Una buena oportunidad para releer al Premio Nacional de Literatura

La verdad sobre el caso Galíndez

  • La editorial Anagrama ha recuperado 'Galíndez', una de las mejores novelas de Manuel Vázquez Montalbán

  • El prólogo de la nueva edición lo firma Manuel Vilas

Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, 1939 - Bangkok, 2003) es considerado un maestro de la gran literatura.

Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, 1939 - Bangkok, 2003) es considerado un maestro de la gran literatura. / G. H.

Jesús Galíndez Suárez vino al mundo en Madrid, año 1915, pero pasó buena parte de su infancia en Amurrio (Álava), la tierra de su padre, y el niño que fue convirtió el terruño en su patria definitiva. Cuando nos sobrevino la Guerra Civil, Galíndez, por entonces ya militante del Partido Nacionalista Vasco, defendió la República contra los salvapatrias de siempre, esa mala hierba tan extendida.

Tras la contienda, en tanto en España daba comienzo la glaciación franquista, se exilió en Francia. Luego se trasladó a la República Dominicana, en donde tuvo la oportunidad de trabajar como profesor de Derecho y abogado laboralista; jamás mostró el menor entusiasmo hacia su anfitrión, el dictador Rafael Leonardo Trujillo, y posiblemente incluso escribiera algún libelo en su contra. Nada más presentársele la ocasión, se instaló en Nueva York.

Corría 1946. En los Estados Unidos colaboró como confidente del FBI y en la organización de grupos vascos antifranquistas; su sueño era que el gobierno norteamericano los ayudara a liberar Euskadi. En febrero de 1956 se licenció en Filosofía en la Universidad de Columbia con una tesis sobre la dictadura trujillista; el 12 de marzo desapareció sin dejar rastro. Trujillo había ordenado su secuestro, su traslado inmediato a la República Dominica y su asesinato.

A la derecha, la portada de la nueva edición de 'Galíndez'. A la derecha, la portada de la nueva edición de 'Galíndez'.

A la derecha, la portada de la nueva edición de 'Galíndez'. / G. H.

A partir de este naufragio mínimo, Manuel Vázquez Montalbán escribió una novela llena de vida, como todo lo suyo; una novela sobrecogedora, recorrida por una intensa sensación de dolor, miedo y tristeza; ya lo he dicho, de vida. El protagonista es un fantasma inquieto, el de Jesús Galíndez, convocado por unos, exorcizado por otros. Algunos querrían averiguar qué fue de él; otros, que la tierra no se removiera.

Entre los primeros tenemos a Muriel Colbert, una estudiante estadounidense imbuida de una idea de justicia juvenil, temeraria, mil veces preferible al cinismo de nuestros días. Muriel ha elegido a Galíndez como tema de su tesis doctoral. Quiere descubrir qué le sucedió exactamente a aquel exiliado vasco. No es fácil, pero está dispuesta a llegar hasta el final, dice, porque ignora cuán caras pueden salirnos ciertas osadías.

Muriel ignora el papel real del individuo dentro del sistema. Vázquez Montalbán nos lo recuerda: el individuo es apenas una hormiguita que el poder aplasta entre el pulgar y el índice y luego ni mancha queda; nada, ni siquiera una mancha. Ahora bien, estas hormiguitas renuevan la esperanza en el ser humano.

En Galíndez (Anagrama) también comparecen esos otros que preferirían dejar las cosas como están, quietecitas, que el recuerdo avergüenza a quien tiene la memoria sucia. El agente Robert Robards -un nombre a todas luces falso, ¿quién puede llamarse Robert Robards?- es el brazo ejecutor de ese poder omnisciente, omnipotente, el nuevo dios de nuestra era.

A nadie le importa qué le pasó a Galíndez pero de saberse qué le pasó podría sacar a la luz el polvo que el poder barre debajo de las alfombras. Lo que la novela plantea sobre la suerte de aquella víctima podría aplicarse a cualquier víctima: fueron un estorbo estando vivas y siguen siendo un estorbo estando muertas. El escrito entrelaza con maestría una doble trama, la del descubrimiento (Muriel) y la del ocultamiento (Robards).

El escritor adopta una posición radicalmente ética. Lo más cómodo sería pasar página y dejar al olvido hacer su labor, pero resulta obsceno elegir siempre el camino más sencillo, aunque estos tiempos líquidos nos insten a imitar las estrategias del agua y huir por la primera fisura.

Echo de menos a Manuel Vázquez Montalbán, el bueno de Manolo; echo de menos su firmeza, tan necesaria en estos tiempos de laxitud. Vázquez Montalbán era un escritor de sobrados recursos que intentaba que cada página diera lo máximo de sí y era sobre todo una persona sincera en un ámbito en el que se prodigan los fingidores y los fingimientos, los falsos modestos, las relaciones de bolsillo, el tráfico de egos y la compraventa de votos. Fue un gran escritor y un escritor honesto, insisto. Lean Galíndez. Verán que no miento.

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