Análisis

Gumersindo Ruiz

Remediando la polarización creciente

La polarización se da prácticamente en todas las democracias, con enfrentamientos y divisiones cada vez mayores, y se extienden desde Estados Unidos a India, de Gran Bretaña a Israel, en las recientes elecciones en Irlanda, y la crispación que padecemos en España desde hace diez años. Estos días se añoran los llamados Pactos de la Moncloa en la España de 1977, que viví de cerca, y se han idealizado como entendimiento político; en realidad, en lo económico, fueron principalmente la aceptación por Comisiones Obreras de no subir los salarios según los precios, que por el efecto del petróleo crecían al 22% anual, y ceder en la liberalización de las relaciones laborales. Se aprobaron gracias a la autoridad moral del catedrático y ministro Enrique Fuentes Quintana, junto con un importantísimo paquete de libertades políticas y sociales, que Manuel Fraga en nombre de Alianza Popular no suscribió, limitándose a las económicas. Fuentes duró poco como ministro, y su papel es irrepetible, pues aunque hay personas de su categoría, hoy la oposición a alguien así sería, de lado y lado, furibunda.

Alison Goldsworthy y Julian Huppert llevan a cabo trabajos interesantísimos sobre la polarización política, que explican por la incapacidad de adaptar nuestras creencias con nueva información. Hay numerosos experimentos en los que se comprueba que si una persona A y otra B, con ideas contrarias sobre un tema, por ejemplo la actuación del gobierno ante el coronavirus, reciben información de dos expertos solventes X e Y, también con opiniones respectivamente diferentes, A no buscará nuevos argumentos en la información de Y, ni B en la de X, que podría llevarles a una posición más cercana, sino que A reforzará la suya con los argumentos de X, y B con las de Y, polarizándolos y distanciando aún más. Es improbable que hagamos un ejercicio poniendo en un papel qué cosas concretas significativas -no anécdotas- habrían hecho o no otras personas, otros posibles gobiernos, central, autonómicos, en esta crisis, y en qué han cambiado nuestras ideas con las diversas opiniones científicas.

Los motivos que se dan para la polarización son al menos cuatro: primero, el diluvio actual de interacción no ayuda a enriquecer nuestros puntos de vista, sino que los polariza, de manera que compartimos sólo lo que está de acuerdo con nuestras creencias, casi siempre sin ponderarlo; segundo, la conversación reflexiva ha dado paso a respuestas rápidas e instintivas; tercero, las opiniones neutrales no interesan, y por ejemplo a un periodista con el estilo de Walter Cronkite , "la persona en la que más se confiaba en América", hoy nadie le haría caso; y cuarto, los políticos, en general, no se apuntan a discusiones constructivas que tienen escaso eco, y reconocer un error propio o que el otro ha hecho algo bien, te hacen menos, no más popular. Escrito antes de la pandemia, el trabajo de Goldsworthy y Huppert concluye que quizás sólo un shock sistémico podría hacer que abandonáramos nuestra tendencia a reforzar más y más nuestras fervientes creencias económicas, políticas y sociales, y pese a que no parece que este sea el camino actual, ojalá que en la desgracia pudieran abrirse las luces de nuevos entendimientos.

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