Entre la razón y el lirismo

La OCG y Christian Zacharias ofrecieron este fin de semana un programa inteligente y simbólico, que recorrió varios títulos "secundarios" de grandes artistas

El programa de actividades educativas de la OCG para este curso contará con 34.000 espectadores

Un momento del concierto ofrecido este fin de semana.
Un momento del concierto ofrecido este fin de semana. / OCG

La Orquesta Ciudad de Granada ofreció este fin de semana a uno de sus directores invitados principales. Christian Zacharias, pianista y director de reputación indiscutible, regresó al podio granadino —y al teclado— para afrontar un programa tan inteligente como simbólico: un recorrido por tres “segundos” títulos de Schoenberg, Beethoven y Schubert, unidos por la idea del equilibrio y la madurez creadora. En manos de Zacharias, el “número dos” se convirtió en un emblema de plenitud artística, un diálogo entre razón y sentimiento que la OCG asumió con admirable entrega. La velada estuvo copatrocinada por las principales asociaciones melómanas de la provincia: la Asociación Amigos de la OCG, Mecenas OCG y la Asociación Musical “Acorde” de la costa granadina.

El planteamiento no era casual. Las tres obras elegidas no son simples ejercicios de juventud de sus autores, sino que constituyen en sí obras de tránsito, donde cada uno de los compositores del programa consolidaron un lenguaje y una identidad. Zacharias, que desde hace años combina la reflexión filosófica con la práctica musical, supo extraer de ese itinerario un hilo conductor: la búsqueda de la transparencia. A su manera, el maestro alemán ofreció una verdadera poética de la medida y toda una lección de contención expresiva que, sin renunciar al fervor de cada página, subrayó el valor de la forma como vehículo de emoción.

La Sinfonía de cámara núm. 2 de Arnold Schoenberg abrió la velada con una tensión sostenida desde la primera nota. Zacharias optó por un enfoque analítico, casi quirúrgico, que permitió escuchar con claridad la arquitectura interna de la obra. Las maderas, finamente equilibradas, dibujaron con melancolía la línea melódica, entrelazada a menudo con las cuerdas, que aportaron una densidad flexible al juego de melodía de timbres tan característico en el primer Schoenberg. El Adagio se desplegó como una elegía suspendida, de una belleza severa, y en el Con fuoco posterior el discurso cobró impulso sin caer en el dramatismo excesivo. Lo admirable fue cómo Zacharias consiguió hacer comprensible una música tan introspectiva, sin renunciar a su misterio. La OCG, atenta a cada respiración, logró un sonido camerístico en el que se reconocía tanto la disciplina como la implicación emocional de los músicos.

OCG: Espacio sinfónico

Programa: Arnold Schoenberg, Sinfonía de cámara núm. 2 op. 38; Ludwig van Beethoven, Concierto para piano núm. 2 en Si bemol mayor op. 19; Franz Schubert, Sinfonía núm. 2 en Si bemol mayor op. D. 125.

Orquesta Ciudad de Granada

Director y solista: Christian Zacharias (piano)

Lugar y fecha: Auditorio Manuel de Falla, 07 de noviembre de 2025

Clasificación: 5 estrellas

El paso a Beethoven trajo consigo un cambio de luz y atmósfera. El Concierto para piano núm. 2 en Si bemol mayor, escrito antes del primero pero revisado en la madurez, sonó como un ejercicio de equilibrio clásico. Zacharias abordó el teclado con una elegancia natural, sin afectación ni gestos de vanidad. Su interpretación combinó el toque cristalino con un fraseo lleno de intención, a la par que dirigía desde el teclado una orquesta equilibrada y atenta siempre al diálogo motívico. En el Allegro con brio, la orquesta y el solista realizaron un ejercicio de intercambio melódico de una fluidez mozartiana; en el Adagio, el tiempo se detuvo en un canto de introspección donde cada nota parecía tener peso moral; y en el Rondo. Molto allegro, el humor beethoveniano emergió sin estridencias, con un sentido de la proporción admirable. El público respondió con silencio atento —ese silencio que sólo se produce cuando hay concentración y belleza— antes de estallar en una ovación sincera. La insistencia del aplauso persuadió a Zacharias para ofrecer, fuera de programa, Les Tours de passe-passe, una pieza del cuarto libro para clave de François Couperin.

Tras el descanso, la Sinfonía núm. 2 en Si bemol mayor, D 125, de Franz Schubert, aportó un contrapunto juvenil a la velada. Zacharias dirigió sin mirar la partitura, con gestos mínimos pero elocuentes, guiando a la orquesta hacia una versión de gran claridad estructural. El Largo–Allegro vivace inicial se escuchó con un pulso vital que recordaba la ligereza de Haydn y la energía de Rossini. El Andante, con su sucesión de variaciones, fue un modelo de lirismo controlado, donde la cuerda cantó con elegancia y los vientos aportaron luminosidad. Por su parte, en el Menuetto optó por un ataque con brío rítmico, casi un scherzo beethoveniano, contrastado por un trío de exquisita delicadeza en los solos de oboe, trompa y violín; y el Presto vivace final se convirtió en una verdadera fiesta sonora, resuelta con un entusiasmo juvenil que no excluyó la precisión.

El conjunto del programa reflejó la mejor versión de la Orquesta Ciudad de Granada: empaste cuidadoso, equilibrio dinámico y una capacidad de adaptación admirable a los distintos lenguajes propuestos. Zacharias, con su estilo sobrio y reflexivo, logró unificar tres universos sonoros bajo una misma mirada estética, donde el rigor técnico nunca fue enemigo de la emoción. El público, numeroso y atento, demostró con sus prolongados aplausos ser conocedor del privilegio que supone haber presenciado una velada excepcional, como así lo es cada vez que nuestra orquesta nos regala momentos musicales tan elevados. Zacharias, siempre discreto, respondió con un gesto de gratitud y una sonrisa sincera. Fue, en definitiva, un “homenaje al número dos” que ascendió al rango de primero. Porque cuando el arte se expresa con tanta naturalidad, la jerarquía se disuelve, y lo que queda es la emoción pura de una orquesta que ha hecho de la madurez su lenguaje y de la inteligencia su virtud.

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