Cómo podemos calificar las palabras de la consejera de Hacienda del gobierno de Andalucía, María Jesús Montero Cuadrado, señalando que su gobierno "quiere que se compute el esfuerzo que no requiere presencia en el puesto de trabajo"?

Entiendo que no es muy habitual iniciar un artículo de opinión plateando una cuestión al lector, pero dado que me resulta difícil calificarlas es por ello les traslado mi desconcierto ante tales declaraciones.

Ayer mismo dedicaba en mi casa, casi tres horas (digamos que 2,5 horas) a evaluar trabajos de mis alumnos. Probablemente muchos profesores están haciendo lo mismo en estas fechas de final de trimestre en la enseñanza obligatoria o de cuatrimestre universitario. O sea mantengamos la tranquilidad, como nos dice la consejera. Qué gran alegría, el gobierno andaluz me ha descubierto que trabajo en casa y ahora me lo van a reconocer. Llevo 30 años haciéndolo y no lo sabía, ni me lo reconocían en el salario. Albricias, el pueblo andaluz va a saber que sus funcionarios docentes, entre otros empleados públicos, trabajan en casa. Ya les digo, es que la ocurrencia de las declaraciones casi me ha dejado sin palabras.

Resulta paradójico que nuestro gobierno autonómico, que probablemente ya sospechaba que la sentencia del Tribunal Constitucional le sería desfavorable, solo encuentre tan esperpéntica solución. Si las declaraciones se hubieran producido el 28 de este mes, habría pensado que era una broma de final de año. Pues no, se va a rubricar por decreto y probablemente con el apoyo de todos aquellos, sindicatos obreros incluidos, que mantienen que aquí el único problema es que el gobierno de Madrid nos ataca de continuo.

Preocupante es que el nivel, no sé si intelectual, de la respuesta sea tan mediocre. ¿Podría el gobierno autonómico hacer mejor sus deberes, pensarse un poco más las respuestas, actuar de otras formas?

Preocupante, aún más, es el empeño de nuestra autonomía, de todas en general, a no acatar las resoluciones judiciales que contradicen sus deseos frente al gobierno central del Estado. Ya conocemos, por desgracia, hasta dónde puede llegar ese empeño.

La "original salida" de nuestra autonomía para resolver este tema de las horas de trabajo es otro ejemplo de cómo los gobiernos autonómicos, de todo signo, aunque no pidan la independencia, viven en el sueño de los reinos de taifas, o de los reinos medievales, o de los cortijos propios. Menos mal que siempre nos quedará Mostequieu.

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