Literatura | La historia del poeta y su musa

El romance más oculto de Zorrilla

  • El autor de 'Don Juan Tenorio' mantuvo un ardiente idilio con una escritora granadina, Emilia Serrano, la famosa Leila de sus pasionales versos

Cuando la historia cruza en el camino a dos personas fascinantes con una biografía digna de convertirse en novela, ese choque de trenes es a su vez un romance con todos los ingredientes para llevarse a la gran pantalla. Eso fue lo ocurrió con la relación entre dos escritores románticos como José Zorrilla y Emilia Serrano, una autora granadina menos conocida pero con una vida igual de intensa. Ella fue la famosa Leila, nombre poético con el que la recordó en sus versos el vallisoletano para no descubrir su relación secreta.

La catedrática de Literatura de la Universidad de Granada, Amelina Correa, ha sacado a la luz esta historia de amor con motivo de la conferencia del ciclo programado por la institución académica para conmemorar el bicentenario del nacimiento de Zorrilla.

Se conocieron en París siendo ella una niña y volvieron a verse años después en la ópera

A pesar de los intentos de el padre de Zorrilla para que su hijo estudiara Derecho en Toledo e hiciera carrera de leguleyo, su atracción por el dibujo, las mujeres y la literatura de autores como Walter Scott, James Fenimore Cooper, Chateaubriand, Alejandro Dumas, Victor Hugo, el Duque de Rivas o Espronceda, inclinaron la balanza del lado de la literatura. El padre desistió de su intento y mandó que llevaran a su hijo a Lerma a cavar viñas. Por el camino, el hijo robó una mula, huyó a Madrid y en 1836 inició su carrera literaria frecuentando los ambientes artísticos y bohemios de la capital.

A partir de ahí esos inicios con la literatura Zorrilla, que pasaría a la inmortalidad por una obra tan representada como Don Juan Tenorio, tuvo siempre problemas económicos y llevó una vida que cumple a rajatabla los tópicos que se le presuponen a un escritor romántico. La catedrática de literatura recuerda que el autor vallisoletano, "de carácter vehemente y apasionado", "hizo del amor uno de los ejes centrales no sólo ya de su obra, sino también de su vida": "Mantuvo un, al parecer, más que ardiente romance con una interesante escritora granadina, figura sin duda notable en muchos sentidos, llamada Emilia Serrano, y conocida como Baronesa de Wilson, mujer en verdad sorprendente en muchos aspectos, y digna sin duda de protagonizar una novela".

La investigadora, que ha estudiado la producción de Emilia Serrano, señala que la granadina es autora "de una amplísima obra -tanto de creación como de ensayo-, intrépida viajera que recorrió hasta cinco veces el continente americano, desde Canadá hasta la Patagonia, poniendo por escrito sus experiencias y reflexiones al respecto".

La escritora, tal y como destaca Correa, "fue una pionera en un siglo que no favorecía, precisamente, la independencia de las féminas que se salían de lo establecido". Según la catedrática, su animoso carácter viajero causará admiración entre algunas de sus más avanzadas compañeras del mundo de las letras, como la luchadora activista Carmen de Burgos, quien escribirá a modo de reivindicación en 1911: "Su labor no ha sido la del geógrafo o historiador teórico, que sólo se inspira en los escritos de otros autores. Ella [...] ha realizado peligrosos viajes, como el de remontar la corriente del Plata y hacer las ascensiones de los ásperos flancos del Tandil, del Aroncagua, el Misti, el Chimborazo, etc., hasta llegar al Orizaba y al Jarullo, habiendo contemplado antes el ímpetu con que se precipita en los abismos el Tequerdama, en las planicies de los Andes. Ninguna mujer ha realizado jamás tan penosos trabajos ni abarcado empresa de tal magnitud".

Si su vida fue así de aventurera, su niñez fue mucho más refinada y cosmopolita. Criada desde niña en París, parece ser que fue allí donde la conoció el ya por entonces consolidado poeta, quien habría tenido ocasión de entregarle un premio escolar como alumna distinguida en el Colegio del Sagrado Corazón.

