal y como afirma el poeta y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras, Álvaro Salvador Gofre. Es conocida la anécdota ocurrida entre Lorca y Dámaso Alonso en este local. El joven Federico gastó una broma a su compañero de generación al hacer aprender a un camarero del restaurante un poema de Góngora que le hizo recitar delante de Dámaso a quien previamente le había dicho que en Granada no era necesario recuparar al maestro barroco porque hasta la gente de la calle lo conocía. El asombro de Dámaso se cubrió con risas y alguna copa de buen vino, como era costumbre en ese grupo de amigos.

La Acera del Casino fue transitada innumerables veces por los jóvenes de la Edad de Plata. Lorca vivía en la zona y era fácil cruzárselo por esa calle; "pero más fácil era encontrarlo en los locales de la zona como el Café Alameda y el restaurante Chikito, en la Plaza del Campillo", señala Salvador. José Mora Guarnido, en su obra Federico García Lorca y su mundo . Testimonio para una biografía, describe que el mismo local acogía por las mañanas a obreros y trabajadores de los negocios y por las tardes y noches a aficionados del toreo y la música. Detrás de un tablao en el que se ofrecían conciertos de cuerda, se situaban los "rinconcillistas"; este grupo de jóvenes que desde muy pronto despuntaron por su calidad artística y literaria.

Otro de los lugares frecuentado por Lorca era el Dispensario de Aguas de Lanjarón, en la Calle Reyes Católicos -ahora una agencia de viajes-; tal vez antes de ir al antiguo Royal en la plaza del Carmen -ahora una tienda de ropa-, o al antiguo Suizo, reconvertido en un local de una cadena de comida rápida.

El Teatro Cervantes y el Ateneo situado en su último piso, eran también visitado por estos jóvenes. Hoy no queda más que el nombre del edificio enmarcando la puerta de entrada a las viviendas. Otro lugar muy transitado era la tertulia organizada por Ángel Barrios en su casa de la Calle Real de la Alhambra y las noches flamencas en el bar El Polinario, propiedad de su padre, Antonio Barrios.

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