El patio político

Guillermo Ortega

Cosas más importantes que la política

IMAGINEN la vida de alguien así: con seis años le estalló en la cara la Guerra Civil y junto a su familia se tuvo que ir de su pueblo. Su padre era médico y atendía a los heridos en el frente; él, su madre y sus tres hermanos iban por delante, a ciudades que terminarían por caer. Así hasta Alicante, donde embarcó a Tánger.

Tras la guerra la familia volvió a España (excepto su padre, que se fue a México pensando, como muchos, que Franco duraría en el cargo tres cuartos de hora) y pasó las penurias de todos los represaliados, pero ni perdió la dignidad ni descuidó sus estudios. Hizo Derecho, después se fue a Londres a lavar platos y aprender inglés, empezó a trabajar y el destino le llevó a Francia, donde se instaló y casó.

Tuvo éxito profesional y recorrió medio mundo, su pasaporte estaba repleto de sellos. Vivió en Casablanca, trabajó varios años en Iraq, conoció a mucha gente influyente pero nunca olvidó que es agradable ser importante, pero más importante es ser agradable. Tenía un don de gentes increíble y un sentido del humor sólo apto para un público inteligente, como él.

Debió ser diplomático, le habría ido bien. Aunque le fue bien de todas maneras. Logró lo que tuvo esforzándose para superarse. Eso fue lo que le llevó a Harvard para, con más de 50 años, hacer un curso de Economía rodeado de alumnos que podrían ser sus hijos.

Nunca alardeó de nada. Si acaso, para sí mismo, de tener buenos amigos, de saber disfrutar con su familia, de haber aprendido por el camino que siempre se estará mejor tomando unos tintos con buena gente que contemporizando con malajes en sitios de alcurnia.

Dirán que es una vida interesante ¿verdad? Lo malo es que todo se acaba. Cuando lean esto es muy probable que yo esté en Córcega despidiéndome de él, de mi tío Alfredo, que además fue mi padrino, el que pagó mis estudios de Periodismo, una de las personas de quien más aprendí y lo más parecido a un padre que he tenido desde que falta el mío. Añadirán que todo lo anterior no guarda ninguna relación con la política, que es de lo que se supone que va esta columna. Pero hasta el más necio sabe que hay cosas muchísimo más importantes.

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