Cancionero para una crisis

Pintado en negro

Y en estas llegó la EPA, la encuesta de población activa, para soltarnos un jarro de agua fría de la cabeza a los pies

Pintado en negro

Pintado en negro

Estábamos todos en un estado de euforia anhelante, en un estado de anhelo euforizante... se ve, se siente, el sábado se abren las compuertas y... Y en estas llegó la EPA, la encuesta de población activa, para soltarnos un jarro de agua fría de la cabeza a los pies. El cuadro que pinta esta radiografía del mercado laboral en España no es inesperado. Sucesivos informes de analistas nacionales e internacionales ya avisaban del panorama de devastación que nos espera y tampoco era necesario haberse doctorado en Harvard para intuir el escenario en que se desenvolverán nuestras vidas cuando retornemos a la ¿normalidad?: pintado en negro. 
Es decir, 'Paint it black', entre las canciones-bandera de uno de los grupos musicales elevado a la inmortalidad en el olimpo de la música pop por los siglos de los siglos, The Rolling Stones. Una réplica a los Beatles, con una presentación más rebelde que la de los cuatro de Liverpool (repito, los 'cuatro de Liverpool', referido al grupo musical de los años sesenta; no confundir con los 'cuatro de Liverpool' de mayo de 2019). Aunque tal imagen rompedora fue una decisión de marketing, para diferenciar y ganar un espacio comercial en el que Beatles llevaban delantera porque habían aparecido con antelación a Rolling.  
'Paint in black', traducción literal 'Píntalo de negro' aunque la versión en español a cargo de los inevitables Mustang se tituló 'Todo negro' y sus versos guardan poca relación con la original, utiliza metáforas de colores que describen la desolación del cantante: "I see a red door / and I want it painted black. / No colors anymore, / I want them to turno black" ("Veo una puerta roja / y quiero que se pinte de negro. / Ya no hay colores, / quiero que se vuelvan negros"). Y lo mismo con "chicas caminando / vestidas con su ropa de verano" o "filas de coches / y todos pintados de negro", también "quiero ver tu cara / pintada de negro, / negra como la noche, / negra como el carbón", incluso "no quiero ver el sol / volando alto en el cielo, / quiero verlo pintado, pintado, pintado, / pintado en negro".  Y todo porque "I look inside myself / and see my heart is black. / I see my red door / and must have painted in black" ("miro dentro de mí mismo / y veo que mi corazón está oscuro. / Veo mi puerta roja / y debo tenerla pintada de negro").
Más o menos como Mick Jagger y Keith Richards, que compusieron 'Paint it black' en 1966, nos hemos quedado esta mañana de martes en que los datos de la EPA nos avanzan la cruda realidad de futuro, más allá del efecto parcial euforizante de salida tasada en una hora a partir del sábado. La ocupación cayó entre enero y marzo en 285.000 personas y el paro subió en 121.000. Cifras que se traducen en un total de ocupados algo superior a los 19 millones y medio frente a 3.313.000 de parados, una tasa de paro del 14, 41 por ciento de la población activa. Por si los números no fueran en sí mismos desoladores, nótese que la encuesta solo recoge dos semanas, las dos finales de marzo, como efecto de la paralización económica que ha traído la pandemia. Y que en sus cifras no aparecen los afectados por ERTE porque no lo contempla así la metodología de la encuesta hasta que la suspensión de empleo no alcance los tres meses. Es decir, que nos echemos a temblar cuando en julio aparezcan los datos correspondientes al trimestre abril-mayo-junio porque aunque para entonces hay que confiar en que, levantado el confinamiento, afloren los primeros frutos de la reactivación, no es de esperar que tengan la suficiente entidad como para suavizar este panorama. El lunes próximo, entretanto, saldrán los datos del Inem correspondientes al mes de abril, que es de temer nos traigan otra bofetada de realidad tras el paseíto que nos van a permitir a partir del sábado. 
Mientras tanto, una segunda lectura de esta EPA nos lleva a confrontar el número de ocupados, 19 millones, curiosamente la misma cifra que calcula el veterano periodista Mariano Guindal, '¿Y quién paga todo esto?', artículo de ayer en La Vanguardia, 19 millones de personas -digo y dice- que quedarán a cargo del Estado, según la resultante de sumar tres millones y medio de trabajadores acogidos a ERTE, más otro millón que percibirán la renta mínima vital y otros dos millones y medio más que cobran el subsidio de desempleo, a los que añadir nueve millones de pensionistas y más de dos millones y medio de funcionarios de nuestra España autonómica. "Una losa demasiado pesada para un país con tan alto endeudamiento y tan baja productividad", concluye Guindal, en un panorama de incremento de los gastos sanitarios y "el desplome de la recaudación fiscal". 
Confiados como estamos en que la Unión Europea vendrá al rescate, nos pasa desapercibido que las previsiones de la economía para Alemania, el motor europeo, predicen caídas de hasta el 12 por ciento y una recuperación que no llegará allí hasta finales de 2021. Y, sobre todo, nos pasa desapercibido que en esos países hay elecciones y que resultan impopulares entre su electorado -con su correspondiente coste electoral- las ayudas destinadas a los países del sur. Aquí, mientras tanto, una vez proclamado el mensaje xenófobo que contiene la fábula de la cigarra y la hormiga, según dictamen de Pablo Echenique, portavoz parlamentario de Podemos, nos gusta creernos que no habrá recortes, que no nos tendremos que imponer sacrificios...
Conclusión: aquel canto desolado en la voz de Jagger, que miraba en sí mismo y veía un corazón pintado en negro, podría llegar más temprano que tarde al de muchos, muchísimos de nosotros con el mismo sentido de la canción: "Maybe then I'll fade away / and not have to face the facts. / It's not easy facing up / when your whole world is black" ("Quizá entonces yo me desteñiré / y no tendré que afrontar los hechos. / No es fácil plantar cara / cuando todo tu mundo es negro"). Este cancionero se planteó como método desde su número uno la inyección matinal de optimismo que en días como hoy comprueba, desanimado. que la realidad no induce a ese deseado buen ánimo. Uno, en su ingenuidad, creía que datos como este de la EPA deberían bastar para que nuestros políticos, todos, desde sus legítimas posiciones, se pusieran a trabajar en la misma dirección, pues no hay otra prioridad en este momento, más allá de la atención a los enfermos. Pero...
  

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