Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Creando relatos

No es igual redactar tu propia intervención a que la essriban otros y, encima, ni siquiera la ensayes ante el espejo

No seré yo quien critique el uso de las citas. No cabe duda de que mejoran los discursos. Y más que todas, cualquiera de Churchill. No podría censurar su utilización, dada mi admiración por su figura y además, porque lo hago habitualmente. Siempre ayuda buscar antecedentes históricos cuando se trata de afrontar problemas complejos. La experiencia de otros nos hace avanzar más rápido. O en palabras de Churchill: "Cuanto más atrás puedas mirar, más adelante verás".

Lo que me provocó asombro fue comprobar cómo los asesores políticos evitan citar. Copian o parafrasean los textos del premier británico sin mencionarle siquiera. Lo escuché al presidente Sánchez con el famoso "No nos rendiremos jamás" y al señor Casado con el no menos legendario "Lucharemos en las playas". He oído más pasión en algún profesor pasando lista en clase que la que me transmitieron esas alocuciones. La diferencia entre las arengas churchillianas y las de nuestros líderes está, sobre todo, en quien las escribe. No es igual redactar tu propia intervención, algo que, en sus grandes discursos, se reservaba Mr. Churchill, a que la escriban otros y encima, ni siquiera la ensayes ante el espejo.

Sumen a esto el estudiado tono melifluo de seminarista preconciliar del señor Iglesias, las soflamas patrióticas del señor Abascal y las competiciones de boutades del resto de líderes políticos en entrevistas, declaraciones y redes sociales y llegarán a la conclusión de que, en medio de una pandemia que tiene a un país entero casi paralizado, la batalla política se ha centrado en eso que ahora se llama ganar el relato, y que no es otra cosa que crear un discurso de comunicación que conecte con la parte emocional del votante para obtener su fidelidad y vincularlo de modo casi personal al líder. Al que por cierto, se acaba convirtiendo en un producto más de la lista de la compra.

La política se ha convertido en una batalla de asesores, más que en una confrontación de ideas, programas y liderazgos. Asesores sin ideología que se centran en provocar emociones. Reducen el mensaje político a lemas y consignas repetidas hasta la saciedad. Basta seguir las redes sociales. Buscan llegar al corazón o a las tripas del ciudadano, antes que a su cerebro, despreciando la racionalidad y el análisis. De un modo más primitivo, todo esto ya se ensayó en los años treinta y sabemos a qué nos llevó. ¿Queremos volver a andar ese camino?

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