67 festivaL DE MÚSICA Y DANZA

El reto Debussy

  • Heras-Casado inicia hoy el ciclo dedicado al compositor francés en el centenario de su muerte

  • En la historia del Festival está el sublime recital de Gieseking o el insípido 'Fauno' de Karajan

El director granadino inaugura hoy la nueva edición del Festival de Música y Danza.

El director granadino inaugura hoy la nueva edición del Festival de Música y Danza. / Renske Vrolijk

Debussy vuelve, una vez más, al Festival, plenamente justificado en el año del centenario de su muerte. Pablo Heras-Casado inicia esta noche en el Palacio de Carlos V el ciclo, con la orquesta Les Siècles, con tres obras que se programaron hace seis años, con motivo del 150 aniversario del nacimiento del compositor galo: Preludio a la siesta de un fauno, El mar e Iberia, esta última obra que, en aquél aniversario, interpretó la Orquesta Nacional bajo la dirección de Josep Pons, que incluyó la versión de concierto de La vida breve, de Falla. En el segundo concierto de Les Siècles, dirigida por su titular François-Xavier Roth, escucharemos la Marcha escocesa sobre un tema popular, Jeux y Nocturnes. Después, entre otras partituras, Pierre Laurent nos ofrecerá el Debussy pianístico de Tombeau aClaude Debussy, Images, libro I y II, y 12 Etudes. Patricia Patibon y Susan Manoff abordarán, en un recital de canto y piano, piezas del maestro y sus discípulos Satie, Celvet y Poulenc. También veremos, por las estrellas y solistas de la Ópera de París -compañía tantas veces admirada en el Generalife-, la versión escénica de L'apres-midi d'un faune, entre otras pinceladas dedicadas a la obra del músico galo. Aunque falten sus obras corales y dramáticas, nos quedaremos con sus creaciones más conocidas y prodigadas en el Festival.

Pero Debussy no admite la mediocridad de interpretaciones, que en otros autores, puede resultar soportable. Su música ha llenado muchas páginas del Festival. Recuerdo -esta vez no como crítico, sino como jovencísimo aficionado y pianista recién salido del Conservatorio-, el memorable recital que el 27 de junio de 1957 nos ofreció Walter Giseking en el Patio de los Arrayanes -cuya grabación guardo como un tesoro-, dedicado íntegramente al compositor galo, en el que no faltaban sus referencias granadinas, que comenté el pasado domingo, de La soirée dans Grenade y La Puerta del Vino. Como ocurrió, años antes con un jovencísimo Joaquín Achúcarro y con tantos pianistas extranjeros y españoles, como el más reciente Javier Perianes.

En el capítulo sinfónico mencionaré el Preludio a la siesta de un fauno que interpretó, entre tantas otras orquestas y directores, la Filarmónica de Berlín, dirigida por Herbert von Karajan, que, por cierto, decepcionó al crítico, que llegó a escribir sobre el gran mito y su versión el 3 de julio de 1973: "Karajan nos ofreció un Debussy triste y desencantado. Todo el misterio, gracia, elocuencia de L'aprés midi d'un faune quedó ahogado en un empastre orquestal purista e híbrido. Parecía increíble que al frente de un excepcional conjunto estuviese un gran maestro. Era, en realidad, una pura máquina, desprovista de elocuencia". La más reciente interpretación de la obra que abre el ciclo debussyano, fue en la 61 edición, por la Royal Philharmonic Orchestra, dirigida por Charles Dutoit, que también interpretó La mer, con un notable acercamiento sutil.

La tiranía de los centenarios nos obliga a repetir programas y consideraciones, entre ellas su tiempo. En este aspecto hay que señalar que entre el año del nacimiento del compositor -1862, en Saint-Germain-en-Laye- hasta sus primeros pasos musicales ocurren acontecimientos culturales tan importantes como los estrenos de Tristán, Los maestros cantores o El ocaso de los dioses, de Wagner; La fuerza del destino, Don Carlo y Aida, de Verdi; Victor Hugo escribe Los miserables; Dostoyevski La casa de los muertos; Verlaine los Poemas saturnianos, mientras los pintores Renoir, Manet y Degas asombran y ofrecen un mundo lleno de sugerencias y rupturas. Éstas circunstancias rozan a un joven que en 1872 ingresa en el Conservatorio de París y no escribe su primera melodía Noche estrellada, hasta 1878, coincidiendo con su viaje a Viena y Moscú, de la mano de la señora von Meck, admiradora de Chaikovsky, que no le influiría demasiado, aunque sí el Boris Goudonov, de Mussorsky y, sobre todo, Balakirev. Cuando obtiene el Gran Premio de Roma, en 1884, con El hijo pródigo, una convencional cantata sobre un texto de Eduardo Guinand, hacía un año que había muerto Wagner y Verdi estrena Otelo.

