Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Historias

Sánchez, con su frase sobre Franco, deja traslucir el infantilismo que se ha instalado en la política

Pasar a la Historia, así con mayúsculas, la que pervive en los libros, no las pequeñas historias de cada cual, destinadas a perderse en el tiempo como gotas de lluvia, se convierte en una obsesión compartida por todos los que han tocado poder. Pedro Sánchez no iba a ser una excepción y le ha dedicado alguna reflexión al asunto, aunque en su legado para las generaciones futuras puede que cuente más lo que ha destrozado que lo que ha sido capaz de crear. Ni él ni sus predecesores inmediatos, tanto socialistas como populares, van a salir de la Moncloa con un balance capaz de ocupar capítulos enteros en cualquier manual, como sí hicieron Adolfo Suárez o Felipe González. Eran otros tiempos y eran otros modelos de liderazgo en una España en la que casi todo estaba por construir. De Aznar a Sánchez las cosas discurrieron por caminos mucho menos apasionantes, aunque cada uno podría esgrimir hechos y circunstancias, que las hubo, capaces de marcar época. Pero bastará con algunos pocos párrafos o incluso con alguna nota a pie de página.

No sorprende que Pedro Sánchez reflexione, y que incluso lo haga en voz alta, sobre qué van a pensar de él las generaciones futuras. Lo que sí llama la atención es que crea que lo más se va a recordar de su paso por el poder es que sacó a Franco de su tumba. Más allá de lo que la frase puede tener de provocación, si es que lo tiene, tras la afirmación subyace el infantilismo en el que ha entrado la política española. No es, desgraciadamente, un fenómeno nuevo o que pueda atribuirse en exclusiva al actual inquilino de la Moncloa. Ese atontamiento general se puede apreciar en actitudes como la que comentamos, pero también en cualquier sesión parlamentaria en la que la bronca por la bronca es el único argumento que es capaz de abrirse paso en el hemiciclo. El mismo clima de falta de madurez se traslada a declaraciones y ruedas de prensa hasta crear un ambiente irrespirable que lleva a la gente a desconectar: a que la sociedad vaya cada vez más por un lado y la política por otro y que muchos ciudadanos perciban la gestión de lo público como una carga que hay que sobrellevar con resignación.

Esta desconfianza que impregna la vida nacional puede tener consecuencias mucho más serias y marcar más los tiempos que vivimos que sacar de su tumba a un dictador que murió hace medio siglo y que hoy a muchos jóvenes les suena igual de lejano que la guerra de Cuba. Eso sí que puede terminar pasando, para mal, a la Historia.

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