Carta a mis hijos: cumpliendo los 60

Ese día llegará para vosotros; me consuela pensar que dispondréis de una almohada que os desnude el alma...

Cuando hablas con la almohada, cuando le dices un día más “aquí estoy”, cuando sólo oyes el compresor del frigorífico, el ruido de un coche que pasa… cuando el día se hartó de ser día y no puede con más carga, cuando arrullas la oscuridad y piensas que es pronto para cerrar los ojos, cuando le pides al primero del duermevela te devuelva el día que te quita y siquiera algunos más o te conceda al menos la ocasión de repetirlo; cuando encuentras un alma que seguro piensa lo mismo que tú, lo mismo que Vd. …

Cuando despiertas y en mitad de la noche sientes que, aunque cerca, por fortuna no llegó el momento de rendir cuentas; cuando por fin comprendes que jamás estás ni estarás preparado, cuando crees que el que duerme en la cama pequeña eres tú y el resto sólo un sueño; cuando te imaginas en los pupitres del cole y piensas que despertarás con pantalón corto y el falso echado abajo…

Cuando pasa la noche, y el día sigue siendo noche; cuando sientes que ya es tarde para que amanezca; cuando sabes, a pesar de todo, que tienes tres y hasta cuatro almas que te miran como si fueras su única alternativa; cuando sabes que viven engañados y que algún día despertarán de su engaño, como tú también despertaste del tuyo; cuando repasas lo que ha sucedido, y te das cuenta que, a pesar de todo, hoy apenas tiene más valor que lo de ayer…

Cuando no sabes lo que queda, pero no discutes será menos de lo que viviste; cuando tu almohada se siente incapaz de contar la de veces que tus lágrimas permanecen en ella; y ya está amaneciendo; cuando mis hijos crezcan y, ley de vida, también les corresponda dormir lo justo; cuando comprendan que llega un momento en que dejas de crecer, en el que no hay bocatas para el cole, ni recreos, y ni tan siquiera te acuerdas, o a veces sí, de tus inseparables amigos…

Ese día llegará para vosotros. Pero me consuela pensar que cuando llegue, dispondréis de una almohada que os desnude el alma, que os madure, que os haga crecer con la libertad con que yo lo hice, que os diga que a pesar de todo, a pesar de renuncias y sinsabores, a pesar de tantos y tantos miedos, es precioso crecer viendo como crecéis, cómo os peleáis, cómo os defendéis, como nos miráis…

Pero hasta que llegue ese día, hasta que llegue, dejadme con mi almohada, dejadme hablar con ella. Debo seguir creciendo. Siquiera hasta que vosotros crezcáis.

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