Un regalo lleno de nostalgia

Víctor Manuel y Ana Belén enternecen al público con sus mayores éxitos de la memoria sentimental y las versiones de su último trabajo conjunto

Un regalo lleno de nostalgia
Un regalo lleno de nostalgia
R. Albertus Granada

26 de septiembre 2015 - 05:00

Víctor Manuel y Ana Belén -de nombre Mari Pilar Cuesta- siguen vivos. Se cumplen 30 años desde la salida de su primer disco y siete desde que no iban de gira. Las etiquetas hablan de la mejor pareja musical o los encumbran como iconos de la canción popular española. A través de su público, el dúo certifica que no solo le escuchan los de su generación, sino que el repertorio interpretativo incluye los suficientes clásicos como para calar entre una parte de un público joven. Además, no escapan del fenómeno fan. Un par de días estuvieron tres tiendas de campaña orilladas junto al Palacio de los Deportes de Granada. Si a eso se le suma que su último trabajo, Canciones regaladas, revisita éxitos de Cohen o Alaska y que la voz suele envejecer deseablemente mejor que la piel, los prolegómenos a su despedida se alargan. Y claro, a través de los sobrenombres de Ana Belén y de su cambiante vinculación política -cantan también Todo cambia, del músico chileno Julio Numhauser- se atraviesa una generación que va desde "la sonrisa del PCE" a la campaña de la ceja pasando por ser "la musa de la Transicion".

Víctor Manuel ya había hecho conciertos que recorrían su repertorio más conocido. Ana Belén, que sigue teniendo ese tono dulzón, también. Fue un concierto con un público más de susurro que de canto al unísono de cada tema, más de pasos leves que saltos. Casi como una pesada timidez del público, de la que se desprendió algo en Peces de ciudad y se rompió con su canción más famosa: La puerta de Alcalá.

Esa fragilidad casi impostada de Ana Belén -frente, o de la mano del tono varonil de Víctor Manuel- resolvieron un concierto que trajo recuerdos de otro tiempo. Instrumentos de cuerda junto a una percusión leve y clásicos apuntalaron cada canción, desde El Padre Antonio y el Monaguillo Andrés (de Rubén Blades), con unas guitarras afiladas que no terminaban de soltarse. La sensación de que los prolegómenos a su despedida sigue extendiéndose.

Aquello de "la calle desierta/la noche ideal",volcóla canción de Alaska casi en tema propio. Tambien hicieron propio uno de los temas más versionados, Aleluya, de Leonard Cohen, sin perder ese aura celestial, donde un riff entrecortado junto a sus voces fue uno de las mejores interpretaciones de la noche. Y en el repertorio más remilgado ganó por fuerza Quiéreme tal como soy (basado en Just the way you are de Billy Joel), donde la misma mirada cómplice de los posados de la pareja se trasladó al escenario.

Lía de Ana Belén enterneció. Y Solo le pido a Dios recibió una de las mayores ovaciones. Luego Cómo voy a olvidarme, donde se reclama justica para los fusilados durante la guerra civil, fue la canción más reivindicativa ("solo olvidan los bobos que reescriben la historia / para olvidarlo todo"), sin abandonar el tampoco abondaba en ese regalo que dieron al público, un concierto lleno de nostalgia y un viaje que rompió en un aplauso que pareció durar tanto como el directo. Y fueron más de dos horas.

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