Una señorita rebelde y discreta

Letras hoy

Dentro de su colección dedicada a los grandes clásicos de la literatura, la editorial Mondadori ha publicado recientemente algunas de las mejores novelas de Jules Verne, Oscar Wilde y Henry James

El mito de Isabel Archer.
El mito de Isabel Archer.
José Abad

12 de noviembre 2009 - 05:00

En Por qué leer los clásicos (1981), Italo Calvino daba un par de definiciones de éstos que cuadran perfectamente con Retrato de una dama, recogida en volumen en el annus mirabilis de 1881 (Además de esta novela monumental, Henry James entregó a la imprenta otra no menos grande o magnífica: Washington Square). Calvino escribía: "Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la obra se sacude continuamente de encima". Y a continuación añadió: "Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad". Pues bien, Retrato de una dama acumula una infinidad de exégesis más o menos lúcidas que no acaban de asfixiarla, porque se las sacude sin mayores esfuerzos, y para este lector ha sido la confirmación de cuanto había oído de ella, además de una gratísima sorpresa.

Como indica su título, la novela es el retrato de una joven dama norteamericana de veintipocos años, lo suficientemente hermosa como para no dejar indiferente a ningún varón en sus inmediaciones, vivaz e indómita, empero discreta, que es la única manera en que podía ser rebelde una señorita a finales del siglo XIX. Isabel Archer representa a la nueva mujer que despertaba entre las clases pudientes, una fémina cuya concepción de la felicidad, rompiendo con una usanza milenaria, no pasaba necesariamente por casarse y parir hijos: "Un carruaje avanzando veloz en la oscuridad de la noche, tirado por cuatro caballos y traqueteando por caminos que apenas se ven… ésa es mi idea de felicidad", le confiesa a una amiga. Isabel tiene hambre de mundo y, si bien en principio debe conformarse con ponerse en marcha en las vestes de dama de compañía, una inesperada herencia de setenta mil libras le pondrá ese mundo en bandeja. El dinero no da la felicidad, de acuerdo, pero es la única manera de satisfacer ciertos anhelos, aunque éstos acaben teniendo algo de frutos espléndidos y envenenados.

En un primer alto en el camino, y antes de la bendición monetaria, Isabel Archer desembarca en Londres. Un lord de rancio abolengo queda prendado de ella y no duda en proponerle matrimonio, un antiguo pretendiente la visita con parecidas intenciones, y también un primo suyo manifiesta un interés que trasciende la simple relación de parentela. Pero la chica se libra de ellos con palabras tan corteses como contundentes. Tras una pequeña escala en París -ya como mujer acaudalada-, Isabel recala en Italia, en Florencia, y allí despierta su curiosidad, y algo más, un tipo caído en desgracia, Gilbert Osmond, que malvive entregado al perfeccionamiento de una refinada egolatría. De repente, la perspectiva de casarse deja de serle escandalosa, aunque para sus parientes y amigos el hecho de pasar por el altar con un partido tan malo -Osmond carece de lustre, de contactos, de rentas- no es tanto una claudicación de Isabel como una muestra más de su carácter voluble.

Una exégesis muy extendida presenta a Isabel Archer como personificación de la joven América; ella sería la inocencia norteamericana frente a una Europa vieja y viciada. En la narrativa de James, efectivamente, el Viejo Mundo suele medirse con las fuerzas renovadoras de Norteamérica cuando ésta era una actitud, un proyecto de futuro, y no la potencia militar o la telaraña económica de la actualidad. La cuestión es más compleja, pues el propio James, un norteamericano expatriado en Europa, percibe los riesgos inherentes a una idea de libertad no forjada en una firme tradición cultural -una idea de libertad que es arco iris, sol y lluvia, algo evanescente- y añade pinceladas reveladoras, si bien sutiles, al retrato. No debemos dejarnos engañar por el barniz brillante de este ambicioso lienzo del patriciado occidental del XIX. A poco que se mire se notará la obstinación y el cinismo, incluso la hipocresía, con que esa señorita rebelde y discreta, con más pasión que lucidez, vive hasta las últimas consecuencias sus poco acertadas elecciones. Debería extenderme más, pero un clásico es, lo digo yo y no Italo Calvino, imposible de resumir en una reseña.

Henry James, Editorial Mondadori, Barcelona 2009. 779 págs. 34,90 euros.

stats