Tomás Hernández Molina: "El primer adjetivo en el que piensas hay que descartarlo inmediatamente, y el segundo, a partir del tercero puedes empezar a elegir"

El escritor (Alcalá la Real, Jaén, 1946) publica Orillas de los ríos, una antología que ve la luz en la editorial El Envés que resume 20 años de trayectoria

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Tomas Hernández durante una intervención pública.
Tomas Hernández durante una intervención pública. / G. H.
Clara Martín

22 de agosto 2025 - 14:04

La editorial granadina El Envés publica Orillas de los ríos, el último libro de Tomás Hernández Molina (Alcalá la Real, Jaén, 1946). Se trata de una antología que recoge veinte años de trayectoria poética, desde 2004-2024. La selección del autor comprende los diez poemarios publicados, además de dos inéditos. Como marco, el prólogo de Vicente Gallego y el epílogo de Álvaro Salvador, dos poetas muy significativos para él tanto en el terreno personal como en el literario.

Pregunta.En esta antología recoge 20 años de su trayectoria poética, ¿cómo es este proceso de selección? ¿Cuál es el elemento que aúna estos textos, el hilo conductor?

Respuesta. El proceso de selección ha sido más sentimental que analítico. Al volver a los libros, no suelo releerme, elegí aquellos poemas que aún me decían algo, tan lejos ya de la causa que los motivó. Que transmitían una emoción, una idea, un poso del fervor primitivo. En cuanto al hilo conductor, no es fácil de establecer en un conjunto de libros, pero sí los temas de los que he escrito en estos veinte años y que tan bien define Álvaro Salvador en el Epílogo. La cercanía de mar, los libros que leemos, el amor, y muy poco, el desamor, “las piedras de la Historia y cierta querencia hacia la gloria guerrera”, dice Álvaro Salvador.

P.¿Qué mensaje le gustaría que se lleve el lector al terminarla?

R.El lector muestra a veces sorprendentes predilecciones. Me lo comentaba el otro día en un correo Juan Carlos Friebe. Descubren sensaciones que tú no valoraste mucho. Me gustaría que el lector saliera algo más rico en emociones y experiencias, como decía Kavafis, al cerrarlo.

P.Al echar la vista tan atrás, ¿cómo ha visto la evolución de su forma de escribir y de los temas tratados? ¿Ha sentido la necesidad de modificar alguno de sus textos más antiguos al revisitarlo?

R. He procurado siempre huir de la hojarasca y lo superfluo. Concentrar pensamiento y belleza, exactitud de la palabra, con un ritmo interior en el que vuelen juntos. Esa ha sido la pretensión. Una vez publicado corrijo poco, nada. Lo escrito, escrito quede. En un libro hay poemas buenos, malos, regulares, decía el poeta Marcial. Así se escribe un libro, no de otra forma, apostillaba.

P.¿Cómo trabaja la forma y el lenguaje en estos poemas?

R. Diría que por intuición. Muy pocos poemas he escrito a partir de un diseño. Es un estado confuso, una emoción intelectual que sientes al leer una frase, mirar los ojos de tu perro o ver cómo florecen las mimosas. Situaciones poco extraordinarias. Desde ahí escribo.¿Cómo? Sin lenguaje no hay nada. Por eso es tan necesario enriquecerlo siempre. Oyendo las voces nuevas, las eternas que siguen sonando nuevas todavía. Encontrar el tono, la retórica justa que exige cada poema para expresarse. Decía el escritor inglés Laurie Lee, que pasó algunos meses del año 1937 en la bahía de Almuñécar, que el primer adjetivo en el que piensas hay que descartarlo inmediatamente, y el segundo, a partir del tercero puedes empezar a elegir. Así cada palabra.

P.¿Cómo se relaciona la naturaleza con su poesía?

R. De una manera muy importante. En mi biografía ha sido decisiva la cercanía del mar. La amplitud de lo interminable, pero también los campos de mi infancia, tierra dura de olivos y trigales. Yo creo que el paisaje nos emociona a todos. Algunos lo describen, otros lo viven a su manera. Con mi querido Reinaldo Jiménez, que ha trascendido de poesía estos paisajes, suelo hablar de eso.

P.¿Cómo influye en su producción poética su experiencia como docente?

R.Fui profesor de literatura. Leí en un escritor mexicano, Juan José Arreola, una frase que cito con frecuencia y he procurado aplicar en mis clases. En La palabra educación habla de esa relación entre literatura y docencia: “La literatura”, dice, “es una pasión y las pasiones no se explican, se comparten”. El hacer que un grupo de adolescentes, con las hormonas en ebullición, se ría con el Arcipreste, rece con Berceo y comparta la pérdida de Elisa que llora Garcilaso, es más complejo que cualquier lección magistral.

P.¿Algún nuevo proyecto en el horizonte?

R. El mejor de los proyectos, no tener la preocupación de proyecto alguno, decía un sabio amigo.

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