Forges en nuestro recuerdo. Y en nuestras pesadillas de otros tiempos la situación que describe esta canción de hoy. Como expresión de una pesadilla que hace muchos años dejamos atrás e incentivo para paliar en la medida de lo posible la desventura de los damnificados por esta crisis cuya magnitud todavía no conocemos. Burocracia necesaria, pero humanización en las relaciones entre administrados y Administración. 
Está desde ayer en el Boletín Oficial del Estado (BOE) el ingreso mínimo vital, un decreto-ley a cuenta de lo aprobado el viernes pasado por el Consejo de Ministros en prevención del riesgo de pobreza y exclusión social que ya se están derivando de esta crisis del coronavirus. Concepto, beneficiarios, documentación, requisitos, periodo y -en su caso- sanciones, según los 44 folios que componen su articulado. Más la aplicación, que pasa a manos de los gobiernos regionales porque así está establecido como titulares de las prestaciones sociales. 
A partir de aquí se entra en un entramado burocrático encargado de resolver las peticiones, para lo que será necesaria la agilidad de los departamentos correspondientes, así como la voluntad del Gobierno, que, por lo pronto, ha designado a las comunidades avanzadas en la gestión de esta prestación. Más parece que esa designación de las tres comunidades elegidas responda a motivos políticos o de apoyos parlamentarios que a cualquier otra consideración, incluida la sanitaria, pero como lo importante es la prestación en sí, este cancionero analítico no contribuirá a 'embarrar' el debate más de lo que ya está 'embarrado' y con este comentario de hoy apela a la disponibilidad de los funcionarios en la necesaria agilización de trámites para que las personas con derecho a la percepción de esa renta mínima la reciban cuanto antes.
Con este fin y para establecer el contraste con la imagen que hace cuarenta años percibía el ciudadano en sus contactos con las oficinas de la Administración, este cancionero echa mano de Forges en una faceta que no está entre las más conocidas del genial dibujante y humorista. Antonio Fraguas 'Forges', que inspira y participa en este disco, el Forgesound (Sonido Forges, se podría traducir), a la venta a comienzos de 1977, en el que colaboraron Luis Eduardo Aute trasladando a música los versos compuestos por Ángel Munárriz sobre la crítica gráfica que día a día emitía el dibujante desde sus tribunas de la prensa escrita. Con Rosa León, Teddy Bautista y Julia León, entre otros, poniendo voz a las composiciones.
Entre ellas, esta La ventanilla, que dice todo sobre aquel trato desabrido y humillante que recibía el ciudadano 'administrado' en su trato con la función pública de una displicente e ineficaz Administración. De entrada, el título, la ventanilla, remite a aquellas ventanas, con frecuencia cerradas aunque sobre el semicírculo de su caprichosa apertura ondease el horario de atención al público ampliamente rebasado y sin señales de esperanza, mientras al otro lado resonaban los comentarios que emanaban de la lectura del Marca y la controversia sobre el último penalti regalado al Barcelona. Por fin se abría esa ventanilla que, situada al nivel de la mesa del funcionario, obligaba al usuario a humillar necesariamente la cerviz si quería hacerse entender por el empleado público. 
Era una relación desigual entre Administración y administrados. Administrados que acudían derrotados de antemano, como refleja el estribillo que abre la canción: "La ventanilla si no te coge 'confesao', / la ventanilla hace papilla al más 'pintao'. /La ventanilla, ¡qué pesadilla! / La ventanilla da la puntilla al más 'pintao'!". Y, a partir de aquí, el 'forgesound' nos describe una escena familiar para casi toda ocasión en que hubiera que pelear con las oficinas de la Administración. Así, el ciudadano dibujado musicalmente por Forges-Aute está en una de esas ventanillas y con toda la humildad de quien se ha puesto en manos de una maquinaria inmisericorde saluda al "amable funcionario", a quien solicita "por favor" la dispensa de "un formulario, / aquel de la franjita bicolor". El ciudadano cree traer "todo lo necesario: / las pólizas, los timbres y un jamón. / El carné con tufo de incensario / y los certificados de adhesión". Antes de entrar en la respuesta del funcionario, conviene aclarar algún concepto. Por ejemplo, el de 'pólizas' y 'timbres', que eran una especie de sellos que se compraban en los estancos, puesto que la oficina no recibía dinero en metálico y el desembolso había que hacerlo en papel de pagos al Estado. La descripción de Forges añade un jamón a modo de óbolo para agilizar los trámites y un carné "con tufo de incensario" que remite a la documentación que, según la ocasión, emitían las parroquias a modo de 'certificado de buena conducta' -oficialmente así denominado- cuya denegación podía echar por tierra la petición.
Ahora vamos a la respuesta del funcionario: "¡Eso es la ventanilla veinticuatro!". Ni un 'buenos días' ni una disculpa de 'lo siento' en un ambiente hostil, pues el ciudadano allí era el enemigo que, para otro de los grandes escollos: te equivocabas de ventanilla sencillamente porque no estaban señalizadas. No había valido de nada el tiempo de espera en la cola. Más: "Además, aún le faltan siete pólizas: / dos de tres, tres de cinco y dos de diez, / el precepto pascual de su parroquia / y la huella de un dígito del pie". Lo de pólizas de tres, de cinco y de diez alude a las pesetas a pagar, no es un trabalenguas. Era todo un jeroglífico acertar con la cuantía o acordarse de aquella jungla de números y letras. Con el precepto pascual volvemos a tropezar con el poder de las parroquias para adelantar o retrasar trámites. Hasta aquí, todo basado en hechos reales y real como la vida misma. Lo de la huella de un dedo del pie es exageración. Que conste.
Entrelazadas con la entonación del estribillo hay dos estrofas más que relatan el diálogo administrado-Administración, entre invocaciones al Cielo -"¿Cómo puedo vivir sin fe de vida? / Hace ya cuatro meses que no existo / y todo porque falta ese papel"- y réplicas desde la superioridad de un mostrador cerrado con ventanilla: "¡Ya empezamos con la historia de siempre! / ¿Dónde se habrá creído usted que está? / ¡Ya se creen que estamos en Europa! (Nota del autor: cosa imposible de creer con solo protagonizar o presenciar una escena de aquellos días), más la orden "¡a la cola, a la calle o a callar!" y la amenaza, "más respeto, que soy la autoridad".
La España autonómica ha multiplicado aquella maquinaria burocrática del franquismo pero hay que reconocer que aquel funcionario mal encarado ahora no existe y de existir es la excepción. Tampoco existen hoy en día los pasillos sombríos ni la ventanilla donde obligatoriamente había que humillar la cerviz, sino salas diáfanas, distintas en todos los casos a aquel escenario en el que el administrado se relacionaba con la Administración con una conciencia interior de culpabilidad y entregado al humor voluble del empleado público correspondiente, por lo general manifiestamente mejorable. Es a estos funcionarios de ahora a los que apela este cancionero, para que agilicen la tramitación de esa renta mínima, porque la magnitud del problema así lo requiere. Gracias.
 

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