Bajo el cielo de África
El escritor V.S. Naipaul, Premio Nobel de Literatura de 2001, hace en 'Un recodo en el río' un soberbio análisis de los países africanos y de los efectos que la colonización europea
Nadie cuenta con mejores credenciales que V. S. Naipaul para colgarse la anhelada etiqueta de 'ciudadano del mundo'. De origen hindú, Naipaul nació en la localidad de Chaguanas, cerca de Puerto España, en la isla de Trinidad, pero es ciudadano inglés, y se ha pateado medio mundo en busca de historias. En un plano superficial, se diría que ha hecho una bandera de la negación de toda bandera, y una patria del desarraigo. Esto es sólo la punta del iceberg. Sus temas recurrentes son la esquizofrenia cultural que toda potencia colonial genera en sus colonos, la ruptura del individuo con su tribu, el extrañamiento hoy respecto al ayer, el extravío. Sus protagonistas: el intruso, el renegado, el desahuciado…
Esta vez, V. S. Naipaul nos embarca rumbo a una meta obligada para todo viajero: África. El protagonista de Un recodo en el río es un comerciante de la costa oriental africana, cuyos ancestros llegaron allí provenientes de la India, decidido a establecerse en una ciudad del interior del continente, a orillas de un río, rodeada de una selva espesa, aprovechando el caos generado por la independencia. Salim, ése es su nombre, es un extranjero allá donde vaya. Y por ello, un testigo privilegiado. También un extraño. Siempre. Naipaul deja el país en el anonimato. No quiere contar los avatares de un estado en concreto, sino la suerte de toda África, antaño presa de los grandes depredadores occidentales, luego abandonada al capricho de hienas de vario pelaje. Salim contempla el fortalecimiento, el esplendor y la rápida degeneración del país, una tragedia contada desde la retaguardia y protagonizada no por los que escriben la Historia, sino por quienes la sufren. Una tragedia más. Una de tantas bajo el cielo de África.
Un recodo en el río es una novela netamente política. Quizás éste sea el único enfoque que haga justicia al continente africano. Naipaul analiza con finura las razones socio-culturales que han conducido a esta situación, el daño profundo que se ha causado. Además de saquear sus riquezas, Occidente ha impuesto una visión propia del tiempo. A poco de comenzar su relato, el protagonista reconoce la verdad ineludible: "Si digo que nuestros árabes de aquel tiempo eran grandes aventureros y escritores; que nuestros marinos llevaron al Mediterráneo la navegación de vela latina con la que fue posible el descubrimiento de América; que fue un piloto hindú el que condujo a Vasco de Gama desde África oriental hasta Calcuta; que nuestros mercaderes persas usaron por primera vez la palabra 'cheque'; si digo todas esas cosas es porque las leí en libros europeos".
Sólo caben elogios para el libro. El tapiz narrativo es admirable: Naipaul entrelaza la acción y la reflexión con una maestría indiscutible. La galería de personajes es vasta y atractiva: seres creíbles con sus anhelos y temores a flor de piel, comenzando por el protagonista, un tipo corriente a quien le gustaría hacer grandes cosas y, a la par, permanecer al margen de los circuitos en donde esas "grandes cosas" son posibles. El retrato de África es deslumbrante. El novelista ofrece un cuadro muy contrastado, repleto de los susurros del agua al correr, de truenos en lontananza, de calles atestadas de gente, de montañas de basura, de vida. La historia de esta tierra es antigua y compleja, pero podría resumirse en el relato de un expolio secular: Si África fue antaño la tierra de los esclavos, el marfil y el oro, hoy lo es de los emigrantes, el coltán y los diamantes. Una historia triste e interminable. "África era enorme -escribe V. S. Naipaul-. La naturaleza amortiguaba el ruido del asesinato, y los ríos y lagos enlodados se llevaban la sangre".
V. S. Naipaul Tusquets Barcelona, 2009
V.S. Naipaul Debolsillo Barcelona, 2009
V.S. Naipaul Debate Barcelona, 2009
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