Análisis

Luis Alcalá

Director del Parque de las Ciencias

Los dinosaurios de James Bond

Jurassic World: Dominion, con Colin Trevorrow tras la cámara, puede ser el punto y final definitivo a la serie cinematográfica que recuperó el interés por estos atípicos reptiles

Restos originales del cráneo de Giganotosaurus en el Museo Ernesto Bachmann (Villa El Chocón, Argentina).

Restos originales del cráneo de Giganotosaurus en el Museo Ernesto Bachmann (Villa El Chocón, Argentina). / R. G. (Granada)

Nos anuncian que es la última entrega de la saga, que dos trilogías son suficientes. Solo por ello, quienes hemos sido tocados por la magia visual de los dinosaurios de Parque Jurásico deberíamos pasar por taquilla. El mismo motivo por el que asistimos a velatorios: compartir por última vez nuestro reconocimiento.

¿Será la última, de verdad? Hay tal cantidad de guiños a las cinco películas anteriores que parece sensato suponer que no habrá un séptimo Parque; a modo del juego de los siete errores, encantarán a los entusiastas de la serie. ¿Cuántos de ellos eres capaz de reconocer? Desde los más evidentes, como ese modo en el que la paleobotánica Ellie Sattler se quita las gafas cuando avista a un dinosaurio viviente por primera vez, hasta otros ciertamente sutiles. Además, el remate de la película no deja cabos sin atar que pudieran conceder esperanzas de empleo al elenco de protagonistas.

Esqueleto de Giganotosaurus en el Museo Ernesto Bachmann (Villa El Chocón, Argentina). Esqueleto de Giganotosaurus en el Museo Ernesto Bachmann (Villa El Chocón, Argentina).

Esqueleto de Giganotosaurus en el Museo Ernesto Bachmann (Villa El Chocón, Argentina). / R. G. (Granada)

¿Nos creemos, entonces, que es la última? La Trilogía de la Fundación de Asimov dejó de serlo -tardíamente, todo hay que decirlo- y se perdió la cuenta del orden en el que había que leer cada volumen. La comprensión de las secuelas y precuelas de Star Wars precisa de un curso de capacitación; decidí quedarme en la trilogía original para no perder la esencia de lo que fue. Así que no me cabe la menor duda: la continuidad jurásica está en nuestras manos porque las papeletas de la recaudación democrática dictarán su sentencia. La cuarta película, dirigida por Colin Trevorrow, recaudó unos impresionantes 1.670 millones de dólares a pesar de que su guion parecía destinado a espectadores de un domingo por la tarde con tronada y sin eventos deportivos. Pero muchos como yo estábamos haciendo cola en la primera sesión el día de su estreno; la magia de los dinosaurios…

La más española, la quinta -no destacan los creativos de la saga por su originalidad en los títulos de sus películas, trabalenguas anodinos-, tenía una factura mucho más interesante pero el botín de taquilla fue menor que el de su predecesora. Así que la sexta volvió a las manos de Trevorrow y ahora el público está rumiando su veredicto. Como el retorno económico se aproxime a los 1.500 millones, preveo una pirueta similar a la relación de Darth Vader con Luke Skywalker y tal vez nos sigan entreteniendo en el futuro con la niñez de John Hammond o con las bisnietas de Blue.

Restos originales y reconstrucciones de Giganotosaurus en el Centro Paleontológico Lago Barreales (Neuquén, Argentina). Restos originales y reconstrucciones de Giganotosaurus en el Centro Paleontológico Lago Barreales (Neuquén, Argentina).

Restos originales y reconstrucciones de Giganotosaurus en el Centro Paleontológico Lago Barreales (Neuquén, Argentina).

Homenajes internos aparte, en Jurassic World: Dominion vamos a encontrar también vestigios de Indiana Jones o escenas trepidantes típicas de 007 (aterrizajes imposibles, tiros y persecuciones en escenarios como los de Casino Royale). Acción no falta, pues hasta los dinosaurios se apuntan a darse guantazos entre sí como si no hubiera un mañana. A lo largo de la serie se han ido buscando dignos contendientes de T. rex, entre los que han desfilado Spinosaurus (objeto actualmente de una amena controversia científica acerca de si era acuático o no), el ficticio Indominus rex y ahora su sosias real sudamericano, Giganotosaurus. Como también en esta entrega hay un dinosaurio mercenario, quien no esté versado en dinosauriología podrá pensar que el más extravagante, uno que parece homenajear a Eduardo Manostijeras, no existió realmente, pero se trata de un Therizinosaurus, cuyas garras alcanzaron tamaños de hasta un metro. Una breve aparición nos presenta a un carnívoro llamativo, y no por su imponente presencia sino por su diminuto tamaño para ser un tiranosauroideo; se trata de Moros intrepidus, que vivió cuando los alosaurios eran los depredadores dominantes, pues solo millones de años después fueron desplazados por los tiranosaurios de gran tamaño. La descripción de Moros fue premiada en el 18 certamen Paleonturología de la Fundación Dinópolis-Teruel, en 2020, mientras que la sustitución de los alosaurios por los tiranosaurios como reyes del terror norteamericano fue explicada recientemente por el experto Mark Loewen en el Parque de las Ciencias con motivo del lanzamiento del programa para el planetario Dinosaurios. Una historia de supervivencia, en el que pueden verse dinosaurios españoles reconstruidos con calidad suprema.

Me cuento entre quienes nos reconciliamos al ver de nuevo en este filme a investigadores en paleontología -largamente ausentes en las películas anteriores- y también una excavación paleontológica. Aunque representa que se trata de Utah, verdadero vivero de dinosaurios, los créditos finales indican que la película se rodó en la Columbia Británica, en el Reino Unido y en Malta (y esa escena, curiosamente, casi se rueda en un lugar muchísimo más próximo a nuestros lares). Y, por fin, una victoria paleontológica en el tiempo de descuento: los primeros dinosaurios con plumas de Parque Jurásico, conviviendo con los Velociraptor desnudos, fijos en plantilla desde el principio y que, por ello, se han convertido en inmutables, al modo de Dorian Gray.

Como paleontólogo venero a Spielberg por haber generado la atención popular hacia estos atípicos reptiles y mantenerla periódicamente, por haber llenado las facultades de colegas y por haber promovido la proliferación de museos con dinosaurios, así como una explosión de proyectos de investigación por todo el mundo. En justa compensación les propongo que acudan a ver esta película pues, aparte de que la disfruten más o menos, en función de sus expectativas, estarán contribuyendo indirectamente al progreso en el conocimiento de los ecosistemas del Mesozoico y de la evolución de muchos grupos extintos de animales y plantas.

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