La trepidación y la máquinaIncendio en las alas

M. G. González Ignacio F. Garmendia

29 de enero 2017 - 02:47

En sus Crónicas literarias, Corpus Barga cuenta la visita de Valle-Inclán al frente francés, invitado por el Gobierno de la Tercera República. Será allí cuando Valle sobrevuele de noche las trincheras (no sin razón, Bargas sospecha que Valle había participado en el combate); y es precisamente de ese vuelo a oscuras de donde Valle extraerá la visión cenital de La media noche, relato vertiginoso y cruento de la Grand Guerre, cuya fuerte originalidad reside no tanto en la óptica particular que adopta el narrador, sino en la consideración objetiva, en la ratio inhumana que de ahí se infiere.

No se trata, pues, de la alegre violencia de Wyndam Lewis; y tampoco del humanismo despojado y exánime de Robert Graves. Si quisiéramos establecer un correlato de esta obra, habría que acudir a la pintura de Félix Valloton y a su visión del frente de Verdún como un vertiginoso entrechocar de meteoros. En La media noche, por tanto, lo que el lector se encuentra es una concepción cinematográfica del conflicto. Y cinematográfica equivale aquí a cinética, a una suerte de lirismo que nace no de la tragedia individual de los soldados, que se hacinan en el agua insalubre de las trincheras, sino de la colosal tectónica de los ejércitos, que en la noche se desplazan y reptan y vivaquean, alrededor de un centenar de hogueras pálidas y miserables. No en vano, el subtítulo escogido para estas páginas es el de Visión estelar de un momento de guerra. Y en efecto se trata de eso, de una visión, de una poética, donde los reflectores y el ronco trepidar de las máquinas (aquéllas que fascinaron a Marinetti), reducen la aventura humana a una áspera viñeta expresionista.

En algún lugar de esta obra, Valle refiere que los excrementos del ejército alemán alcanzaban a olerse desde el avión, como si se tratara de un inmenso cadáver. De algún modo, será esta realidad excrementicia -el hombre considerado como materia desechable-, lo que aquí se alumbre con una luz insólita.

La media noche

Ramón María del Valle-Inclán.Alianza. Madrid, 2017. 120 páginas. 9,20 euros

El heterodoxo sacerdote y escritor sanluqueño Pedro Badanelli, tempranamente exiliado a la Argentina donde apoyaría fervorosamente el peronismo e intentaría fundar una Iglesia independiente de la autoridad romana, formó parte de la cofradía que en los años de entreguerras integraban los afectos al amor de la Venus Urania, de quien tomaban el nombre los uranistas que veneraban a autores como Wilde o Gide y tenían en el Corydon (1924) de este último su particular evangelio. Menos conocido que Hoyos y Vinent o su amigo Alvarito Retana, Badanelli cultivó como ellos la novela galante de filiación decadentista y trazas a menudo sicalípticas, como entonces se decía, aunque a juzgar por lo leído su línea encaja más en la defensa platónica de las relaciones entre iguales o lo que otro de sus íntimos, el uruguayo Alberto Nin Frías, denominaría el "homosexualismo creador", invocado abiertamente en una tardía pieza teatral -El alba sobre Sodoma- de inequívoco título.

Recuperada por Renacimiento en su Biblioteca de Rescate, Serenata del amor triunfante (1929) es una novela, aunque discreta y en exceso melodramática, llamativa por la claridad con la que aborda la materia homoerótica, vinculada además a otro tabú como las relaciones incestuosas y todo ello en el esquema de un trío formado por dos hermanos, Juan e Irene, enamorados del mismo hombre, el bello marinero Pepiño cuyos arrebatadores ojos verdes, como en la copla, causan estragos en la familia. La introducción de la editora, Noël Valis, contextualiza perfectamente la figura y la trayectoria de Badanelli, menciona sus vínculos con los autores citados -u otros como Benavente o el hispanocubano Alfonso Hernández-Catá- y aporta un lúcido análisis de la contradictoria posición de Cansinos Assens -cuyas memorias contienen ácidas caricaturas de la ambigüedad- en Ética y estética de los sexos. Su novela, dice Badanelli en el preliminar, es "una obra de libre sentimiento, para ser leída únicamente por hombres y mujeres de pensamiento libre". Lleva, así lo advierte, el "incendio en las alas".

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