Inversión en acciones de Recursos Básicos
200 folios
Dimos en conocer el término lawfare tras los 44 segundos que duró en Cataluña el pronunciamiento unilateral y no reconocido por ningún Estado de la UE. Aunque la ley madre advierte en cualquier país sobre tal delito, las almas victimistas, pero victimarias, se desataron: la Justicia estaba al servicio de la Política, la persecución con la toga arremangada; y es esto lo que significa el anglicismo de cóctel que combina “law” (ley) y “warfare” (guerra). Una palanca política de mayorías de ocasión para los payeses de lo suyo. Un grave peligro institucional, para las criaturas votantes. Churchill: “El mejor argumento contra la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio”. Churchillfare.
La división de los tres poderes que se controlan mutuamente es maltratada en el XXI por la partitocracia, sus pactos y los salvapatrias. De la dinámica entre el Ejecutivo (el Gobierno), el Legislativo (los parlamentos) y el Judicial hace buchaca el comodín del lawfare, que hace de la anécdota categoría. En España tenemos un sistema judicial garantista e infradotado, y por tanto lento. Puro gasto, de forma antitética a la eficacia de la fuente de ingresos públicos: Hacienda; que está superdotada y es rapidísima. Y sin presunción de inocencia.
Dentro del sistema judicial, la Fiscalía se encarga de la defensa de la legalidad y los derechos de los ciudadanos. No es independiente orgánicamente del Gobierno de turno. Mas, en España, hay unos 2.800 fiscales, mayoritariamente mujeres, valga el dato si de algo vale, y hacen su labor, no son marionetas. En dialéctico alimón con los fiscales, trabajan silentes casi el doble de jueces, que dependen del CGPJ. Resulta, válganme Churchill y Lopera, que cienes y cienes de ciudadanos atribuyen al FGE la condición de servidor del mandamás de Moncloa de turno, con sus socios “al merme”: ¡lawfare! Mientras, atribuimos independencia al Supremo. (Arriba, allá en el parnaso del sí o el no, está el Constitucional, bien preñado de política: miren a Conde-Pumpido).
En este estado de cosas, jueces del Supremo pueden estar tan ideologizados como el FGE. Una ingente e invisible plantilla de funcionarios de oposición y carrera se ve amenazada por ministros bocazas, y por el mutante bocazas y pasmoso acróbata del propio presidente, gran dador de inocencias judiciales. “La Justicia lo dirá, está claro”. No sólo Sánchez o Bolaños. Se ha condenado a Álvaro García Ortiz (FGE) con serios indicios y torpezas del encausado. Pero sin pruebas irrefutables: más de 200 folios vale un email. En el Supremo que lo ha inhabilitado, ¿no existen señorías de indebida –para ejercer– filiación ideológica que maltratan el deber de independencia, lawfare de su propia conciencia?
Hay narcos, artistas del fraude fiscal y mangones societarios que se van de rositas porque no hay certeza total sobre su culpa, y así tiene que ser. Cállense ya, politicastros y tertulianos. Dejemos que cada uno haga su trabajo. Que el juzgador independiente, lo sea. Que limite sus devoción a la patrona de su pueblo, al menos mientras trabaja. Que en sus manos está la justicia.
Yo aún diría más, que dirían Hernández o Fernández de Tintín: que tú lo veas claro en tu sofá no significa que tu juicio valga. No es lo tuyo. Escuches a la Sexta o la Tres. Yo también me callo.
También te puede interesar
Lo último
La ciudad y los días
Carlos Colón
Lo único importante es usted
En tránsito
Eduardo Jordá
¿Tú también, Bruto?
EDITORIAL
La pujanza de la FP
A la sombra de los olmos
José Martínez Olmos
Información o manipulación