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Las vanguardias del siglo XX y la modernización de España

  • Victoriano Alcantud desmonta los lugares comunes y registra la incidencia de la obra de intelectuales como Cansinos Assens o Gómez de la Serna

El autor granadino, afincado en París desde los 80 y en contacto con intelectuales comprometidos como Jacques Rancière o Alain Badiou, aporta un enfoque novedoso sobre las vanguardias de primeros de siglo XX. Desmonta los lugares comunes en la interpretación de las mismas y registra la incidencia de la obra de intelectuales y artistas de la talla de Vicente Huidobro, Cansinos Assens, Gómez de la Serna, Gerardo Diego, Larrea, Borges, Ortega y Gasset o Guillermo de Torre. Las vanguardias no supusieron un conato frustrado, sino la renovación del panorama artístico y poético, y la introducción de las nuevas tendencias europeas en nuestro país.

"El ultraísmo -sostiene Alcantud- es ante todo la primera tentativa cultural española coherente para sincronizar al país con la hora europea, para salir del aislamiento y del casticismo".

Fue la llegada a Madrid del chileno Vicente Huidobro, el acontecimiento que marcó los comienzos de la modernidad del ámbito estético en España. El inicio "coincide con un momento histórico en el que el país acababa de vivir un desarrollo económico sin precedentes gracias a los efectos de la guerra europea. Lo que había creado expectativas de todo tipo, y en especial culturales. Nuevas capas sociales empezaban a reclamar bienes culturales como una necesidad de primer orden. Frente a esta demanda nada cabía esperar de la renovación de la vieja vida bohemia literaria ni de los académicos sin público. Un núcleo de la clase media cultivada no tardaría en ponerse de acuerdo en un proyecto renovador de las estructuras culturales y sociales del país. El papel de Ortega y Gasset es decisivo a la hora de establecer y de aplicar los criterios de este proyecto". También el encuentro de Huidobro con Cansinos, que presidía en aquellos momentos el círculo del Colonial, fue fundamental y sirvió de catalizador. "El ultraísmo nace en Madrid a finales de 1918. Las vanguardias históricas fueron en toda Europa un fenómeno urbano y ciudadano, propio al desarrollo de las grandes ciudades y a la concentración de poblaciones".

Tanto los que lo acogieron como los nominados, los que lo practicaron sin saber y los que se autodenominaron ultraístas como Torre identificaban la metáfora y la imagen, y creían que la potencia creadora procedía del juego de la "figurabilidad sensible" del lenguaje. Otros, de tendencia más escéptica como Borges, veían en la metáfora sólo un remedo de la impotencia del lenguaje para decir lo real. Pero todos ellos acabaron por acusar el impacto de la centralidad y la dominancia de la imagen. "La imagen -escribe Alcantud- tenía esa capacidad de desdoblar y de multiplicar lo real o bien de juntar elementos dispersos en una comunidad de signos. Podía percibir la relación justa entre dos lejanos captados en su relación máxima como quería Reverdy. Podemos llamar a esta máquina que posee la doble capacidad de establecer rupturas y conexiones "montaje". No sería más que hacer explícito el vínculo entre el poder de la imagen de los poetas y el de la imagen que frecuentaba las salas oscuras."

Aquí se localiza el núcleo del trabajo de Alcantud: la eclosión de lo imaginario en los dispositivos culturales promovida por las vanguardias de comienzos del siglo XX. El autor analizará, paso a paso, la repercusión de esta dominancia de la imagen, sobre el telón de fondo del declive y la relatividad de toda norma ético-política. "Hay que liberarse de las palabras para construir poemas" era el nuevo horizonte anunciado por el recién llegado Huidobro, él "trajo las gallinas" y el número 13 de la revista Nord-Sud del círculo cubista parisino en la maleta.

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