Análisis

Liberato pérez Martín

Finalista del Premio Nadal

La maternidad de Elne

Pasada la fecha, no por costumbre de llegar tarde, sino por hábito de observar con perspectiva, hablaré de feminismo al que poco le debieron de gustar las etiquetas.

Ando metido en las escrituras de una novela con mujeres como protagonistas principales, lo era mi anterior Erres, donde una niña acosada se convierte en mujer luchadora a golpe de vivencias y decisiones.

En el proyecto que llevo entre manos, aparece el personaje, que lo fue real, de Elisabeth Eidenbenz, mujer excepcional, ya fallecida, que hoy huiría del grito de odio enlatado. Bien por su humildad, bien porque el tiempo del que disponía debía dedicarlo a su objetivo principal, bien porque sus actos, su empuje y su energía ya la reivindicaban.

Nos trasladamos a Francia, a los Pirineos Orientales donde el Gobierno francés instaló los conocidos campos de concentración donde internó a los republicanos españoles huidos, por la frontera, del avance del ejército de Franco.

En Elne, un pueblo cercano a Colliure, Saint Cyprien y Argelès-sur-Mer, una joven suiza de veinticuatro años, maestra y enfermera, con la ayuda de capital privado de su país, construyó una maternidad donde dio cobijo a las mujeres españolas que estaban a punto de parir o a aquellas, ya madres, con pequeños esqueléticos, preludios de imágenes que aún hoy permite el ser humano en distintas partes de este nuestro mundo, el real.

A la luz de los testimonios de quienes trajeron a sus bebés entre aquel caos de misera desesperada, ese edificio fue el refugio que las alejó de la desnutrición, la sarna, los piojos y las enfermedades.

Elisabeth fue quien gestionó el proyecto, dirigió al equipo de mujeres que atendían a las pacientes, a los colaboradores que se limitaban a labores de asistencia y transporte, bregó con las autoridades francesas, retrasó el regreso a los campos alargando el tiempo de lactancia y reposo de madres y bebés.

Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, las españolas fueron sustituidas por judías que huían, desesperadas, de la Gestapo y la policía colaboracionista francesa, con los hijos o hijas, que poca necesidad había de hacer distingos, en sus entrañas o entre sus brazos.

La Maternidad de Elne abrió sus puertas en 1939 y las tuvo que cerrar en 1944 cuando la presión de los nazis sobre el Gobierno de Pétain consiguió sus objetivos. Entre esas fechas fueron alrededor de seiscientos niños los que se salvaron.

Ya anciana, por iniciativa de uno de aquellos, la señorita Eisenbenz comenzó a recibir la visita los que se calificaron como "sus hijos", mujeres y hombres hoy ya ancianos. Fue el merecido reconocimiento a quien, según palabras de Hélène Legrais, autora del libro Los niños de Elisabeth, "hizo lo que tenía que hacer. Punto".

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