Mayo del 24

Mi hijo no pudo estar en París en Mayo del 68, pero sí en las protestas estudiantiles de Mayo de 2024

20 de mayo 2024 - 00:00

Hace tiempo que desconfío de que los jóvenes, abducidos por la IA y por las nuevas tecnologías, sueñen en revolución alguna, pero mi hijo Pablo me anima a recuperar la fe, después de su visita a las acampadas de protesta por el genocidio en Gaza, en las que –él lo ha constatado- campean una organización y un protocolo del que carecían las algaradas estudiantiles del pasado siglo, en las que él participó activamente. Los jóvenes de los 80’ consumían cantidades notables de alcohol y de otras drogas, erradicadas en la actualidad de los campus ocupados. Los modelos de entonces: Mayo del 68, y los festivales de la isla de Wight y de Woodstock. Piensa mi hijo que el planteamiento de las actuales protestas fortalece sus reivindicaciones y despoja a las autoridades de excusas para desalojarlos de sus campamentos; también me explica, contrariado, que en el siglo pasado la causa de algunas movilizaciones se diluía, a veces, por la falta de organización y la habitual división de sus promotores. En el campus de la Complutense, me dice, reinan un silencio y un orden marciales, ausentes de las manifestaciones estudiantiles que se organizaban en los 80’ en defensa de la supresión del servicio militar, de la libertad sexual y del feminismo. Los acampados, hasta ahora, acuden a talleres y se reúnen en asambleas en las que se consensúan las acciones que se van a realizar, se recogen firmas, se decide el formato y contenido de las pancartas; dan charlas personalidades relevantes y ofrecen conciertos conocidos artistas. A ciertas horas, los voluntarios responsables del rancho preparan la comida para los compañeros. Los ingredientes del menú -aportados por la gente- son, fundamentalmente, frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, frutos secos y semillas. Ni carne ni leche ni huevos ni miel. La lucha contra el mal trato animal y contra el ecocidio inspira a muchos de los acampados. Mi hijo les llevó unos kilos de verduras y una buena porción del salutífero tofu para contribuir, aunque fuera de forma mínima, pero vegana, al mantenimiento de este disciplinado ejército que, según él, y pese a mis reservas, es capaz, con su renovada disposición a la lucha, de parar el genocidio de Gaza. Porque, me dice, como esperemos que lo hagan los políticos de la U.E., en pánico por el atentado de Eslovenia, lo tenemos crudo.

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