Crítica

Que veinte años no son nada

  • El Coro de la Orquesta Ciudad de Granada cierra la celebración de su vigésimo aniversario con una espectacular interpretación de 'La vida breve'

Que veinte años no son nada

Que veinte años no son nada / Antonio L. Juárez / Photographerssprots

El Coro de la Orquesta Ciudad de Granada han celebrado esta temporada el vigésimo aniversario de su fundación, para lo que han programado una serie de conciertos junto a la OCG que reafirman la formación como un referente musical y cultural de la ciudad, con altas cotas de calidad que lo igualan a otras formaciones profesionales del panorama nacional. Para concluir esta temporada de aniversarios se interpretó La vida breve de Manuel de Falla, junto a un solvente elenco de voces solistas. Con esta ópera, ambientada en el Albaicín, se celebró igualmente el 75º aniversario de la Peña La Platería, un referente en lo que concierne a la recuperación y difusión del cante jondo y el flamenco en Granada. Fue una velada de aniversarios del más alto nivel artístico, dirigida por el titular de nuestra OCG, el siempre preciso Lucas Macías.

La vida breve se considera la primera obra de madurez de Manuel de Falla, el cual la compuso para optar a un premio de composición convocado por la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Tras ganar el primer premio a una composición operística, por tratarse de una obra de hábil factura que rinde tributo al folklore andaluz y español, el premio contemplaba no sólo una gratificación económica, sino también su puesta en escena. Sin embargo, el genial compositor gaditano, hubo de esperar casi diez años hasta su representación en Madrid, tras el éxito recibido en Niza y París, estreno del cual se han cumplido ciento diez años.

La interpretación de La vida breve dirigida por Lucas Macías al frente de nuestra orquesta fue vibrante y llena de expresividad. Una OCG grandiosa, reforzada por los miembros de la Jove Academia, desplegó toda la riqueza de su paleta tímbrica para dar vida a la partitura de Falla, autor que no escatimaba en recursos y matices sonoros a la hora de expresar sus ideales compositivos. Así, a las poderosas cuerdas, perfectamente empastadas, se unieron para la ocasión la siempre eficiente sección de vientos, reforzados con pícolo, clarinete bajo, corno inglés y un poderos ensemble de metales; también hay que destacar la sección de percusión, con seis intérpretes que desplegaron una prolija sección para interpretar el variado abanico de efectos que el autor dejó reflejado en su composición. Esta poderosa orquesta hizo vibrar el Auditorio Manuel de Falla, dejando en la memoria de sus muros momentos de gran emotividad y fuerza expresiva.

Ciertamente, la OCG sonó espléndidamente, y la ágil y precisa dirección de Lucas Macías nos transportó a los más veteranos de la sala a aquella velada mítica en la que Josep Pons interpretó La vida breve por primera vez frente a nuestra OCG.

Junto a la orquesta estuvieron las voces solistas de Silvia Tro Santafé, Alejandro Roy, Marta infante y Ángel Ódena, que interpretaron hábilmente y con presencia el cuadro central de la trama de desamores que encierra la obra de Falla. Hay que mencionar también a los papeles menores de Carmela y Manuel, que estuvieron espléndidamente representados por Carolina Gilabert y Gerardo Jiménez respectivamente, dos voces salidas del Coro de la OCG de gran solvencia y belleza; también hay que mencionar a Álvaro Gallegos como la voz de la fragua, así como al cantaor Sebastián Cruz, que acompañado a la guitarra por Manuel Herrera representaron con arte y proporción el cuadro flamenco de las bodas del segundo acto.

Para concluir, es de justicia hacer una especial mención a las magníficas voces que componen el Coro de la OCG y a su director Héctor E. Márquez, que ha estado al frente de la formación en los últimos años y con la que ha conseguido cotas de calidad y profesionalidad que pueden competir sobradamente con las grandes mecas de la lírica nacional. El duro trabajo de montaje de la parte coral de La vida breve es una prueba de ello, y no debe despreciarse como banal, pues se trata de una intrincada sucesión de intervenciones, algunas de cierta brevedad, otras verdaderamente expresivas, que son las responsables de dotar a la obra de ambientación sonora y de fluidez argumental. Así pues, quiero hacer extensivo a estas páginas el prolongado aplauso que recibió esta formación en sala, y desde esta tribuna desearle al Coro de la OCG que siga deleitándonos otros veinte años – para empezar – con las mismas altas cotas de calidad y precisión con las que ha llegado a su vigésimo aniversario.

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