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Carmen del Castillo comenzó a vender pelucas hace ya más de cuarenta años, un negocio al que no siempre pensó dedicarse pero que ha terminado siendo no sólo un trabajo sino una forma de vida.
Las pelucas son, más allá de elemento estético o para mejorar la imagen, un objeto que ayuda a muchas personas a recuperar la autoestima perdida al tiempo que perdieron el pelo.
Su tienda de pelucas es, además, una peluquería. Como explica Carmen, cuando un cliente llega para adquirir uno de sus postizos hay que adaptarla a esa persona. A pesar de que en su establecimiento hay una gran variedad, ella aclara que si alguien tiene una idea concreta o quiere un color que no está allí se hace exclusivamente para ellos.
Lo más difícil es decidirse a pasar el umbral de la puerta, "los hombres que pierden el pelo se pasan años pensando en comprar una peluca. Cuando lo prueban se dan cuenta de que es un acierto".
Carmen perdió el pelo hace unos años a causa de una enfermedad; por su establecimiento pasan a diario personas que sufren esta situación y ella tiene claro que su labor no es sólo venderles una peluca, sino una esperanza.
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