Análisis

carmen pérez

Universidad de Sevilla

Mi inflación, tu inflación, su inflación

Los datos medios son muy necesarios para valorar de forma global lo que sucede en un conjunto, pero las situaciones particulares que esconde en su interior pueden ser muy dispares. Pasa con la inflación. Se mide a través del IPC, que cuantifica estadísticamente la evolución de los precios de los bienes y servicios que consume la población. Este indicador se basa en una cesta de la compra tipo, en la que los diferentes componentes ponderan en función del consumo que se hace a nivel general de cada uno ellos. Sin embargo, su cesta particular puede ser muy distinta, y su inflación puede no ser la inflación media.

Por ejemplo, la canasta nacional española asume que el 3% de los presupuestos familiares se gasta en bebidas alcohólicas y tabaco. Si bien esto puede ser representativo para España en su conjunto, es posible que no lo sea para usted si no toma alcohol ni fuma. También asume determinados porcentajes para el gasto en alimentación y bebidas no alcohólicas (19%), Vivienda, agua, gas y electricidad (13%), Transporte (15%) y Hoteles, cafés y restaurantes, (12%). Los otros compontes son Vestido y calzado, Menaje, Medicinas, Comunicaciones, Ocio y Cultura y Enseñanza, en los que se supone que gastamos entre un 2% y un 9%.

Así, cada individuo tendría que calcular, en base a sus patrones de gasto particular, su inflación personal. Y se podría afinar más, si no se tomaran los datos de cambios de precios nacionales sino los de la Comunidad Autónoma o, mejor, de la provincia en donde se resida. En algunos países han desarrollado calculadoras muy precisas para determinarla y no tardarán en aparecer en España. Si la cesta propia difiere sustancialmente de los porcentajes medios, su inflación puede ser mucho mayor, o menor, que ese 10,5% que en conjunto estamos sufriendo.

Y aquí viene lo dramático, porque hay determinados epígrafes que pesan mucho en las familias con rentas bajas, como la Alimentación y la Vivienda, agua, gas y electricidad, y son los que más han incrementado su precio en el último año. El Banco de España ya estimó en julio que en los últimos meses las familias con rentas más bajas han afrontado una inflación 1,2% más alta que las que tenían ingresos altos.

Se ha quedado corto. Concretemos la evolución que han experimentado los precios en un año de los productos más elementales e imprescindibles en una alimentación básica: los cereales han subido un 22%, el pan un 15%, los huevos un 22%, la leche, un 26%, el aceite un 24%, las patatas, un 16%, el café, un 13%, las frutas y las verduras frescas, un 12% y un 14%, y las carnes entre un 10% y un 17%: las familias que sólo tienen prácticamente para comer están torturadas.

No hay forma "indolora" de combatir la inflación, dijo ayer Jerome Powell. Correcto, pero hay que ver cómo se reparte el sufrimiento. Las medidas que se tomen de protección tiene que apuntar fino y directo hacia los colectivos más machacados. No es el caso, como esta misma semana denunciaba la OCDE, de la bonificación de 0,20 euros por litro de carburante, que ha reducido la inflación para los hogares con mayores ingresos un 0,6%, mientras que para los que tienen menos rentas sólo un 0,35%.

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