La Europa hastiada

Europa toma conciencia de que su bienestar codiciado por todos no da para todos

18 de junio 2024 - 00:00

En Francia han saltado las alarmas ante el temido barrido electoral de una derecha extrema maquillada por décadas hasta hacerse digerible al electorado centrista.

Cabe preguntarse si el mérito de estar a las puertas del Elíseo es de Marine Lepen y su estirpe pertinaz y astuta o su ascenso se debe más a su paciente hacer caja electoral del buenismo de unas políticas inmigratorias que asustan ya hasta a los catalanes mismos.

Entiéndase que la masa que dirime las elecciones solo quiere vivir en paz y que no le toquen los derechos adquiridos. Lo inmediato es su razón de existir y votar mientras tengan su ‘pan y circo’ (ayudas y tele) y el click del Facebook en las pausas. Poco más.

Pero el calculado desmantelamiento cultural de una Europa culpable hasta de existir y el empeño en diluir sus raíces espirituales humanistas en la nada de este mercado cultural de identidades al kilo ha derivado en este pánico identitario capitalizado desde los extremos.

Y es que las raíces en sí mismas no son conservadoras, como bien saben los nietos de campesinos o metalúrgicos orgullosos de su estirpe, gente sencilla que si les quitas las bases de su realidad también se refugia en el ‘que me quede como estoy’ más aún si cuando vuelve al pueblo solo ve desolación, abandono y pérdida.

En Francia se plantean votar por el involucionismo en costumbres y fronteras, comprensible con sólo salirse del turistico Paris hasta una ‘banlieux’ subvencionada, gris y sin futuro en un país chauvinista sin ya casi natalidad que no se reconoce a sí mismo tras décadas de una multiculturalidad ficticia que los mismos alemanes sí atajaron de cuajo hace décadas.

Europa toma conciencia de que su bienestar codiciado por todos no da para todos. Así lo vieron en la Italia de Meloni, en Francia ahora y allí donde los votantes de izquierda prestaron oídos a un discurso nacionalista que al menos les simplifica y aclara, lejos de ese galimatías imperante de ni siquiera saber definir en pocas palabras qué es una mujer frente a un hombre, una farola o un perro.

El caos de la realidad líquida abrazada por cierto narcisismo izquierdista tiene en casos clínicos como el de Sánchez su cima, prisionero como está de una demagogia bolivariano-regionalista-postransfeminista que nada aporta a un continente sabio por viejo donde la razón y el buen sentido tienen cuna y futuro, muy lejos de una confusión general a la que ya pocos de los franceses se apuntan.

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