Quousque tamdem

Luis Chacón

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Cesarismo sanchista

En palabras de Lord Acton, es esencial limitar la autoridad, pues sólo es legítimo un gobierno efectivamente limitado

Para Ortega, democracia y liberalismo responden a dos preguntas distintas. La primera define el acceso al poder. El segundo se centra en limitar el poder obtenido democráticamente en beneficio del individuo, que deja de ser súbdito para convertirse en ciudadano. La declaración del Estado de Alarma es una potestad constitucional otorgada al gobierno, pero su ampliación de medio año, hurtando a las Cortes Generales, cuya disolución está expresamente prohibida en este caso, el control de la acción gubernamental es un flagrante desprecio a nuestra democracia.

Cuando el señor Rajoy se mantuvo unos meses en funciones y pretendió eludirlo, la oposición protestó justamente. Todo gobierno responde ante el parlamento. Dejarlo al albur de unas futuras elecciones es cesarismo, no democracia. Ni siquiera en estado de guerra, el más grave que podría vivir una democracia, la gestión del gobierno puede escapar a ese control. Ni Westminster lo hizo con el gabinete Churchill durante la II Guerra Mundial, ni en EE.UU. se aplazaron las elecciones de 1942 y 44, siendo estas últimas también presidenciales. Por eso nadie hizo caso al presidente Trump cuando propuso diferir las de mañana a causa de la pandemia.

El 17 de abril, el Parlamento Europeo aprobó una resolución pidiendo a la Comisión que evalúe si las medidas de emergencia son conformes con los tratados y los valores fundamentales de la Unión. Exige que respeten el Estado de Derecho, sean estrictamente proporcionadas, claramente vinculadas a la crisis sanitaria, limitadas en el tiempo y sujetas a control periódico. Define explícitamente como incompatible con los valores europeos la decisión del Gobierno húngaro de prolongar indefinidamente el estado de excepción, autorizar al Ejecutivo a gobernar por decreto y debilitar la supervisión parlamentaria de tal excepción. Las normas aprobadas por el gobierno Orban suponen un autoritarismo inadmisible. Lo que sorprende es que quien entonces protestó airadamente desde la izquierda, hoy defienda que el señor Sánchez haga algo similar y quien jaleó al premier húngaro, hoy llama dictador al español. Se ve que no les importa el qué, sino el quién. Pero nuestro gran problema es el qué, el riesgo de que la pandemia justifique gobiernos autoritarios siquiera temporalmente. En palabras de Lord Acton, es esencial limitar la autoridad, pues sólo es legítimo un gobierno efectivamente limitado.

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