‘Los tigres’: Sandokán en el litoral de Huelva

Llega a los cines el nuevo proyecto del director Alberto Rodríguez y el guionista Rafael Cobos, un homenaje a las aventuras de Salgari con buzos profesionales. Antonio de la Torre y Bárbara Lennie protagonizan la cinta.

Hermanos de agua

Alberto Rodríguez y Rafael Cobos, fotografiados en el rodaje de ‘Los tigres’.
Alberto Rodríguez y Rafael Cobos, fotografiados en el rodaje de ‘Los tigres’. / Josué Correa
Braulio Ortiz

01 de noviembre 2025 - 06:31

Los tigres, el nuevo largometraje del director Alberto Rodríguez y la sexta película que escribe junto al guionista Rafael Cobos, arranca con un prólogo ambientado en “ese territorio que es la infancia, casi la única patria”. No es casual que este thriller protagonizado por dos hermanos (Antonio de la Torre y Bárbara Lennie) y ambientado en el mundo de los buzos industriales, una de las incorporaciones a la cartelera de este fin de semana, deba su título a las novelas de Sandokán, especialmente a Los tigres de Mompracem. “Me pasé la niñez leyendo libros de Salgari, que por cierto tuvo una vida desgraciadísima”, afirma Rodríguez sobre un autor que pese a sus vibrantes relatos de aventuras conoció bien el dolor y acabó suicidándose, igual que hicieron también antes y después que él su padre y sus hijos. En Los tigres, los personajes vuelven en su memoria a la arcadia del litoral onubense, a esa edad en la que “todavía había islas donde los piratas paraban a descansar y divertirse antes del siguiente asalto” y en la vida “todo estaba en armonía”.

Esa mirada con la que Antonio y Estrella observaban el mundo “con la perspectiva de un niño, donde las cosas son más plenas y rotundas” ha tornado con los años en cansancio. El tiempo ha enseñado a esos piratas que los tesoros que esperan en el mar hoy son alijos de cocaína, que transgredir la ley y enfrentarse al peligro no son sino consecuencias del desencanto y la mala fortuna. Quizás porque ser adulto exige procesar demasiada información, entre los antiguos compañeros de juegos se ha abierto una distancia insalvable. “Ella tiene un problema auditivo, pero curiosamente es el hermano el que nunca la escucha a ella”, explica Rodríguez, que vuelve a los cines cuando se cumple un cuarto de siglo de El factor Pilgrim, que codirigió junto a Santi Amodeo. “Rafa y yo empezamos a construir el guión en Antonio, porque conocimos a un buzo que se parecía a él, aunque con treinta años menos, y proyectamos un futuro para ese hombre. Nos parecía que seguiría exactamente igual, pero cada vez más equivocado. Es alguien que sabe qué hacer dentro del agua, pero que fuera no sabe moverse, siempre toma las decisiones que no debería. Después apareció Estrella, por oposición, con una inteligencia distinta para la vida”, prosigue el cineasta.

Estrella ha renunciado a su libertad por cuidar a los otros: se quedó a cargo del padre cuando enfermó y hoy asiste a Antonio en el barco en el que el hermano se sumerge en las profundidades. A Rafael Cobos le conmueve un diálogo que le escribieron al personaje: “Ella dice en algún momento que su padre tardó cinco años en morirse. Es un tiempo en el que ella deja parado todo lo demás”, dice el guionista sobre un personaje que encarna otra actitud “en mundos muy masculinos como el buceo, el petróleo”, apunta por su parte Rodríguez. “Funcionaba muy bien por contraste la aparición de un elemento femenino. Nosotros hablamos de cómo se organiza una familia, pero quizás estemos hablando también de cómo nos organizamos como sociedad. Es muy curioso, porque de la cuadrilla real de buzos de Huelva con la que nos asesoramos todos son hombres, pero la jefa es una mujer”.

‘Los tigres’ se adentra en el universo de los buzos industriales.
‘Los tigres’ se adentra en el universo de los buzos industriales. / Julio Vergne

Mientras se documentaban, Alberto Rodríguez y Rafael Cobos descubrieron que la profesión de buzo se desarrolla con la tensión y la angustia de un thriller. “Antes de que se metieran en faena había un ambiente distendido, ellos se lo tomaban todo a broma quizás porque sabían lo que venía. Pero llega un momento en que le ponen al buzo el casco, lo acompañan al agua, y aquello se convierte en lo más crítico y grave del mundo, con todos pendientes, concentrados en que ahí hay una vida, bajo el agua, fuera de su medio”, rememora Cobos. Rodríguez aporta detalles al respecto: “El buzo tiene encima como 45 kilos, el casco pesa 15, y carga con la botella de aire, las herramientas... Está completamente a expensas de los demás: necesita a alguien que le ayude a vestirse, que le acompañe al borde; y dentro del agua igual: un cable que se llama umbilical lo conecta a la superficie, y si se rompe le quedan veinte, treinta minutos, lo que tenga de aire en la botella...”, expone el director sevillano, que en la preparación del filme asistió a testimonios estremecedores. “Todos los buzos arrastran una pesadilla, un fantasma. Hay quien ha llevado a su compañero a la espalda mientras sujetaba la pierna de ese compañero en la otra mano, porque se la había cortado una cadena... Historias como ésa te hacen relativizar los conflictos que uno puede tener en su rutina”.

