Análisis

Gumersindo Ruiz

Ética y estética en el tomate

Me impresionó el artículo de Borens, Gatzar, Magnin y Timelin para Mckinsey&Company sobre el desperdicio en los alimentos, donde muestran que de 100 tomates que se cosechan, una media de 23 se pierde por no ajustarse a lo que exigen mercados y supermercados sobre tamaño, daños o aspecto; en el transporte, clasificación para la venta, proceso de empaquetamiento y por el vendedor se pierden 21, de manera que sólo 66 tomates de 100 producidos llegan al consumidor. Se podría reducir esa pérdida si los supermercados, que tienen dominio de mercado, relajaran restricciones y aceptaran tomates menos bonitos, irregulares o incluso con algún daño, lo que les complicaría la venta, pero podrían ofrecer precios mucho más baratos.

De la misma manera que no todo es cuestión de oferta y demanda, pues ambas son adaptables, tampoco es cuestión de que se mantengan márgenes. Entro en las páginas de dos supermercados, uno más popular donde el kilo de tomate está entre 2 y 4,9 euros, y otro más sofisticado, entre 3 y 6,25. Suponiendo que ambos compran en origen el más barato a 1,23 euros, el primero tendría una diferencia por kilo de 0,77 euros, y el segundo con más margen, 1,77; pero tomando precios medios de venta y costes proporcionales de las ocho variedades que ofrecen, y aplicando los mismos márgenes, darían 1,20 y 3 euros de diferencia. La idea es que cuanto más caro es el tomate, mayor es la diferencia, pues si vendo algo que me cuesta 0,5 euros a 1, gano 50 céntimos, y si vendo algo que me cuesta 1 a 2, gano 1 euro por kilo vendido, aunque el margen porcentual sea el mismo. Igual ocurre en la relación entre productor y distribuidor, pues manteniendo el margen, este gana más cuando suben los precios.

De la premiada película de Daniel Kwan y Daniel Scheinert, dejo las parodias virtuales, los cruces en el tiempo y el espacio, las luchas del kung-fu, y me quedo con el buen rollo y la divertida imaginación que respiran las escenas más absurdas, el hecho de abrir el cine a algo nuevo, a actores que no son los que habitualmente ganan un Oscar; y, sobre todo, con la historia de Evelyn (Michelle Yeoh) y de su familia, lo que habría podido ser en la vida y que no fue, cómo querría que fueran los padres, el marido, la hija, y como son. Este sinvivir hace que el presente no exista cuando se está viviendo entre la frustración de lo que pasó o no pasó, y el temor a lo que puede pasar. Pero Evelyn es un personaje que no renuncia a sus realidades, se hace fuerte en ellas, en la familia, y se salva cuando ve que no es que las cosas no importan, sino que importan de otra manera, y menos de lo que parece.

Volviendo al tomate, si mañana decidiéramos que no queremos la verdura y la fruta empaquetadas que es siempre más engañosa y cara y menos sostenible, que no importa tanto que sea bonita y uniforme, entonces la fea y deforme y alguna estropeada pero aprovechable, entrarían en competencia y los precios bajarían. Esto no deja de resultar algo absurdo, casi tanto como plantar nuestros propios tomates, pues salen todos a la vez y no sabemos qué hacer con ellos, pero como nos enseñan los Daniels en su película, a veces respuestas aparentemente absurdas es lo único razonable ante lo caótico.

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