Leer, en serio

La falta de lectura lleva a los jóvenes, por lo general, a expresarse mal y a escribir peor

En la época en la que más se han socializado los sistemas de información y cuando pareciera que más gente lee, un estudio llevado a cabo por la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo (IEA) ha venido a decir que nuestros niños de entre 9 y 10 años retroceden en su comprensión lectora. Es decir, que no entienden muy bien lo que leen. Pues estamos bien.

Los datos que ofrece nos sitúan por debajo de la media europea, y lejos de los puestos de cabeza que vuelve a liderar Singapur (tela, los singapurenses) cuyos niños, con la misma edad que los nuestros, les llevan un curso y medio de ventaja. El estudio examina la habilidad lectora a la hora de adquirir y usar la información del texto, a extraer conclusiones, así como a interpretar e integrar las ideas que incluyen. Aportan, además, una variable que no por conocida resulta menos importante: lo que más influye en esta capacidad para leer y entender lo que se está leyendo es el nivel socioeconómico y cultural de la familia en la que se integran. A nivel más alto, mejores resultados. Listos los del estudio.

Y otro detalle: aquellos niños a los que antes de empezar la Primaria le han leído cuentos, contado historias o han utilizado juegos en los que tienen que ver las palabras, llevan una importante ventaja respecto a los que no lo hicieron. Está claro, a mayor motivación, mejores resultados. Las conclusiones del estudio, recogidos en su momento por los medios, son para preocuparse, y mucho. Entre otras cosas, porque la realidad que presenta difiere poco de lo que me llevo encontrando en los últimos años en las clases que imparto a universitarios de entre 20 y 22 años.

Mis alumnos leen poco o nada, me refiero a libros, de periódicos mejor ni hablamos. Lo que sí leen, y con fruición casi enfermiza, son los contenidos de las redes sociales y los mensajes en WhatsApp o similares. La falta de lectura los lleva, por lo general, a expresarse mal y a escribir peor. Su vocabulario es pobre, lleno de frases hechas, modismos e interjecciones. Están abocados a un círculo vicioso: la falta de costumbre los lleva a no saber concentrarse en lo que leen, esto les dificulta comprender bien lo que están leyendo y tienden, por tanto, a equivocarse y/o confundirse porque, sencillamente, no se han enterado. Comentando el tema con docentes de otras universidades, confirmamos que la situación es generalizada. Pero lo peor no es esto, sino pensar que en unos años la sociedad estará en sus manos y dependeremos de ellos. Se hace urgente tomarnos la lectura muchísimo más en serio. Todos.

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