En el regazo del viejo León

La Facultad de Traducción acoge este viernes el libro 'Traducir a Tolstói: Viaje emocional a Yasnaia Poliana', de Joaquín Fernández Valdes

Imagen de archivo del escritor León  Tolstói
Imagen de archivo del escritor León Tolstói / GH
Nina Kressova - Coordinadora del Centro de Culturas Eslavas de la Universidad de Granada

14 de febrero 2025 - 01:59

Granada/Guerra y paz tiene alrededor de 1.500 páginas y más de 500 personajes. Lev Tolstói tardó seis años en escribirla y a Joaquín Fernández Valdés le llevó cuatro años traducirla. Hay matrimonios que duran menos.

En su libro Traducir a Tolstói. Viaje emocional a Yásnaia Poliana (Báltica, 2024) Joaquín relata el camino que recorrió “aquel niño extrañamente fascinado con Rusia” hasta convertirse en traductor de Guerra y paz (Alba) y vivirla –disfrutando y sufriendo a medias, palabra por palabra– hasta el último párrafo de la novela.

Al igual que los españoles te preguntan si eres del Barça o del Madrid para forjarse una opinión sobre una persona, los rusos suelen decir: “¿Eres de Tolstói o de Dostoievski?”. Dice Joaquín que después de una breve luna de miel con la obra del creador de Crimen y castigo, regresó al regazo del viejo león atraído por la luz “inmensa e inabarcable” de Tolstói. Gracias a ese retorno, lectores en lengua castellana de ambos hemisferios pudieron acceder al texto del genio ruso que estuvo en el origen del movimiento de “no violencia” de Mahatma Gandhi, El Reino de Dios está en vosotros (Kairós). También conocieron escritos tolstoianos sobre el vegetarianismo (El primer peldaño, Kairós) y su primera novela Felicidad conyugal (Ediciones invisibles).

Portada del libro.
Portada del libro. / Báltica

La traducción de Guerra y paz ha sido un trabajo titánico que ha supuesto para Fernández Valdés un reto casi insoportable en su inicio y una despedida casi dolorosa al final. ¿Por qué hacía falta una nueva traducción después de la icónica versión de José Laín Entralgo y Francisco José Alcántara (1979, Argos Vergara) revisada en profundidad por Lydia Kúper? La respuesta es clara: ninguna traducción es perfecta y ambas, hechas con la cabeza y el corazón de excelentes conocedores de la lengua rusa, reconstruyen el mundo del original de forma diferente. Se complementan entre sí y por ello también habrá lectores que prefieran una a la otra y viceversa. Siendo un traductor “tan lento como obsesivo y meticuloso”, Joaquín Fernández Valdés traduce por primera vez aquellas traducciones que hizo Tolstói de sus propios textos en francés o reproduce el rotacismo del carismático oficial y jefe de los guerrilleros, Denísov. De esa forma, la experiencia de los lectores se aproxima mucho más a la que desde siempre ha tenido el público ruso.

Un traductor puede darle a un autor y a su obra otra vida en un idioma distinto; pero también puede vetarle la entrada al mundo de ese idioma. A propósito de esto Joaquín menciona el caso de la célebre poesía de Pushkin, que recitada en ruso suena como “música celestial” y leída en traducción queda convertida “en una cancioncilla infantil”. A veces la misma lengua hace imposible esa reencarnación porque su sistema gramatical, léxico o sintáctico esté demasiado alejado del original. Pero otras veces ocurre el milagro y el gigante se levanta en todo su esplendor en el país de letras extranjeras y ello se lo debemos al traductor que se deja la vida y el alma en una obra que nunca será suya.

El libro Traducir a Tolstói irradia una luz y un calor llenos de amor por la humanidad y la belleza de la obra tolstoiana y de la literatura rusa. También es importante por hablar de la figura del traductor y su trabajo a la sombra del autor. Después de su lectura quizás nos fijemos más en la portada y tratemos de recordar el nombre de la persona que nos abre un nuevo horizonte.

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