La Orquesta Ciudad de Granada ofreció este sábado el segundo de los conciertos familiares: su versión de EL sastrecillo valiente junto a la divertida y original puesta en escena del grupo Vagalume Teatro. Un tándem que lleva que ayer ofreció su libre versión de la obra ante un auditorio prácticamente lleno, lo que demuestra el éxito del ciclo para todos los públicos de la OCG, que esta temporada se estrenó en diciembre con el tradicional Villancicos del mundo.

El resultado del trabajo de Vagalume y la OCG son 50 minutos en los que niños y acompañantes ríen y se entusiasman siguiendo al protagonista de esta historia, un enjuto y ágil sastre al que da vida Adrián Rincón que tras la modesta gesta de matar siete moscas se las tiene que ver con una fiera salvaje, dos gigantes, un unicornio... Una sencilla pero efectiva escenografía y el apoyo de sólo dos actores que se intercalan en los papeles de narrador, rey, bestias o princesa (Marisa Refoyo y Pablo Carazo) sirven para tener enganchados a tan exigente auditorio a la historia de los Grimm.

La idea de los hermanos alemanes era dar a conocer el folklore de su tierra a todos los públicos, no sólo a los niños. Tibor Harsanyi fue el encargado de musicar el relato, que para este cuento prescinde de casi todos los músicos de la orquesta y prefiere quedarse con pocos instrumentos, concretamente ocho: timbales, violín, violonchelo y la mitad de los vientos. La obra fue compuesta en el año 1939 para ambientar una función de títeres: es una suite dividida en trece números musicales que se adecuan perfectamente al cuento que describen.

'El sastrecillo valiente'

Inspirado en el riquísimo folklore de su país, Hungría, utilizando algunos temas populares en su partitura, Harsanyi también recurre en ciertos momentos de su historia musical al jazz, género de moda en París donde vivía en aquella época. Y utiliza con gran sentido del humor varios efectos sonoros sorprendentes.

El compositor húngaro escribió una versión resumida de El sastrecillo valiente para su cuento musical, pues si se lee el original se descubrirán más hazañas del protagonista: como la de engañar varias veces a un gigante bastante bobo o la de hacer huir a los soldados del rey que conspiran contra él.  

Los instrumentos describen con su sonido la acción del cuento en algunos momentos precisos, tales como: la subida y bajada del árbol que realiza el sastrecillo acompañada de las escalas del piano; el vuelo de las moscas al violín; una marcha militar a la trompeta; los movimientos del unicornio a ritmo de fox-trot (popular baile estadounidense, que nace en 1912 con las primeras orquestas de jazz; su nombre significa, literalmente, “trote del zorro”) en el clarinete, o los melancólicos sonidos de la flauta cuando el pequeño sastre se acuerda de su taller.

Tal ha sido el éxito de esta producción de la Orquesta Ciudad de Granada, con José López Montes como dirección musical y piano y la puesta en escena Vagalume Teatro, que fue estrenada en este mismo escenario en noviembre de 2004 y sigue representándose –la última vez en enero de 2020–.

Buena parte de logro recae en López Montes, pianista solista, compositor y arreglista con mucha experiencia en estas lides pues leva más de una década colaborando con La Maquiné en el ámbito del teatro musical para la infancia. Sus espectáculos se han programado repetidamente en el Teatro Real, el Gran Teatro del Liceo de Barcelona, el Festival de Santander o la Quincena Donostiarra, entre muchos otros, y han obtenido distinciones como el Premio Max al Mejor Espectáculo Familiar.  

Por su parte, Vagalume tiene en su currículum En busca del gran tesoro, un espectáculo emblemático estrenado en 1987 que no se ha dejado de representar ni una sola temporada desde entonces. Hasta este momento, la Compañía ha creado quince espectáculos para calle y nueve para sala. Incontables representaciones por toda la geografía del país, más Italia, Marruecos y Portugal, avalan cada uno de sus espectáculos.

El resultado es una obra con encanto y ritmo que mantiene a los niños pegados a una historia que demuestra la supremacía de la inteligencia frente a la fuerza bruta.