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Jaime Sicilia
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Tribuna Económica
La concesión de los premios Nobel en las diversas áreas científicas –Química, Medicina, Física, Economía– desata cada año una competencia entre países para asignar el premio a un país u otro, que se refleja en los medios de comunicación de los respectivos países. Todos quieren tener este reconocimiento que otorga prestigio a sus respectivos científicos. Pero el comité Nobel insiste en el reconocimiento a los científicos, no a los países o instituciones.
El Premio Nobel de Economía de este año, ha sido concedido a los economistas Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson, los dos primeros trabajando en el MIT y el último en la Universidad de Chicago. Su contribución esencial ha sido demostrar el papel que las instituciones sociales juegan para explicar la prosperidad de los países. Países con Estados de Derecho débiles y que explotan a la población, no generan crecimiento o cambios positivos que mejoren la situación económica de las personas.
Sus investigaciones se centran, especialmente, en la época colonial cuando los países europeos llevan a cabo un control político y administrativo de los países colonizados. Si las potencias coloniales establecían instituciones inclusivas, dando oportunidades para que la población autóctona pudiera desarrollar sus actividades profesionales en beneficio propio, el país prosperaba. Por el contrario, si se establecían instituciones extractivas, el progreso y el cambio positivo no aparecían. Los colonizadores se apropiaban de la mayor parte del crecimiento económico dejando a las poblaciones locales en una situación de estancamiento y pobreza crónicas.
Las instituciones inclusivas se han asociado generalmente a las que establecieron los países anglosajones en sus colonias. Aunque, ni de lejos, en todos los casos. Tuvieron éxito en Norteamérica, Australia y Nueva Zelanda, pero fracasaron en todas las regiones de África y Asia en donde establecieron colonias. Fueron justamente esas economías fracasadas las que establecieron instituciones extractivas. Las explotación a gran escala de recursos naturales minerales y agrícolas en beneficio exclusivo de las élites, no dejó espacio para que las poblaciones locales pudieran desarrollar actividades profesionales que les permitiera el progreso.
Las actividades económicas extractivas generan grandes beneficios en el corto plazo. Si el poder político establecido controla las instituciones políticas y económicas más relevantes, resulta imposible que el crecimiento y el progreso tengan lugar. La aparición de grupos de interés económico que necesitan instituciones inclusivas para llevar a cabo sus actividades, ha sido una fuente fundamental de cambio en la historia. Esos grupos reclaman, y a veces consiguen, representación en los parlamentos que fuerzan cambios normativos –institucionales– que socavan los privilegios de las clases extractivas y dan lugar a sistemas democráticos más representativos que impulsan cambios económicos profundos orientados hacia sistemas económicos de mercado.
Los trabajos de los tres galardonados deberían orientar más intensamente gran parte de las ayudas al desarrollo, tanto de los organismos internacionales (ONU, Banco Mundial...) como de los países occidentales, para contribuir al fortalecimiento de las instituciones inclusivas de los países emergentes.
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