La clave

Jaime Vázquez / Allegue

Halloween, santos y difuntos

01 de noviembre 2010 - 01:00

EL calendario laboral -descendiente directo del viejo gregoriano- abre el mes de noviembre (y en esta ocasión el otoño), con la celebración mixta de todos los santos y de los difuntos -suponemos que también todos los difuntos, sin exclusión alguna, aunque eso no se diga-. Una fiesta doble para la que Granada abre las puertas grandes de su cementerio. Un cementerio cada vez más turístico y visitado por su condición artística y funeraria a la vez. La gran residencia de nuestra ciudad en la que todos tenemos algún amigo o familiar.

Hasta hace unos años todo el mundo que nos rodea (que era el que conocíamos) celebraba -tal día como hoy- el día de todos los santos. Mañana se hacía lo mismo con los fieles difuntos -así rezaba el calendario litúrgico nacional-. Con la unión de estas dos fiestas quedaban los unos y los otros irremediablemente unidos en el calendario laboral separados tan solo por el silencio opaco de una noche. Pero eso era antes, en tiempos de Maricastaña, cuando llegado el día de difuntos los fieles del lugar se acercaban al cementerio municipal de San José para poner flores como guirnaldas a sus seres queridos como si con los pétalos de colores cumplieran con el deber de haber hecho las cosas bien.

Hoy, sin embargo, para abrir el apetito ritual se nos ha introducido -inducida como por arte de magia y de importación- una tercera celebración -por no decir fiesta grotesca y comercial- que es el Halloween o la ancestral noche de brujas que precede al día de los santos. El resultado, una combinación esperpéntica que mezcla tres celebraciones con todo tipo de intereses y convierte los días del calendario en unas pequeñas vacaciones. Una nueva oportunidad para olvidarse del mundanal ruido y retirarse al desierto.

Halloween, los santos y los difuntos, mezclan lo pagano con lo religioso, el culto sagrado con el rito mágico, la celebración con la devoción, el silencio con el alarido, el respeto con la irreverencia. Combinaciones todas que evidencian una sociedad en cambio que reinterpreta sus costumbres y tradiciones para hacer de ellas una fórmula de equilibrio que nos sitúa entre el vértigo y el éxtasis. En realidad -de eso se trata-, es el arte de la exhibición. Una disculpa para prolongar unas pequeñas vacaciones que nos retrotraen a las antiguas fiestas agrícolas que celebraban la llegada del equinoccio otoñal cuando todavía no había calendarios ni almanaques ni agendas ni eso que llamamos puentes laborales y que inventaron los romanos ¿o los inventamos los españoles?

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