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El sádico ceremonioso

Mediado el siglo XV, el mariscal Gilles de Rais, lugarteniente de la doncella de Orleans, Juana de Arco, se infamó de sangre en su castillo de Machecoul, sacrificando centenares de niños para invocar el improbable influjo del Diablo. Dos siglos más tarde, el apacible erudito Charles Perrault convertirá la historia de este asesino en el célebre cuento Barba Azul, donde un señor feudal da muerte a sus mujeres en la intimidad de un gabinete mortuorio. Este Barba Azul de Perrault, y no aquél que se abrazaba a sus víctimas tras injuriarlas, es el que ha escogido Amélie Nothomb para ofrecer una nueva versión, que si bien sigue la estructura del relato tradicional, introduce variantes que afectan tanto a la resolución de la historia como al propio carácter del malvado.

Como digo, el Barba Azul de Nothomb está lejos de aquel bárbaro castellano de Perrault, con la perilla tintada, que ponía a prueba a sus mujeres prohibiéndoles entrar en su gabinete. En el Barba Azul de Nothomb también existe esa prohibición, desplazada aquí a un laboratorio fotográfico. No obstante, la personalidad del ogro, llamado ahora Elemirio Níbal y Mílcar, en homenaje a los generales cartagineses que conquistaron Hispania, no es, en ningún caso, el señor altivo y hosco que dicta la tradición; sino una suerte de Don Juan melancólico y pulcro (no en vano, es un noble español), cuyo tiempo lo ocupan por igual las labores de costura y la cocina. Quiere decirse que este seductor donjuanesco, tímido y anodino, no es en absoluto un monstruo tiránico; muy al contrario, deja la seducción, la persuasión, la gradual e imperceptible rendición de la presa, en manos de la propia víctima. Con lo cual, será la protagonista, intrigada por el destino de las ocho amantes anteriores, quien vaya revelando la naturaleza y las argucias del nuevo y refinado Barba Azul. Un Barba Azul, repito, que se adapta a los hechos narrados por Perrautl, pero cuyo destino, cuyas maneras, están más vinculados a un arrobado tenorio que a un violento señor de la frontera. El final, en cualquier caso, no pertenece a Perrault ni a un lejano Gilles de Rais, herético y abominable; el final es otra de las curiosas aportaciones de Nothomb a esta fábula sangrienta.

Amélie Nothomb. Trad. de Sergi Pàmies. Anagrama, 2014. 144 páginas. 14,90 euros

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