Como es habitual en el cine que escribe el tándem –“Rafa y yo buscamos, lo primero, entretener, pero también queremos que la gente pueda leer por debajo de eso”–, Los tigres reflexiona tras sus hechuras de thriller sobre asuntos que conciernen al espectador, y aquí emerge la destrucción a la que el hombre ha sometido el paisaje. Si en La isla mínima exploraron la sugerente belleza de las marismas del Guadalquivir, en su nueva película muestran su “fascinación por el territorio” onubense, “ese cruce entre una naturaleza tan salvaje, tan exuberante, con vestigios incluso de los romanos en la isla Saltés, y enfrente todo el Polo Químico ya desmantelado en su mayoría, y todo lo que supone la petroquímica, el petróleo, el gas... Es muy bestia. Una de las imágenes más impactantes es estar localizando y viendo las fábricas, el humo, y de pronto por encima de nuestras cabezas se desplegaba el atardecer con sus miles de luces, y un montón de flamencos volvían al Parque de Doñana”.

Los creadores de El hombre de las mil caras o Modelo 77 tantearon adentrarse hace unos años en la ciencia-ficción con Los fundadores, un proyecto que no llegó a materializarse, y Cobos señala que “ahí hablábamos de un mundo al borde del abismo, y hay una cierta resaca de esa historia en Los tigres, donde retratamos el final de muchas cosas, y la convivencia de una petroquímica en un espacio virgen”.

Cobos estrenó en la Seminci su primer largometraje como director, ‘Golpes’

Los guionistas tuvieron muy clara la elección del protagonista masculino. “Si es que lo llamamos Antonio, nos faltó ponerle en la frente que tenía que interpretarlo Antonio de la Torre”, bromea Cobos. “Nosotros queríamos aprovechar la energía de Antonio, y sin embargo él se resistía, propuso otras cosas hasta que entendió lo que buscábamos”, añade Rodríguez sobre la tercera colaboración con un actor que ya participaba en Grupo 7 y La isla mínima.

Bárbara Lennie se incorpora al equipo con esta película, aunque el primer contacto con la actriz se produjo cuando preparaban After. “Estuvo a punto de hacer el personaje de Blanca Romero, pero era demasiado joven. Creo que sólo había estrenado Obaba por entonces, pero ya nos dimos cuenta de que era buenísima”, revela Rodríguez. La ganadora del Goya por Magical Girl les cautivó de nuevo por su “intuición para abordar el personaje desde la visión que nosotros teníamos en la cabeza. Es que eso es impagable. Cuando ya en la casilla de salida cuentas con alguien que ha entendido la película, todo resulta bastante más fácil”, sostienen. Lo más complicado, dicen, “ha sido crear un vínculo entre ellos dos”, intérpretes con “temperaturas distintas, una más cerebral y otro más visceral, que trabaja desde las tripas. En eso se parecen a sus personajes: uno es imparable, un ariete, tira para adelante sin saber qué se le va a ocurrir, y otra prefiere ir detrás, recalculando el plan”.

Antonio de la Torre y Bárbara Lennie, con Alberto Rodríguez en un momento del rodaje.
Antonio de la Torre y Bárbara Lennie, con Alberto Rodríguez en un momento del rodaje. / Julio Vergne

Rodríguez, que ha encadenado el rodaje de Los tigres con la grabación de la serie Anatomía de un instante, no ha podido ver aún el debut de Rafael Cobos en la dirección de largometrajes, Golpes, un drama familiar y también una relectura del cine quinqui que se presentó hace unos días en la Seminci de Valladolid. Pero por los logros de El hijo zurdo, la serie con la que Cobos se sentó por primera vez en la silla de realizador, y por las tramas escritas junto a él, no duda que su amigo habrá triunfado. “La profesión de director, al final, es ponerte de acuerdo con el equipo en la historia que quieres contar y en cómo encajar las piezas para hacerlo. Cuando construye un guion, Rafa sabe dónde tiene que estar cada cosa”, opina. Cobos devuelve los halagos y asegura que “hay pocos creadores iguales a Alberto, ahora y en el cine español de los últimos 30 años. Es capaz de convertir un pensamiento en una película, con toda su potencia visual, su capacidad de trascendencia. Logra dar forma a una historia que nos remueva”.

El tándem adapta el libro de Cercas ‘Anatomía de un instante’, que llega el día 20 a Movistar +

El 20 de noviembre se estrena en Movistar+ Anatomía de un instante, “probablemente los cuatro mejores guiones que ha escrito Rafa”, valora Rodríguez, que dirige la serie. Y eso que Cobos se enfrentaba a un desafío mayúsculo: trasladar a imágenes el libro “complejísimo” en el que Javier Cercas recreaba el 23-F. El autor ha dado su bendición al resultado: “El ensayo, o la novela, está atravesado por algo emocional, sentimental, y eso no lo queríamos perder. Estábamos convencidos de que si conseguíamos eso la serie iba a funcionar”, advierte Rodríguez.

Porque tal vez, con la edad, el director ha perdido el miedo a los sentimientos. “En Modelo 77 había intención de hacer algo más emotivo”, recuerda Cobos, y en Los tigres los afectos familiares y la melancolía tienen un peso importante. “Vamos tirando cada vez más a ese territorio, sí”, concede Rodríguez. “Al final te das cuenta de que las cosas realmente importantes son pocas. Con los años, vas reduciendo los fuegos de artificio, lo florido, y te centras en las espinas, en el tronco”, argumenta el andaluz. “Es como si pasáramos del virtuosismo de Django Reinhardt a algo más B. B. King, que con dos notas te llegaba al corazón”, compara Cobos, y Rodríguez añade: “ O como Diego del Gastor, que con poco hacía llorar a quien lo oyera”.

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