Dos visitas que impulsaron y consagraron dos mitos
El poeta vallisoletano fue el impulsor del granadinismo poético y la ciudad quiso rendir tributo a su contribución
José Zorrilla, fascinado por el orientalismo que caracterizó al resto de autores románticos, decidió emprender una visita a Granada atraído por su pasado árabe. Con 28 años preparó una estancia en la ciudad que se prolongaría durante un mes. Del 5 de abril y al 28 de mayo de 1845, anduvo por tierras andaluzas buscando inspiración. La catedrática de Literatura de la UGR Amelina Correa precisa que esa primera excursión marcaría para siempre al poeta y dramaturgo y tendría mucho más peso en su obra que la que realizó ya anciano y delicado de salud en 1889 con motivo de su coronación como poeta nacional. En cualquier caso, la vida y la obra del vallisoletano estaría estrechamente vinculada a la ciudad, que este mes de noviembre ha querido rendirle homenaje.
Amelina Correa subraya que en 1845, año de su primera visita, Zorrilla ya ha dado a conocer el año anterior su mítico Don Juan Tenorio. "Durante esos días se alojó, como él mismo dejará reflejado en su autobiográfico Recuerdos del tiempo viejo, en una casa anexa a la iglesia parroquial de Santa María de la Alhambra, en el propio recinto de la arábiga fortaleza, a cuyas llaves tiene acceso y que recorre durante todos esos días a su placer".
Es la Alhambra que circulaba ya en los mitos románticos, aquella que Zorrilla habría conocido también a través de los textos de otro ilustre, Whasington Irving, que se había traducido al español en 1833, tan sólo un año después de su publicación. "Casi seguro que había conocido la obra antes de su visita de 1945", refiere Correa, para quien Irving en el ámbito internacional y Zorrilla en el nacional son los impulsores "orientalismo romántico" y el "granadinismo poético".
Correa detalla que durante su primera estancia "tuvo la suerte de disfrutar de un insigne cicerone, -aunque en esas fechas fuese tan sólo un joven estudiante, que cursaba estudios en la Universidad de Granada y que demostraba ya su amor por la literatura-: era el futuro escritor Juan Valera. En su Florilegio de poesías castellanas del siglo XIX explica cómo acompañó a Zorrilla "yendo con él a la Alhambra, al Generalife, a la Cartuja, al Sacro Monte y a la fuente del Avellano". Durante esos gozosos días de deslumbramiento, José Zorrilla dejaría escrito en el libro de firmas de la Alhambra el poema Primera impresión de Granada".
Desde luego, "Zorrilla destaca en el cultivo de la literatura de temática exotista y ambientación granadina, muy en línea con esa suerte de búsqueda del paraíso consolador que constituye el orientalismo romántico, del que es probablemente su principal representante".
La catedrática cita a Soledad Carrasco Urgoiti en su estudio El moro de Granada en la literatura: del siglo XV al XIX: "Desde que aparece en la escena de las letras españolas, José Zorrilla figura como el verdadero jefe de escuela del granadinismo poético del siglo XIX, pues fue, no el iniciador de la moda morisca romántica, pero sí su cultivador más asiduo y, sobre todo, más original".
Así, Zorrilla dedicó directamente a Granada varias de sus obras más conocidas, como son: Granada. Poema oriental. Leyenda de Al-Hamar; Al-Hamar el Nazarita, rey de Granada; Los gnomos de la Alhambra, al que pondría música luego Ruperto Chapí; Y ¡Granada mía!Lamento muzárabe.
Compuso el extenso poema para ayudar a las víctimas del conocido como terremoto de Andalucía, que, sucedido el 25 de diciembre de 1884, que tuvo su epicentro y lugar de mayor destrucción material en el pueblo granadino de Arenas del Rey. "De la pronta y muy loable respuesta del vate vallisoletano nos da idea el hecho de que el prólogo (Cuatro palabras del autor) del libro está firmado el 23 de enero de 1885, es decir, menos de un mes después de la catástrofe", explica Correa.
Aunque no tuviese tanto peso en su obra porque contaba ya con 72 años de edad, para Correa, "el momento culmen de la relación de José Zorrilla con Granada iba a llegar con el momento apoteósico, pero cuyas luces no carecen de abundantes sombras, que se produce con motivo de la coronación como poeta nacional en junio de 1889, en un acto promovido por el Liceo Artístico y Literario de Granada".
Como ha quedado recogido en un sinfín de crónicas, tras innumerables preparativos, y una vez reunidos los apoyos de instituciones y personalidades de todo el país, finalmente el poeta vallisoletano arribaría a Granada el 14 de junio, tras un "paseo triunfal" por las diversas estaciones que el tren atravesaba a su paso y que se encontraban engalanadas para el agasajo del venerable escritor. Recibido por las autoridades locales y por personalidades del mundo social, político y cultural, durante casi un mes se alojó en el Carmen de los Mártires, fue homenajeado en el Paseo del Salón, y coronado en el Palacio de Carlos V, en un acto que fue un cierre de círculo de la relación del vate con la ciudad de Granada.
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