Los españoles y las españolas somos inmensamente afortunados (y afortunadas) pues tenemos asegurado presenciar uno de los mayores espectáculos circenses del planeta. Es una pena que tan magnífico elenco no se dedique a la política. Aprecien el cartel de figuras.

Como primera actuación tenemos al mayor trapecista del universo, llamado el gato Sánchez. En todo el mundo es conocida su capacidad de realizar saltos mortales sin red y aunque en ocasiones caiga, ha demostrado su capacidad de reponerse y volver a lo más alto del trapecio. Otra trapecista, apellidada Díaz, le quiso arrebatar el sitio, pero él, en un espectacular salto, se lo arrebató. Y ahora nos ha prometido un nuevo triple salto mortal sin red, hasta casi sin arena debajo, con el que quiere quedarse con la carpa del circo aunque sólo sea durante una sesión del espectáculo y puede que malvendiendo carpa, sillas y hasta los focos de iluminación.

En segundo lugar podemos deleitarnos con el bello Rivera, el contorsionista más dotado del mundo; puede enrocarse la pierna izquierda socialdemócrata, girar la cabeza por el centro liberal y voltearse el brazo derecho para recoger todo lo que por esa banda se le muestre. Y su figura queda así redondeada como una gran C casi cerrada.

A continuación nos podemos embelesar con el mayor ilusionista del mundo, el Hudini Iglesias y sus ayudantes. Sus trucos son espectaculares: sin mangas, sin chaqueta ni camisa que oculte nada nos sacará un chalet de seiscientos metros cuadrados y nos convencerá que esa chabola la podemos tener cualquiera. Y sin chistera, ni conejo.

Mientras nos deleitamos, hemos de ser cuidadosos de no perdernos las estupendas gracias de unos pequeños artistas que recorren la arena haciendo sus chistes. Dicen que son artistas independientes. Es verdad que sus bromas solo las entienden algunos, pero deben tener mucha gracia dado los aplausos que arrancan entre sus creyentes seguidores.

Y lo mejor, como en todos los circos, llega al final con el clown. Es un payaso triste, melancólico, de esos con una gran lágrima en la mejilla. El gran Mariano, el payaso que saldrá al centro de la pista y nos hará reír sin hacer nada. Lleva años cosechando éxitos de esa manera. Sale a la pista y sin contar ni hacer nada, ya triunfa. Algunos le preguntan si cambiará su actuación, pero él repite que nada sabe y que lo mejor es continuar de ese modo.

Tenemos un magnífico circo, aunque lo estamos pagando entre todos y puede que nos salga muy caro. Vale.

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