Correa destaca una cita del biógrafo de Zorrilla, Narciso Alonso Cortés, que describe el momento en el que se cruzaron sus caminos", la primera vez que la vio y "admiró Zorrilla la gentileza y el gracejo de la niña, y conservó su recuerdo".

Si así fue el primer encuentro, el inicio del enamoramiento parece una escena de un drama romántico. "Quiso la casualidad que cuatro años después una noche asistiera Zorrilla en París a la ópera en el Teatro Italiano, donde se representaba Rigoletto, que el poeta presenciaba desde el palco de un empresario amigo. Pero al recorrer con los gemelos el resto de palcos observó en uno de ellos a una distinguida familia española que había conocido en tiempos, "y como en una aparición ideal, envuelta en blondas y tules, con ella se encontraba la niña del Colegio, convertida de crisálida en mariposa". Fascinado por la joven, pronto iniciarían una apasionada relación amorosa".

El romance empezó entonces a pesar de la gran diferencia de edad entre ambos, y de que él era en esos momentos un hombre con una situación sentimental que Correa califica de "difícil": "Casado con su primera esposa, Matilde O'Reilly, si bien separado de ella y conviviendo con Muriel, otra de las muchas mujeres que pasarían por su vida". A esto se sumaba la oposición de la familia de la joven, que una vez descubierto el idilio comenzó a viajar por Europa en un intento infructuoso por apartarla de el poeta, que los llegó a seguir por distintos países para estar cerca de su amada.

Encontrándose como tantas veces en su vida con problemas económicos, el dramaturgo embarcaría tiempo después para América. Sin embargo, "el impacto emocional y la huella que dejó en su corazón la cultivada escritora granadina hicieron que Zorrilla le dedicara versos encubriendo su nombre bajo el poético de Leila. Por ejemplo, en La flor de los recuerdos. Pero también Beida en El álbum de un loco".

La estudiosa cuenta que en torno a un año después de su partida el poeta tiene conocimiento de que la escritora ha contraído matrimonio con el barón de Wilson, aristócrata británico del que tomó el nombre del que habría de servirse como firma literaria durante casi el resto de su longeva vida Poco después -o quizás antes, según algunas fuentes- dará a luz a una hija, la pequeña Margarita, de la que incluso se llega a insinuar que presuntamente había sido fruto de sus amores con José Zorrilla. En cualquier caso, por desgracia, la pequeña no sobreviviría a sus primeros años de vida.

Correa explica que durante mucho tiempo "permaneció en el misterio la destinataria de los amorosos versos del poeta vallisoletano, hasta que en enero de 1918, cuando ya hacía veinticinco años que el autor de Don Juan Tenorio había muerto, la propia interesada, ya en su ancianidad, se lo confesó a Narciso Alonso Cortés, biógrafo del vate vallisoletano". "Ella nunca mencionó nada en sus textos, al menos la parte de su producción que yo conozco, pero hay que tener en cuenta el contexto de la España de la época, e incluso la Europa de la época. Eso, claro, era una deshonra y no le interesará sacarlo a la luz, por eso lo hizo cuando era muy mayor".

Correa ha hilado el romance "en gran parte con los datos de la obra de Narciso Alonso Cortés, otros del propio Zorrilla, que los cuenta en su biografía, pero también en la hemeroteca digital de ABC a través de un artículo de abril de 1945 en la que Andrés Revesz: Leila ya no es la misteriosa amada de Zorrilla. Da la sensación que tuvo contacto directo con el biógrafo del autor y que le ha contado más datos. Él insinúa muy directamente que la hija que tuvo ella era de él".

Emilia Serrano enviudó del Barón de Wilson y volvió a casarse, esta vez con un barcelonés por el que trasladó su residencia a la ciudad condal, donde murió. No debió olvidar su relación con Zorrilla, que también le dejaría huella cuando, ya anciana, quiso contársela al biógrafo para que pasara a la posteridad, descubriendo para siempre el misterio de Leila.

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