El recuerdo de una noche de verano

Los alumnos del Curso de Interpretación Musical, junto a la OUGR, clausuraron el FEX El Manuel de Falla fue el espacio escogido para la actuación final

Ejecución de una orquesta repleta de juventud bajo la dirección de Gabriel Delgado.
Ejecución de una orquesta repleta de juventud bajo la dirección de Gabriel Delgado.
Isaac J. Martín Granada

16 de julio 2014 - 05:00

En una de las cumbres más famosas de Granada se interpretó el intermedio del sainete La suerte, del homenajeado en este festival y aclamado compositor y guitarrista granadino Ángel Barrios. Anoche todo hizo recordar el nombre de esta bella ciudad: empezando por un homenaje al compositor con la interpretación de una de sus obras en el auditorio Manuel de Falla, el más emblemático de toda la capital y, lo más importante, representado por los alumnos del Curso de Interpretación Musical dentro de la edición de verano de los ya conocidos Cursos Internacionales de Manuel de Falla junto a la Orquesta Universidad de Granada que les brindó su apoyo para afrontar este repertorio, que también incluyó la Sinfonía número 6, conocida como La Patética, del compositor ruso Tchaikovsky.

Alumnos procedentes de varios rincones de España integraron el elenco de esta actuación. Han recibido tanto clases individuales, como en grupos de cámara y lecciones orquestales bajo la batuta del director canario Gabriel Delgado. Una semana sin descanso para estos estudiantes que año tras año, repiten en el curso de Interpretación con un profesorado conocido en el círculo clásico: Kevork Mardirossian y Stefan Arzberger al violín, Ben-Ziony como profesor de viola y el violonchelista andorrano Lluis Claret como maestro de su instrumento, entre otros.

La extensión del Festival de Música de Granada (FEX) no pudo acabar de mejor manera. El sonido de Granada retumbó por ese renovado auditorio que lleva el nombre de unos de los compositores que más amó esta tierra. Ese tributo a la ciuda fue rendido por una calidad que promete. No son profesionales aún pero la savia nueva es la calidad del mañana. Sin embargo, el mañana se convirtió en el ayer ya que los alumnos del prestigioso curso junto a la OUGR supieron desenvolverse y complementarse perfectamente. Y es que, a pesar del poco tiempo que han tenido para preparárselo y el cansancio acumulado de unos días intensos, estos jóvenes clausuraron el Festival de un modo profesional.

En una hora derepresentación, la orquesta comenzó con el intermedio del sainete La Suerte, del compositor granadino Ángel Barrios. Un sainete que se convirtió en una de las obras más importantes del legado del compositor granadino que se estrenó en el teatro Apolo de Madrid hace ya 90 años para una obra original de los hermanos Quintero.

Una puesta en escena especial de un riguroso negro y una antítesis total con la obra que le seguía. Mordentes de influencia española con toques de castañuela que abrían este último concierto del festival. Alegre, rimbombante, en definitiva, una obra española con pasajes complicados que recordaban al compositor español Sarasate. Diez minutos que terminaron con un golpe seco de la percusión.

Tras unos fuertes aplausos por parte de un público que aparentemente llenó el auditorio con el incentivo de ser gratuito, llegó La Patética de Tchaikovsky, la última y misteriosa sinfónía que escribió el compositor ruso. Más que lamento o dolor, esta sinfonía significaba emoción y pasión. Como anécdota, una semana después del estreno de esta sinfonía, el compositor ruso se suicidó.

Sin embargo, la actuación de la orquesta resucitó este improvisado requiem con unos intensos graves inaugurales gracias al poderoso solo del fagot. En el mismo movimiento pasó del adagio al allegro con varios pasajes pregunta-respuesta que le daban dinamismo y una grandiosidad proporcionada por la fuerza de los vientos y los correteos de las cuerdas. Golpes musicales escondidos que el público no esperaba acompañados de unos pequeños brincos de su asiento. Además de contrastes de fortissimos y pianos constantes que mantenían despiertos y atentos a unos espectadores, entre ellos la hija de Ángel Barrios, que acabaron encantados con el concierto.

Los dos movimientos siguientes eran dos allegro que fueron resueltos estupendamente con una soniridad que llegó hasta la última fila. Para concluir, el adagio lamentoso, que es la predicción de un final anunciada desde el principio de la obra. Una cadencia final que lloraba y pedía a gritos su desenlace, tal y como el compositor ruso se sintió antes de su trágica muerte.

Rememorando una frase del novelista francés George Bernanos: "cuando la juventud pierde entusiasmo, el mundo se estremece". Así es que la calidad de los jóvenes, como se demostró en la noche de ayer, sigue siendo la promesa del mañana .

Un año más con este increíble trabajo se cierran los Cursos Internacionales Manuel de Falla y el Festival de Música y Danza.

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