Su primera obra importante será la Suite Bergamasca, en 1890, y en años sucesivos surgirán las melodías de Fiestas galantes, el comienzo de las Prosas líricas y Peleas y Melisanda, culminado en 1894 -el año que Dvorak compone la Sinfonía del Nuevo Mundo- con Preludio a la siesta de un fauno. Al llegar a este momento, Debussy ha tenido tiempo de seleccionar, elegir o eliminar influencias. Nunca fue un devoto de Beethoven, sí, por cierto, de Chopin, al que tiene presente en sus Estudes. Wagner, Berlioz, son caminos sugerentes, pero hay que superarlos si se quiere hacer algo nuevo y personal. Prélude à l'après-midi d'un faune tiene como precedente, el Cuarteto de cuerda en sol, compuesto en 1893, y que sorprende por su ruptura con la música de cámara vienesa y sus sugerencias de un nuevo mundo

Ese mundo nuevo, lleno de sonoridades diferentes, modos y formas, sugerencias se desarrolla en la fórmula orquestal del Preludio a la siesta de un fauno, que está considerado como el comienzo mismo de la música moderna, en lo que tiene de ruptura, de audacia, de propuesta personal. Se ha dicho que con la flauta del fauno "comienza una respiración nueva para el arte musical", sobre todo para su propia técnica, sus anhelos de libertad y de nuevas formas de expresión. El empleo de los timbres, con su delicadeza expresiva, coloca a la orquesta en una atmósfera sutil donde adquiere protagonismo instrumentos como el arpa, la trompa o la flauta, mientras la cuerda envolvente y el metal se unen en un equilibrio embriagador como un perfume -¡cuántas veces emplearía este término en el título de sus obras!- que surge con una claridad sonora absoluta y sorprendente en aquellos momentos.

El Fauno tuvo éxito desde la primera audición el 22 de diciembre de 1894 en la Societé Nationale, bajo la dirección de Gustave Doret, convirtiéndose desde entonces en una pieza clave del repertorio de todas las orquestas y que en 1912 pone Diaghilev y los Ballet Rusos en escena. La idea original era un Preludio, un interludio y una paráfrasis, pero Debussy se quedó sólo en la primera imagen. Pero el éxito popular casi nunca ha ido paralelo con el de la crítica, en muchos casos desconcertada ante el nuevo universo abierto. Paul Dukas fue uno de los pocos que acertó a comprender la dimensión histórica de la obra en cuanto a novedad y originalidad. Escribe: "Por su actitud para construir un conjunto lógico sólo mediante la fantasía, el talento de Debussy me parece incomparable… La idea engendra la forma… Lo esencial es que ambas concuerden perfectamente".

Dividida -aunque sea de forma aleatoria- las seis partes de desigual longitud, se inicia con la repetición hasta cuatro veces del tema por la flauta, primero sola y luego acompañada por la orquesta que hasta la tercera exposición no encuentra su armonía ideal. La segunda parte, aunque fiel al tema principal, aporta otro nuevo con el oboe. La tercera parte sorprende con un nuevo modelo melódico, de "prodigioso y misterioso lirismo", como dice Gourmet, mientras en la cuarta vuelve al primer tema, expuesto sobre una modificación rítmica, a la que seguirá la reexposición del tema original, para finalizar con una la 'coda' de la sexta y, sobre todo, con esa esquematización del tema, desnudado en sus notas tonalmente esenciales, como si fuese su propia sombra, muy de acuerdo con el final del poema con que cierra Mallarmé.

Superado su Fauno, se concentra en la ópera Peleas y Melisenda que no logra estrenar hasta 1902, aunque antes de conseguirlo, compone obras claves de aquél periodo, donde llegó a pasar dificultades para subsistir dignamente, como las Canciones de Bilitis, los Nocturnos y Para el piano. Sin olvidarnos de la evocación alhambreña de Lindaraja, para dos pianos, a la que me referí en el capítulo dedicado a su pasión granadina. Su boda con Rosalía Texier -Lylli-Lilo- en 1899 le trae un remanso de paz. El siglo XX consagra el sueño de Debussy con el estreno de Peleas, compendio de las ideas, sutilezas, novedades, intimismo, poesía e interiorismo de la obra debussyana, más humana y sensible que nunca. No se repite, sin embargo, como no lo hará en su Martirio de San Sebastián, nueve años más tarde, en 1911, dos años antes del estreno de La consagración de la primavera, de Stravinsky.

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