Quousque tamdem

Luis Chacón

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Gran... nada

Luis Salvador y Sebastián Pérez no han visto, como otros, que el objetivo no era el Darro, sino el Guadalquivir

Se preguntaba en Twitter don Gregorio Jiménez, presidente del Consejo Social de la Universidad, quién iba a defender los intereses de Granada si entre la treintena de consejeros, viceconsejeros y senadores autonómicos sólo aparece la figura solitaria de la señora Carazo.

Y es que la composición del gobierno andaluz nos hunde en la melancolía y confirma lo que ya intuíamos; que la influencia áulica de los señores Pérez, don Sebastián, y Salvador, don Luis, es menor que la de Nicolasito y Maribárbola, los enanos de las Meninas, que al menos salían en la foto de familia que trazó la mano maestra del gran Diego de Velázquez. En los gobiernos socialistas, el gordo era para Sevilla. A Granada le caía la pedrea o, como ahora, el reintegro. Pero por poco si tenemos que conformarnos con que algún preboste granadino se hubiera aupado al rango de Archifotocopiador o Gran Aguador del Consejo de Gobierno. Por decir algo.

El gabinete del cambio histórico le ha regalado a Granada, para grabar a fuego en mitad de su nombre, una ene mayúscula que nos manda a paseo con la donosura de una pedrada en todo el entrecejo. Y así nos pastorean nuestros ínclitos líderes provinciales; como Pedro y Heidi llevando a Blanquita y Copo de Nieve al aprisco. Tendremos seis parlamentarios jaleando los discursos del gobierno, otra media docena pitándolos y al de Vox reconquistando Al Ándalus a lomos de Babieca. Y poco más.

El tándem Pérez-Salvador o Salvador-Pérez, -tanto monta, monta tanto, el desierto popular que el ciudadano- más preocupado por eliminar competidores internos que por hacer patria, y obsesionado con la Plaza del Carmen más que un niño caprichoso con un helado, no ha visto, como otros, que el objetivo estaba a orillas del Guadalquivir y no a la vera del Darro. El señor Moreno, presidente; el señor Bendodo, consejero de Presidencia, y el superconsejero señor Imbroda, se llevan el epicentro político andaluz de la calle Sierpes a la calle Larios. Y el origen de ese triunfo malagueño está en la excepcional gestión de don Francisco de la Torre, el alcalde que, a diferencia de los nuestros, siempre ha puesto su ciudad por delante de partidismos y fidelidades vanas. Ante tal figura no cabe más que descubrirse con caballerosidad y aplaudir con admiración.

Que la Virgen de la Victoria los bendiga y a nosotros la de las Angustias nos socorra. Si hasta las advocaciones de las patronas resultan premonitorias…

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