Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

In memoriam

Parece que nos diera igual. No veo dolor, ni emoción, ni recogimiento, ni luto público

QUA si Morientes et ecce vivimos. Con este versículo de la II Carta a los Corintios se recuerda a quienes mueren en momentos de confusión, catástrofe o guerra. "Como desconocidos, aunque bien conocidos; como quienes están a la muerte, pero vivos". Si hay algo que me entristece profundamente de esta crisis es el trato pueril y cruel que estamos dando a los fallecidos. Pueril porque, como niños, nos protegemos en casa. Salimos cada día para homenajear a quienes se están arriesgando por todos y lo hacemos como quien va de fiesta, con la música a todo volumen y la sonrisa en la cara. Queriendo burlar a la muerte. Cruel, porque, consciente o inconscientemente, estamos arrinconando a más de veinte mil compatriotas muertos. Dejándolos en un rincón oscuro de algún desván, oculto a nuestra mirada ilusa y miedosa.

Ninguno es un mero número. Ni un nombre más en una lista que se alarga a diario. Si un día se leyeran esos nombres, uno a uno, escucharíamos una salmodia. Monótona y quizá emocionante. Pero para muchos; hijos, cónyuges, hermanos, familiares y amigos, cada nombre evocará una mirada y una sonrisa; cada nombre les generará una emoción, a veces alegre, a veces triste. Pero siempre humana. Y sobre todo, tras cada nombre habrá un rostro, reflejo de honradez, bondad, afán, esfuerzo, amor y entrega. Hubo un día en el que cada uno de ellos tuvo en sus ojos la viveza de la infancia y la ilusión de la juventud. Cada una de esas muertes se está saldando con un final triste y solitario. Quizá necesario en las circunstancias actuales, pero indigno de una sociedad que se vanagloria de su empatía y solidaridad.

Esta pandemia nos está robando a nuestros mayores. La gran mayoría de los fallecidos supera la setentena. Y parece que nos diera igual. No veo dolor, ni emoción, ni recogimiento, ni luto público. Son la generación de la posguerra. Los que superaron hambre y frío y reconstruyeron un país destruido que ayudaron a levantar desde niños. La generación que apoyó a sus padres, después a sus hijos y hasta ayer mismo a sus nietos. Han transitado el camino más duro y nunca abandonaron. Hoy, todos sus sueños son la realidad que disfrutamos quienes vinimos detrás. Demostraron al mundo de lo que eran capaces. Sé que son únicos e irrepetibles y de que difícilmente estaremos a su altura. Por eso me duele tanto que les estemos dejando marchar sin el recuerdo emocionado y el público tributo que merecen.

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