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El impacto socioeconómico del covid-19 ha sido global y desigual entre países, sectores y clases sociales. Los países más pobres, con un sistema sanitario deficiente, una capacidad presupuestaria limitada y un mayor peso de los servicios y el turismo han sido los más vulnerables. La disposición de vacunas, la suficiencia de las medidas sanitarias y económicas adoptadas y la capacidad presupuestaria de cada país han sido determinantes. Como consecuencia de la pandemia la renta media per cápita de los países desarrollados ha descendido un 2,8% con respecto a 2019.Un mayor impacto negativo han tenido los países emergentes y en desarrollo cuya renta media per cápita ha descendido un 6,3%. La pandemia ha ahondado la brecha del desarrollo.
Existe una gran diferencia en la cuantía de las políticas de recuperación. Los países avanzados han destinado el 24% del PIB a la recuperación, los países emergentes el 6%, y los países en desarrollo un escaso 1%. Según el FMI en los dos próximos años los países desarrollados destinarán 4,6 billones de euros a la recuperación económica. Por el contrario, gran parte de los países emergentes y todos los países en vías de desarrollo han agotado ya sus presupuestos de recuperación.
La pandemia ha acrecentado las desigualdades socioeconómicas en renta, riqueza y acceso a la salud, a la educación y al bienestar. Brechas ligadas a la pertenencia a una clase social, a la edad, al género o a etnias. Los más pobres, los más dependientes, los más jóvenes, los de más edad, las mujeres, las pequeñas empresas y los autónomos han sido los más dañados por la crisis. Los avances en la consecución de los objetivos de igualdad de la Agenda 2030 han retrocedido más de una década. El 16% de la población mundial ha acaparado al 60% de las vacunas. Más del 40% de la población de las economías avanzadas está vacunada, frente al 11% de los países emergentes y el 1,2% de los menos desarrollados. La brecha digital ha determinado que el 50% de niños y jóvenes hayan tenido problemas de acceso a la educación. Recuperar el terreno perdido requerirá que las políticas de recuperación y transformación incorporen como eje principal políticas sociales y criterios justos y eficientes de distribución y asignación recursos. En España estas políticas se concretan en las políticas estructurales pendientes. Esta crisis exige la cooperación y solidaridad internacional. En una economía global la pandemia no tiene fronteras. Sólo alcanzaremos la seguridad sanitaria cuando todos, países ricos y pobres, estemos inmunizados. Esta vez, egoísmo y solidaridad, se dan la mano.
España ha sido uno de los países más afectados por la pandemia, por la deficiente gestión sanitaria y por la persistencia de históricos desequilibrios estructurales: modelo productivo de bajo valor añadido, escaso tamaño empresarial, rigidez de los mercados, alto paro estructural, ineficiencia de la administración pública, excesivo endeudamiento público y escasa competitividad y productividad. El consenso de los analistas de Funcas predice que España crecerá en 6,1% en 2021 y 2022.Un crecimiento importante pero insuficiente para recuperar la caída de 2020. Habrá que esperar hasta a finales de 2022 para recuperar los niveles alcanzados en 2019. El triunfalismo y la autocomplacencia del Gobierno no están justificados.
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