Codo con codo.

Codo con codo. / G. H.

Estábamos muchos este martes en la calle Palencia defendiendo el pulmón ciudadano de los árboles. Era la primera concentración autorizada desde que comenzase esta pesadilla del coronavirus y en el reencuentro las miradas cruzadas que sobresalían por encima del embozo invitaban al acercamiento que en tiempos anteriores a la pandemia se habría saldado con abrazos, besos, estrechar de manos... Pero como el distanciamiento social lo impide, allá que íbamos al golpeo de un codo contra otro codo. Parecíamos futbolistas después de marcar un gol, pues el gesto podría encajar en el rito de danza y la serie de chorradas con las que en los tiempos modernos del balompié se celebra un balón en las redes contrarias.

Al instante, el gesto repetido me llevó por el retrovisor del tiempo hasta los sones de este Codo con codo que ameniza la función cotidiana de este cancionero analítico. Codo con codo, grabación de 1967, a cargo de Bruno Lomas, nombre artístico de Emilio Baldoví, un valenciano de Valencia que en su lanzamiento en solitario trató de emular a la española al francés Johnny Holliday. Rockero de voz potente, pero quizá algo escaso de matices, el éxito de Lomas fue discreto.

Su momento de gloria coincide con este año de Codo con codo, que dio nombre a una película del género musical con el mismo título, más Como ayer, creación del Dúo Dinámico, con la que se imponen en el Festival del Mediterráneo. No confundir esta Codo con codo de Bruno Lomas con la que con el mismo título ha grabado en estos días Jorge Drexler, con un mensaje más adecuado a los momentos de tragedia que vivimos. Este cancionero analítico, que nació con vocación carroza, opta de forma preferente por la primera versión, la de 1967.

Codo con codo, que debería ser una invitación a la unidad en el esfuerzo compartido, como requiere el paisaje de devastación económica y social que nos dejará la pandemia, ha sido confundida por nuestros heraldos de la política con otra expresión del idioma español, codo a codo, que en su estampa visual remite a lo contrario, a la lucha en la máxima igualdad entre dos competidores que en su carrera rival viajan a la par sin lograr distanciarse uno del otro en el mutuo afán por adelantarse y dejar atrás al adversario. Así, Codo con codo en la voz de Bruno Lomas nos lleva a un cantante que en la amistad ha encontrado una nueva visión y actitud ante la vida: "Otro soy al fin / desde que encontré / al amigo más fiel / que yo conocí".

Una loa al esfuerzo compartido y la seguridad del apoyo simultáneo: "Codo con codo al caminar, / vamos contentos para luchar / y juntos compartir / las alegrías y el dolor", conscientes de que en el camino surgirán también los momentos de dificultad, porque "si tengo una desilusión / o cuando sufro por un amor / mi amigo siempre está / para ayudarme a olvidar", siempre en un campo de fuerza por los lazos de amistad que se tejen en el espacio vital de la juventud, ya que "no habrá, no llegará / nada que nos haga cambiar" pues aunque "la adversidad podrá llegar, / juntos iremos también".

En Drexler, entretanto, encontramos la premonición de los días en que volverán los abrazos y los besos "dados con calma", por lo que el cantante invita a que en caso de encontrarnos a un amigo lo saludemos "con el alma" (o sea, que no es necesario ese entrechocar de codos): "Sonríe, tírale un beso. / Desde lejos, sé cercano. / No se toca el corazón / solamente con la mano", exhorto de la segunda estrofa a mantener el distanciamiento social. Sin temores, pero responsables en nuestras actitudes y siempre bajo el espíritu de la solidaridad y el esfuerzo compartido, "la paranoia y el miedo / no son ni serán el modo. / De esta saldremos juntos / poniendo codo con codo". Y en una propuesta de sinceridad y apoyo "mira a los ojos, / demuéstrale que te importa, / mantén a distancias largas / tu amor a distancias cortas".

Pues nada... Eso... Que codo con codo, expresión enraizada en los ambientes rurales, donde los jornaleros en la siembre o la cosecha avanzan en hilera horizontal, siguiendo los surcos y a menudo tocándose en su postura encorvada sobre la tierra, que es lo que ha dado lugar también a otra locución: "arrimar el hombro". Todo lo contrario de algunos insensatos que han hecho de la tensión permanente su profesión de fe, en estos días de luto nacional. De forma que si en su afán por derribar un gobierno son capaces de faltar al respeto a los más de veintisiete mil compatriotas desaparecidos con la pandemia, da pánico imaginar lo que reservan para cuando la ¿normalidad? regrese a nuestras calles y plazas.

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